LA LUZ AL FINAL

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Al día siguiente, continuaron los interrogatorios. Hubo una pausa durante el domingo, y el lunes siguió aquella extenuante jornada. El único que no se veía cansado, si no lo opuesto, era el fiscal Cromeyer. Lo único que molestaba al engreído funcionario, era la falta de pruebas reales contra Alexander Claros, ya que su implicación en todos los delitos dependía del testimonio del reo protegido.

Y cómo lo estipulaba el trato, la otra detenida había sido liberada, y el prisionero Parras había sido trasladado a la delegación del barrio Los Ángeles al extremo este de la ciudad. Luego de lo cual se le brindaría protección especial para que testificara al momento del juicio contra sus antiguos compañeros.

Melisa había colaborado con Ticas todo ese tiempo, pero aquello no borró la animadversión que el sujeto le causaba, ya que se dio cuenta que cuando ella se descuidaba, el viejo le dedicaba miradas lascivas. Aunque durante sus conversaciones de trabajo jamás le insinuó nada fuera del orden.

La investigadora salió de la delegación al finalizar la jornada con la esperanza que pasara algún suceso catastrófico en la ciudad o, al menos, caer enferma. Ya que al día siguiente llegaría su compañero ausente debido al permiso por duelo.

Una vez en su departamento, y luego de cenar. Se quedó reflexionando en su cama acerca de todo lo ocurrido en los últimos días. Mientras fumaba, recapituló todas sus interacciones con Wilmer, las analizó, desglosó y al final llegó a una triste conclusión acerca de sí misma:

Soy una mierda... — pensó.

A pesar de sus intentos de control, siempre terminaba perdiendo los estribos, y dañando a las personas que estaban cerca de ella. Esto le había causado problemas en su pasado, y continuaba haciéndolo.

No era muy dada a reflexiones profundas, pero era lo único que le quedaba en ese momento. Y entonces tuvo otra revelación, que al final le resultó más que incómoda: Era igual a su padre, Manuel Vidal.

Recordaba la forma en que había salido de su casa, básicamente tirando la puerta e insultando a su progenitor. Él y su madre vivían peleando desde que ella tenía memoria. Eso era lo que más detestaba en su vida. Y no entendía por qué ese par seguía unido. ¿Era posible que ella, debido a ese ejemplo, relacionara el amor con el conflicto?

Su padre no pudo seguir estudiando debido a que Elisa de Vidal había quedado embarazada. Y a él no le tocó de otra que buscar trabajo de aprendiz en un taller mecánico y automotriz para poder mantener a su incipiente familia. Con el tiempo, se había independizado y con un préstamo que hizo al banco, montó su propio negocio.

La joven recordaba que a veces ella pasaba algunas de sus tardes ayudando al viejo, especialmente en vacaciones. Melisa rememoraba ese tiempo con cierta nostalgia porque le gustaba pasar tiempo con su padre. Pero un día, el hombre no le permitió regresar más porque quería que ella se concentrara en sus clases, y no en perder su tiempo manchándose las manos de grasa. Ese fue el primero de muchos motivos por el que tenía diferencias con su progenitor. Todo culminó el día que anunció que ya no quería seguir estudiando una carrera técnica que ni la emocionaba, y que estaba pensando seriamente entrar a la academia policial.

Fue la pelea más grande que tuvo alguna vez, y debido a la intransigencia de Manuel, al final, la chica a gritos le dijo a su padre que prefería irse de la casa y buscar su propio camino, antes que terminar como un fracasado... como él.

Y esa fue la última vez que hablaron. Ella se mudó con una amiga, y luego ingresó a la academia de policía. En la actualidad, visitaba la casa de sus padres de forma esporádica, y siempre cuando sabía que Manuel no estaría en el sitio.

Al final de aquel análisis se percató que había excedido por mucho su cuota de nicotina. Después de un rato se quedó dormida.

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Amaneció. Y a pesar de su ansiedad y temor, se fue a la delegación. Llegó temprano. Luego de un rato arribó Ticas, más tarde Garrido, y al final Wilmer.

Y justo cómo lo temía, él se comportó frío y distante. Apenas un saludo escueto fue lo que compartieron.

Debido a que la fase de interrogatorios había concluido, y los fiscales estaban recopilando toda la información para armar la acusación en contra de la banda de "La fosa", ella ya podía dedicarse a sus otros casos pendientes. Pero el que realmente le importaba era el del "viajero".

La falta de pistas seguía siendo un problema. Por ejemplo, había pedido a las otras delegaciones el informe de las personas reportadas como desaparecidas y que se ajustaran al perfil de la mujer del parque; pero no halló ninguna coincidencia. También había pedido a sus colegas de otras dependencias que le ayudaran con la búsqueda de Alexis Sifontes, alias "Frosty"; pero cómo solo era una sospecha la que pesaba sobre el sujeto, entonces no era prioridad real.

A media mañana de ese día no pudo soportar más ver a Wilmer con aquella cara triste que parecía acusarla. Por lo que agarró su chaqueta y se fue a la zona este de la ciudad con la lista de lugares donde se sabía que podían guardar aquel polímero plástico como materia prima.

Aquello fue infructuoso, pero hizo que pasara ocupada y lejos de la delegación, por ende, de su otrora amigo y amante de una noche.

Wilmer por su lado se quedó revisando los informes de los interrogatorios, y con énfasis en la parte del robo de vehículos. Vio los documentos que Melisa había redactado, y aunque de acuerdo a él, le faltaba pulir un poco la composición, le parecieron bastante profesionales, específicos y concisos.

Él también salió hacia la zona este de la ciudad, en concreto, a la delegación Los Ángeles para platicar con su colega, Francisco Camacho. Pero tuvo un resultado parecido al de Melisa, aunque respecto al caso Alberti. Todo se perdía en una maraña de detalles poco concluyentes, dado que la camioneta gris era robada, y no había garantía que fuese la misma vista por el testigo senil en la casa de la víctima.

El día siguiente transcurrió bajo el mismo tenor. Ambos se ignoraban de forma tan obvia, que hizo que su jefe les dedicara una mirada suspicaz durante la mañana. Ellos se veían concentrados en los informes de otros casos de su lista. A media tarde, Garrido se reunió con Alpízar, ambos hablaron por casi una hora. Melisa fingía estar leyendo, pero en realidad aprovechaba para ver que se cocinaba en la oficina de su jefe, o al final era solo para observar a Wilmer sin que él se diera cuenta.

Esa noche cuando se disponía a dormir. En su interior algo pasó.

Su parte sensible pidió audiencia con Mel para hablar de algo de extrema urgencia. Luego de aquella intervención sintió que vio la luz al final del túnel porque pudo dormir casi al instante sin sufrir del insomnio que la había atacado durante las noches previas.

LA MARCA DEL VIAJERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora