— ¡Qué manera de cagarla! — pensó Melisa mientras fumaba su tercer cigarrillo sentada en aquel parque.
Era pasado el mediodía y no deseaba volver a la oficina. Había llegado al sitio hacía un par de horas con la esperanza de hallar una pista, en vista que el expediente no contenía mucha información útil para resolver el crimen.
Creía que para ese momento aquel idiota estaría cantándole al jefe todo un cuento chino acerca de lo que había ocurrido, ¡tergiversándolo claro! La pintaría cómo una histérica, desequilibrada y quien sabe qué más. Incluso, era de considerar, que convocaría a alguien de Asuntos Internos, o peor, a un fiscal con quien levantaría una denuncia por agresión.
Eso sería el broche de oro del fin de su carrera. Pero al fin, ella era la culpable. Se había dejado manipular, había caído en el juego de aquel pendejo, y su impulsividad natural la había dominado. Recordaba que en el colegio era la alumna más problemática del curso. Sus viajes a la oficina del director eran casi semanales, y debido a sus ataques de ira en el aula le decían "mechita corta"....a sus espaldas porque todos le temían, y más de alguien terminó en la enfermería por atreverse a decirle ese apodo en su cara.
Exhaló lo último del cigarro mientras veía la cancha de basquetbol. De repente, se percató que un automóvil apareció en la calle aledaña. A esa hora el sitio estaba desierto. El vehículo se le hacía conocido. Cuando se estacionó vio cómo de él se bajaba Alpízar. Tuvo un momento de pánico, pero palpó la cacha de su revólver y se tranquilizó un poco.
Al estar cerca vió cómo el mentón del sujeto ostentaba una marca morada. Él avanzaba con paso seguro y un rostro indescifrable. Ella vistió su cara con una expresión de reto, mientras dijo con tranquilidad al aproximarse el hombre.
— No me voy a disculpar por lo que hice. Estás en libertad de denunciarme con Garrido o con Asuntos Internos, pero jamás le pediré perdón a un idiota como tú.
Él se quedó parado frente a ella y al término de sus palabras, respondió:
— Soy yo quien debe pedirte disculpas... ¿puedo acompañarte?
Melisa se quedó desconcertada, pero hizo una seña de aceptación, incluso llegó a ofrecerle un cigarrillo que él rechazó.
— Llevo seis meses sin dormir apropiadamente, y creo que esto ha empezado a cobrarme la factura...
Entonces le empezó a contar desde aquel día fatídico que por un examen rutinario, a su madre se le diagnosticó cáncer de hígado. Todo a partir de ahí fue cuesta arriba para Wilmer. Él aún vivía con su progenitora en una casa al norte de la ciudad. Su padre los había abandonado cuando él tenía ocho años, y desde ese momento ella era su única familia.
Al descubrirse aquella enfermedad tuvo que dedicar sus noches a atenderla, velando su sueño y obligándola a tomar sus múltiples medicamentos. Durante el día, una vecina y mejor amiga de la señora, le ayudaba a cuidarla. Pero a la larga, la rutina que aquel padecimiento les había impuesto estaba afectándolo más de lo que había pensado.
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LA MARCA DEL VIAJERO
Mystery / ThrillerUn crimen sin pistas, reabre los casos sin resolver atribuidos a un asesino en serie. Una pareja de detectives deberán armar aquel rompecabezas , corriendo contra el tiempo, ya que el viajero está empeñado en dejar su marca.