Capitulo 53

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De vuelta a la oficina, mi mundo regresa a una relativa normalidad.

La diferencia es que ahora Justin está a mi lado y me alegra su compañía y sus mimos. Sigue alojado en el hotel a pesar de que hay noches que se queda en mi casa. Tener cada uno un lugar de referencia nos resulta necesario a pesar de lo mucho que nos gusta estar juntos. Cada día se empeña en querer decir a los cuatro vientos que soy su novia, pero me niego. No sé por qué pero no quiero que nadie lo sepa. Del tema de Alemania hablamos mucho. En sus ojos observo la necesidad de que le dé una contestación, pero aún no sé qué hacer. Él no me presiona y yo se lo agradezco.

Han pasado varios días desde que Justin regresó. Cada mañana le pregunto cómo está y su respuesta siempre es la misma: «Bien». No ha vuelto a tener dolores de cabeza y no he visto que tenga náuseas y eso me relaja.

Una mañana, cuando estoy en la cafetería desayunando con Miguel, veo a Justin entrar. Su mirada me indica que no aprueba que desayune con mi amigo.

Se sienta al fondo de la cafetería y pide un café. Yo sigo hablando con Miguel cuando suena mi móvil. Justin.

—¿Se puede saber qué haces? —pregunta molesto.

No lo miro, ya que, si no, me dará la risa.

—Desayunando.

—¿Por qué tienes que desayunar todas las mañanas con ese tipo?

Miguel que está sentado frente a mí, me mira y me pregunta con señas quién es.

—Es mi padre —y con disimulo murmuro—: Vamos, papá, estoy desayunando, ¿qué quieres?

—¿Tu padre? ¿Cómo que tu padre? —gruñe Justin.

Divertida, sonrío mientras oigo a mi amor resoplar.

—Mira, papá, no te preocupes, te aseguro que desayuno en condiciones, ¿vale?

—______… —musita con los dientes apretados.

En ese instante llegan hasta nosotros Raúl y Paco. Como siempre que me ven, me dan un beso en la mejilla y se sientan con nosotros. La reacción de Justin no tarda en llegar.

—¿Besos? ¿Quién les ha dado permiso para que te besen?

No sé qué responder. Me río. Paco y Raúl son pareja de hecho y cuando voy a decir lo primero que se me pasa por la mente, Miguel, en confianza, me retira un mechón del pelo y lo pone tras la oreja.

—Maldita sea —gruñe Justin—. ¿Por qué te toca ahora ese tío?

—Papá, ¿qué tal si te llamo cuando llegue a casa? —Para no darle opción a que me responda, digo antes de colgar—: Un besito, papá. Te quiero.

Cierro el móvil y lo dejo sobre la mesa. Con curiosidad miro hacia donde se encuentra Justin y lo veo parado con el móvil aún en la oreja. Su mirada lo dice todo. Está muy… muy cabreado. No le gusta que le cuelgue el teléfono y lo acabo de hacer. Inmediatamente se levanta. Pasa por nuestro lado, mientras Miguel, ajeno a lo que pasa, desayuna tranquilamente y a mí, en cambio, se me cierra el estómago.

Veo entrar a mi jefa acompañada por Gerardo, el jefe de personal, e, incómoda, diez minutos después me escabullo de la cafetería y me dirijo hacia el despacho. Sé que Justin está allí. Me siento en mi mesa y suena mi teléfono. Es él. Me ordena entrar.

Cuando entro, cierro la puerta y posa su fría mirada en mí. Sonrío. Él no. Sé que desea maldecir y gruñir pero se contiene. No es sitio ni lugar para montarme un pollo.

Me mira… me mira y me mira y finalmente se levanta con unos papeles en la mano. Se acerca a mí.

—¡¿Papá?!

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora