Han visto todo desde el lado de Taehyung, y aunque no era tanto, les faltó la otra parte de la historia.
Ese día Jungkook se había metido en problemas, nuevamente había peleado, y aunque no fuera tanto, tenía uno que otro golpe en su cara. En la hora de detención lo cubrió con maquillaje, si los demás se enteraban podrían regañarlo.
Él no tenía intención de pelear en su nueva vida, pues quería iniciar de cero, ser alguien nuevo. Pero no podía, no podía dejar de ser frío, indiferente, y de vez en cuando violento. Se acostumbró a ese ambiente donde él debía ser el más fuerte, quién recibiera y devolviera todos los golpes. Era lo único que podía hacer para vivir y para proteger a Taehyung.
Hablando de él, al inicio de su historia juntos, no le importaba. El chico era tan débil, inútil y llorón. Cuando conoció a su padre supo la razón de todo eso. Kim era fuerte, pero menospreciado. Aquél hombre les enseñó a pelear, a meterse en problemas y más de una vez los obligó a hacer cosas ilegales.
Eran jóvenes, ninguno podía negarse ni enfrentarse a sus órdenes. El miedo no era una opción para ellos, pues si lo demostraban sería peor. Luego de la muerte de su madre, fue capaz de hacer algo por Taehyung, aprendió a quererlo y a recibir los golpes por él.
El día donde tuvo que darle una paliza en la escuela, donde todos fueron testigos y nadie hizo nada por evitarlo, donde el viejo Kim le dijo que estaba orgulloso de que haya golpeado al inútil de su hijo, ese mismo día, se arrepintió. Se arrepintió de hacerlo sangrar y llorar, incluso luego de curar sus heridas el mayor lloraba, y eso le partía el corazón.
Ese día supo que lo amaba más que a nada en esta vida. Que no necesitaba nada más que a él, que podrían haber millones de personas mejores, pero él sólo miraría a Taehyung. El mayor había cautivado y derretido su corazón. Le había echo sentir lo que era amar y lo que es la necesidad de proteger a alguien con toda su alma y toda su fuerza.
Desde entonces, apreció cada cosa. Apreciaba poder probar sus comidas, poder hablar con él, poder ser quien estuviera allí para salvarlo y curar sus heridas, ser quien le tome la mano y le diga que todo estaría bien para luego cerrar la puerta e ir a enfrentarse al viejo Kim. Incluso ahora, ser el primero en poder verlo despertar y el último al verlo dormir, poder decirle que la ropa que el mayor amaba era hermosa, quien le dice que sus uñas son hermosas, poder abrazarlo durante a la noche. Amaba cada cosa.
Se entregó completamente a Kim Taehyung sin miedo, estaría allí para él por siempre, sin importar qué.
Cuando supo que su hyung podía ser Bisexual, tuvo esperanzas en ser correspondido, cuya cosa fue denegada por sus inseguridades y miedos. Era obvio que tenía gestos cada vez más cariñosos con su mayor y por más que se negara, cada vez era más afectuoso. Un lado de él que no sabía que existía.
Esa tarde ya estaban en casa, ninguno tenía idea de qué hacer y Namjoon y Jin no vendrían esa noche, ya se imaginaban por qué.
Propuso (Arrepintiendose al momento) ver al mayor pintarse sus uñas.
—¿Por qué quieres verme?— Amaba tanto esas mejillas sonrojadas.
—Sólo dí que sí.— Le dió una ligera sonrisa que ni él mismo se esperaba, mientras tomaba su mano y lo llevaba al piso de arriba.
Si cuando tenía 15 años le hubieran dicho que a los 17 sería feliz estando sentado en la cama, frente a Taehyung y observando cómo pintaba sus uñas, se burlaría.
Por necesidad, tomó las manos del mayor y las observó con interés.
—¿Puedes prometerme algo?
Bajo la confusa mirada, continuó.
—Pinta tus uñas de esta forma siempre, aunque estés en público. Que seas tú mismo me hace inmensamente feliz, hyung.
La respuesta fué inmediata, unos cálidos y hermosos brazos rodeándolo, una pequeña cintura siendo rodeada por sus brazos, y un pequeño "gracias" chocando contra su oreja.
Sí, Taehyung era todo lo que estaba bien en su mundo.
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Dicen ≥VKook≤
FanfictionTodos decían que eran enemigos. Que se odiaban. Que peleaban. Que no podían siquiera verse. Que estaban juntos por obligación. Decían, pues no sabían la realidad. No sabían que esas miradas iban más allá del odio, y que esos moretones no eran de ira...