A la mañana siguiente, Justin y yo llegamos a la oficina por separado. Está emocionado por mi próximo traslado a Alemania y yo también. Por suerte tengo algo de ropa en su hotel y me cambio para no ir con lo mismo del día anterior. No le he explicado el episodio vivido con aquellas mujeres y decido callar. En realidad, no pasó nada y, si se lo cuento, se enfadará conmigo.
Miguel, como cada mañana, viene a buscarme. Nos vamos a tomar un café antes de comenzar a trabajar.
Acepto encantada y me siento frente a la puerta. Sé que Justin entrará de un momento a otro y me buscará con la mirada. No falla. Diez minutos después, el hombre del que estoy completamente enamorada entra por la puerta y, tras ver dónde estoy sentada se sienta enfrente de mí.
Miguel y yo seguimos charlando y observo disimuladamente a Justin desayunar. Su elegancia para untar la mantequilla en el cruasán me tiene totalmente ensimismada. En un par de ocasiones, nuestras miradas se cruzan, sé que está feliz por mi decisión de irme con él a Alemania y tengo que hacer grandes esfuerzos para no reír como una tonta.
Cuando acabamos el desayuno, Miguel y yo nos levantamos y Justin hace lo mismo. Lo veo salir y, cuando llegamos al ascensor, está esperando con las manos metidas en los bolsillos y su gesto serio e inescrutable. Al vernos, nos mira.
—Buenos días, señorita Flores. Señor Morán.
—Buenos días, señor Bieber—decimos al unísono.
Las puertas del ascensor se abren y los tres nos metemos en él. Damos a la planta diecisiete, pero, mientras sube, el ascensor se para en otras plantas y coge a más personas. De pronto, siento que Justin roza mis nudillos con los suyos y sonrío. Cada vez es más difícil estar juntos sin tocarnos.
Cuando las puertas se abren en nuestra planta, los tres nos bajamos pero Justin toma un camino diferente al nuestro.
—¿Tú crees que Iceman sonríe alguna vez? —cuchichea Miguel, al ver que se aleja.
—Pssss… no sé.
—A ese tío lo que le hace falta es un buen polvo. Verías cómo sonríe.
Eso me hace soltar una carcajada. Si Miguel supiera lo que yo sé, se quedaría de piedra, pero prefiero seguirle el rollo.
—Estoy totalmente convencida.
Entonces aparece mi jefa, nos mira y con su voz chillona dice de malos modos:
—______, sobre tu mesa he dejado varias carpetas. Necesito que fotocopies lo que hay en ella y después lo lleves a mi mesa. Miguel, creo que te buscan en tu departamento. Vamos, ¡a trabajar!
Prosigo mi camino sola hasta el despacho. Una vez allí, veo las carpetas de mi jefa y me encamino hacia la fotocopiadora. Hago lo que ella me pide y después contesto varios correos de las delegaciones. Sobre las once, entro en el archivo. Necesito varios papeles que me han pedido los delegados. Me encuentro ensimismada con ellos, cuando oigo una voz a mi espalda.
—Mmmmm… reconozco que encontrarte en el archivo me sugiere mil perversiones.
Sonrío. Es Justin, que me observa desde la puerta.
—Señor Bieber, ¿desea algo?
Sus ojos pasean por mi cuerpo.
—¿Qué tal una vueltecita? Me encanta cómo te quedan esos pantalones.
Lo complazco y hago lo que me pide. Doy una vuelta sobre mí misma y, cuando la termino, pregunto:
—¿Contento?
—Sí… aunque lo estaría más si te desnudaras y…
—¡Justin!
Con las manos en los bolsillos, sonríe.
—Nena… —murmura sin acercarse a mí—. Pero si me provocas…
—¡Tendrás morro! —Río y, cuando veo que se acerca, levanto una mano y murmuro—: ¡Stop!
Justin se para.
—Fuera de mi archivo. Estoy trabajando y no quiero que me despidan por hacer cosas en el trabajo que no debo, ¿entendido?
Justin da otro paso hacia mí.
—Mmmmm… estás tan guapa cuando trabajas. Ven aquí y dame un beso.
—No.
—Vamos… lo estás deseando tanto como yo.
— Justin, alguien nos puede ver…
Pone cara de bueno y hace un gesto con la mano.
—¿Uno chiquitito?
Resoplo… pero me acerco a él y le doy un beso en los labios. Inmediatamente, Justin me coge de la cintura, me apoya contra los archivadores y me mete su lengua en la boca. Me devora y yo me dejo llevar.
—Dios… pequeña ¿Qué voy a hacer contigo?
—De momento, soltarme —me quejo—. Me estoy clavando el pomo de la puerta del archivador en el culo.
Me suelta rápidamente.
—¿Te duele? —pregunta, preocupado—. ¿Te he hecho daño?
—Noooooooo… —Río—. Sólo lo he dicho para que me soltaras.
De nuevo veo la guasa en sus ojos. Se repasa los labios con la lengua y da un paso hacia atrás. Me mira, levanta un dedo y antes de marcharse dice:
—Que sea la última vez, señorita Flores, que me incita a hacer algo que yo no quiero. Póngase a trabajar y deje de insinuárseme.
Veo cómo sale del archivo y sonrío. La felicidad que Justin me provoca no es comparable a nada en el mundo. Cuando salgo, lo veo hablando por teléfono. Cuando cuelga, pasa por mi lado y, aunque no me mira directamente, sé que me ha mirado. Ambos regresamos a nuestros trabajos.
A la una me avisan de recepción. Un mensajero trae un ramo de rosas. Cuando el mensajero aparece e indica que el precioso ramo de rosas rojas de tallo largo es para mí, me quedo sin palabras. Cuando se va, saco la tarjetita y leo: «Como dice nuestra canción: te llevo en mi mente desesperadamente».
Me quedo boquiabierta mirando la tarjeta con el ramo en las manos. Leer eso me hace sonreír. Justin es tan romántico en la intimidad que me encantaría que todo el mundo lo supiera. Mi jefa, que en ese momento pasa por mi lado, se queda mirando el ramo de flores.
—Qué maravilla. ¿Quién me manda esta preciosidad?
—Me lo han enviado a mí.
Su cara se contrae al escuchar eso, se da la vuelta y se marcha. No le ha hecho gracia saber que yo puedo recibir flores maravillosas. Emocionada, saco uno de los jarrones que guardo para cuando llegan flores, lo lleno de agua y lo pongo sobre mi mesa.
Justin aparece en el despacho, me mira y sin cambiar su habitual gesto serio dice:
—Bonitas flores.
—Gracias, señor Bieber.
—¿Algún admirador secreto?
Sonrío como una boba.
—Mi novio, señor.
Justin asiente, se da la vuelta y se mete en su despacho. Esa tarde cuando llego a casa, Justin llega quince minutos más tarde y, con posesión y deleite, me hace el amor.
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ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&Tu
FanfictionUna novela erótica, sensual y tremendamente morbosa... ¿te atreves a entrar en ella?