AL DIA SIGUIENTE

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Despertó debido al sonido de un claxon en la calle. Lo primero que vió fue el techo, era de color mate pero se veía desvaído, en definitiva, necesitaba un par de manos de pintura. Sus procesos evaluativos empezaron a trabajar. Por lo que luego de un instante se percató de algunos hechos incómodos.

El primero de todos: estaba completamente desnuda.

Yacía en el borde de su cama por lo que con un cuidado extremo empezó a girar su cabeza para ver a su lado. Pero en su lecho solo reposaba ella. Suspiró aliviada porque no habría sabido cómo reaccionar en caso de encontrarse cara a cara con su compañero.

Entonces se percató de otra realidad: tenía una resaca impresionante, le dolía la cabeza cómo si tuviera enterrado un cuchillo en el centro de la frente. Estaba sedienta, pero cuando saboreó su boca le supo acre. Parecía como si no se hubiera cepillado los dientes en semanas. Distinguió con claridad el regusto de la cerveza pasada, dulce rancio, y un sabor extraño que no pudo identificar.

Una segunda inspección detectó que sentía la piel pegajosa, removió la sábana que la cubría, y el olor que persistía era un aroma dulzón. Notó una mancha en el espacio entre sus senos y por pura curiosidad, colocó la yema de su dedo índice llevándolo a su lengua: era dulce.

De reojo volvió a ver algo que estaba cerca de sus pies, era una forma oscura. La habitación tenía las cortinas entrecerradas por lo que la iluminación era mortecina. Se sentó y vió que aquel objeto era el dildo de goma que una compañera bromista le había regalado hacía un año.

Luego cambió de posición, sentándose a la orilla de la cama. Encendió la lámpara que estaba sobre la mesita de noche. Entonces vio que su habitación lucía como un caos total. Un huracán parecía haber pasado por el sitio. Toda su ropa estaba desperdigada por todo el lugar, sus bragas rosas estaban colgadas sobre un reloj empotrado en la pared. Vio la camisa de su compañero cerca de la puerta, y un recipiente de helado en medio de aquel desorden.

Fue en ese momento que se despertó "la detective". Sabía que sólo aquel personaje literario, hijo de Arthur Conan Doyle, sabría lo que había acontecido aquella noche solo con observar el cuarto, pero su personalidad inquisitiva se quedó viendo con estupor todo ese revoltijo, y lo único que pudo hacer fue tomar notas. Reconstruir lo que había pasado a partir de lo que veían sería infructuoso.

La cama no estaba pegada a la pared, como siempre, estaba separada de aquel tabique por muchas pulgadas de distancia. Cuando se sentó, se dio cuenta que le ardía el trasero. La piel la sentía escocida, con un movimiento trató de verse los glúteos, y con sorpresa descubrió que tenía unas marcas rojas con la forma de una mano.

Otro hecho curioso era que se sentía dolorida de todos lados. Parecía estar reviviendo sus años en la academia policial, cuando se levantaba a las cuatro de la mañana a trotar por diez kilómetros, luego un día ocupado en clases, jugar basquetbol por las tardes, y limpiar su habitación por las noches...cuando se retiraba a dormir...iba casi molida. Esta sensación era parecida, solo que bastante superior.

LA MARCA DEL VIAJERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora