EL PRIMER DIA

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La delegación policial del barrio La Concordia estaba situada en la intersección de la calle Cotopaxi y la avenida Roberto Crespi. Constaba de dos edificios distintos. Uno era moderno que además de albergar oficinas administrativas y dependencias varias, también brindaba el servicio de expedición de constancias policiales. En el otro local se encontraba el área forense, la sección de investigación y las bartolinas. El inmueble era una casa antigua que había sido adaptada para tales fines.

Esa mañana todo el ambiente de la ciudad parecía estar cambiando. De aquellas lluvias que habían originado estragos hacía unas semanas no quedaba ni rastro. Y ahora el clima se mostraba fresco, augurando la llegada de los vientos nortes que solo significaba el final del año.

En la recepción de la casa antigua había un escritorio bastante maltrecho donde un hombre estaba de lo más concentrado leyendo el periódico. Con lápiz en mano resolvía el crucigrama de la sección Variedades. El sujeto vestía con un atuendo que había sido azul oscuro, pero ahora el uniforme presentaba un aspecto desvaído. Sus sienes eran plateadas y su rostro era surcado por arrugas pronunciadas. Su nombre era Alberto Salama.

En ese momento de la mañana, el recepcionista se devanaba los sesos tratando de colocar cinco letras como sinónimo de "hombre opulento" en la seis horizontal. Sus esfuerzos eran inútiles por lo que no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que fue tarde.

— ¡Buenas! Busco la sección de investigación.

Alberto volviendo en sí quedó bastante aturdido porque la sorpresa del encuentro lo dejó sin habla. Frente a él estaba una joven bastante guapa. Era de baja estatura, cabello negro y en su rostro destacaban, unos ojos felinos que parecían el epítome de la curiosidad y la gracia. En ese momento la chica se le quedó viendo con una expresión perspicaz, estaba sorprendida porque creyó que el sujeto dormía en su puesto de trabajo. El viejo tratando de salir de aquel estado, solo pudo decir el estribillo que había repetido en aquel escritorio desde hacía más de quince años:

— Delegación La concordia, ¿En qué puedo ayudarle?

— Me llamo Melisa Vidal, debo entrevistarme con el inspector Garrido...

— ¡Ahh! ¡Necesita una cita! el inspector es alguien ocupado que no atiende a estudiantes así por así... — interrumpió el anciano sin vacilar.

La muchacha vestía un atuendo juvenil, que era rematado por una chaqueta de cuero oscuro. Ella respiró hondo tratando de dominarse y no decir lo primero que vino a su mente.

— En realidad, tengo una cita. Él me espera a las nueve. Soy la nueva inves...

— ¿Usted...es la nueva investigadora? — inquirió el sujeto con sorpresa, deteniendo a Melisa, que empezaba a enojarse. Y luego para rematar el sujeto comentó: — No tiene la pinta de detective. No parece mayor que mi hija que acaba de entrar a la U.

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