Capitulo 19

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Cuando suena mi despertador, quiero morir.

Estoy cansada. Apenas he dormido pensando en lo ocurrido en aquel bar. Las palabras de Justin, su mirada y cómo aquellos hombres me deseaban me impedían dormir. Al final, sobre las cuatro de la madrugada saqué el vibrador de la maleta y, tras jugar un poco con él, conseguí apagar mi fuego interno.

Como el día anterior, Amanda, Justin y yo salimos del hotel y el chófer nos llevó hasta las oficinas para proseguir la reunión. Hoy me he puesto pantalones. No quiero que vuelva a ocurrir lo del día anterior. Nada más verme, Justin ha paseado su mirada por mi cuerpo y, aunque sólo me ha dicho «Buenos días», por su tono intuyo que ya no está enfadado.

Durante horas, mientras escucho atenta la reunión, mi mirada y la de Justin se encuentran en varias ocasiones. Hoy no me manda ningún correo, ni interrumpe la reunión. Se lo agradezco. Quiero ser profesional en mi trabajo.

A las siete, cuando llegamos al hotel, me despido de él y de Amanda y subo a mi habitación. Estoy muerta de calor. Alguien llama a mi puerta. Abro y no me sorprendo cuando veo a Justin. Su mirada es decidida. Entra y cierra la puerta, se quita la chaqueta y la tira al suelo, se deshace el nudo de la corbata y después me coge entre sus brazos, y camina hacia el dormitorio con el morbo instalado en su mirada.

—Dios, pequeña… Te deseo.

No hace falta decir nada más. El deseo es mutuo y la noche, larga y perfecta.

(…)

Cuando me despierto a las seis de la mañana, Justin no está. Se ha ido de mi cama, pero como estoy tan agotada por nuestro maratón de sexo vuelvo a dormirme.

Sobre las diez de la mañana, el sonido de mi móvil me despierta. Rápidamente lo cojo y leo un mensaje de Justin: «Despierta».

Salto de la cama y me doy una ducha. Es sábado. Hoy no tenemos ninguna reunión y quiero pasar el máximo de tiempo con él. Cuando salgo de la ducha vestida sólo con la toalla, alguien llama a mi puerta. Abro y me encuentro a un magnífico Justin vestido con unos vaqueros de cinturilla baja y una camisa blanca abierta. Su aspecto es tentador y salvaje. Terriblemente apetecible.

¡Vaya, qué bueno está!

—Buenos días, pequeña.

—¡Buenas!

Lo miro, como si fuera una colegiala.

—¿Te apetece pasar el día conmigo? —me comenta.

Su pregunta me sorprende. Por una vez, no está dando nada por hecho.

—Por supuesto que sí.

—¡Genial! Te voy a llevar a comer a un sitio precioso. Coge el bañador.

Sonrío afirmativamente y él entra en la suite.

—Ve a vestirte o al final mi comida serás tú —murmura con voz ronca.

Divertida por sus palabras, corro hacia el dormitorio. Cuando entro, oigo una canción en la radio que me encanta y canto mientras me visto:

‘Muero por tus besos, por tu ingrata sonrisa.

Por tus bellas caricias, eres tú mi alegría.

Pido que no me falles, que nunca te me vayas

Y que nunca te olvides, que soy yo quien te ama.

Que soy yo quien te espera, que soy yo quien te llora,

Que soy yo quien te anhela los minutos y horas…

Me muero por besarte, dormirme en tu boca

Me muero por decirte que el mundo se equivoca…’

Cuando me doy la vuelta, Justin está apoyado en el quicio de la puerta, observándome.

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora