Capitulo 47

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La semana comienza con fuerza y yo intento procesar todo lo que me ha explicado.

¿Sobre Betta? No me interesa. No me importa. Sé que Justin no quiere nada con ella y lo creo aunque no he querido profundizar en lo que me explicó sobre su padre. Ahora entiendo por qué nunca habla de él y lo omite.

En cuanto a su sobrino, lo entiendo pero me inquieta. Si a mi hermana y mi cuñado les pasara algo, no me cabe la menor duda de que Luz se quedaría conmigo. Yo cuidaría de ella y por nada del mundo la querría ver sufrir.

Vivir en Alemania es algo que nunca me había planteado. Pero, por Justin, lo haría. Prefiero vivir con él a vivir amargada sin él. Lo tengo claro, aunque en general tengo que pensarlo un poco más. Irme supondría ver menos a mi padre, a mi hermana a mi sobrina y eso me cuesta. Me cuesta mucho.

Pero lo que me desequilibra emocionalmente es su enfermedad.

Busco en internet toda la información que puedo sobre el glaucoma y soy consciente del miedo de Justin y de su inquietud. Lloro en mi casa cuando él no me ve. Sólo me permito llorar allí. Tengo que ser fuerte. Con sus palabras me ha dado a entender el miedo que tiene a su enfermedad aunque no lo dice y no quiero que él vea que yo también le tengo miedo.

Pensar en él ciego me parte el corazón. Justin, un hombre tan fuerte, tan posesivo, tan lleno de vida… ¿Cómo puede quedarse ciego?

Comienzo a tener pesadillas. Ya son cuatro noches seguidas las que me despierto sobresaltada entre sus brazos y él me acuna mientras maldice por habérmelo explicado. Mi apetito desaparece y, aunque intento sonreír, la sonrisa se queda en el camino. Ya apenas canto, ni bailo y sólo estoy pendiente de él. Sólo necesito saber que él está bien para yo estarlo. Pero una noche, mientras los dos leemos tirados en el sofá de mi piso veo en sus ojos la furia y el dolor por la inseguridad que me ha creado y decido que tengo que hacer algo.

Tengo que cambiar el chip.

Necesito que él vea que vuelvo a ser la _______ loca que conoció, así que decido tragarme el miedo, la inseguridad y las lágrimas y comienzo día a día a ser la que era. Él respira y me lo agradece.

A partir de ese momento, Justin comienza a viajar más a Alemania. Su sobrino lo necesita y él me necesita a mí tanto como yo a él. Dos semanas después, cuando suena el despertador un lunes a las siete y media, Justin ya está levantado. Se acerca a mí, me besa con cariño y yo lo acepto gustosa. No podemos ir juntos a la oficina. Me niego. La gente cuchichearía y no quiero. Al final, Justin llama a Tomás, éste lo recoge en la puerta de mi casa y se va. Yo voy a por mi coche y me dirijo al trabajo.

En la cafetería de la planta nueve, tomo un café en compañía de Miguel cuando veo aparecer a Justin junto a mi jefa y dos jefes más. Una fugaz mirada de él me hace saber que lo incomoda verme sentada con mi compañero. Pero no me levanto. Miguel es un amigo y él tiene que aceptarlo.

Cuando regresamos a nuestro despacho, intuyo que me observa desde el suyo. Cada vez que cruzo una mirada con él, siento mi cuerpo arder y más cuando siento que sus ojos me abrasan.

Sé lo que piensa…

Sé lo que quiere…

Sé lo que desea…

Pero ambos debemos mantener la compostura y esperar a la noche, a que llegue nuestro momento de intimidad para disfrutarlo.

Aquella mañana a las doce, Justin sale de su despacho. Su cara es indescriptible. ¿Qué le pasa? Lo sigo con la mirada, disimuladamente, mientras camina por la planta y de pronto veo que va directo a una joven rubia que está junto a los ascensores. Se dan dos besos en la mejilla y ella le acaricia el rostro. ¿Será Betta?

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora