GRATITUD OBLIGATORIA

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Dormía sin sueños, navegando en la profundidad de su inconsciente cuando escuchó un ruido sordo que le sonó a una explosión. Sobresaltado volvió en sí, dándose cuenta que estaba en la salita de reuniones. De almohada tenía unos expedientes relacionados con una banda de robacoches que operaba en la zona desde hacía un par de meses. Estaba desorientado.

De pronto al enfocar los ojos se dio cuenta que Melisa estaba sentada frente a él. La chica tomaba café, y al instante le ofreció una enorme taza humeante que más parecía un tarro cervecero. El recipiente era blanco y masivo. Tenía una leyenda que decía:

Talleres Vidal. Somos los mejores con su auto.

Tomando aquella bebida, sintió la explosión de la cafeína entrando a su sistema nervioso al ingerir el primer sorbo. Y sólo se le ocurrió preguntar:

— ¿Eres dueña de un taller automotriz?

— Mi papá lo es. Tiene su negocio al sur de la ciudad.

— Gracias por despertarme. Si me ve Garrido, de seguro, me cuelga. — dijo él con un bostezo.

— Ya llevabas un buen rato roncando. Te dejé dormir y me fui por estos cafés al otro edificio. La señora de la limpieza, ya tiene preparada una cafetera a esta hora. — replicó ella con amabilidad.

— Te lo agradezco.

— Es lo menos que puedo hacer después de lo del golpe y que me ayudaste en el parque.

— Pensaba que hoy deberíamos ir a buscar al tal Sifontes...ir al arrabal. Con suerte lo hallaremos en su casa. — propuso el detective mientras seguía vaciando su taza.

— Sí. Pensaba lo mismo... Pero tienes que lavarte la cara después del café. Si Garrido te ve a los ojos... ¿Quién sabe qué pensará?

— ¿Tan mal me veo?

Ella se le quedó viendo con una mirada inquisitiva, y con picardía dijo:

— Te ves cómo uno de los mocosos del parque... ¡rejodido!

Wilmer sonrió con aire cansado y con un solo movimiento terminó de vaciar su tazón. Luego se encaminó al baño para lavarse el rostro y cambiar su semblante a algo más presentable.

Más tarde partieron hacia la colonia San Patricio para buscar al chico apodado Frosty. Al término de la mañana se dieron cuenta que aquello era infructuoso. En la casa del muchacho, su abuela estaba más que fúrica indicándole a los detectives que su nieto llevaba varios días desaparecido. Según la señora, Alexis había tomado una mochila con un poco de ropa, y se había marchado sin despedirse.

Tanto Melisa cómo Wilmer, notaron que la anciana en realidad no sabía el paradero del chico. Pero para asegurarse le dieron un par de tarjetas con sus teléfonos en caso que Frosty regresara. A lo que la abuela contestó:

— Pero primero se las va a ver conmigo. Ya sabía que ese rebelde andaba en malos pasos...No le van a quedar ganas de andarse juntando con la pacotilla de vagos del greñudo ese...

Los investigadores dedicaron el resto del tiempo a recorrer el arrabal, indagando y tratando de buscar una pista del paradero de Alexis, pero nadie les dijo más de lo que ya sabían. Frosty ya no estaba en la San Patricio.

Ya estaban por abandonar la zona cuando el celular de Wilmer sonó. Él observó el mensaje entrante con un rostro preocupado. Melisa sin percatarse de eso, dijo:

— Sabes qué. A pesar de todo, me sigo sintiendo culpable por lo del golpe, y en verdad estoy en deuda por toda tu ayuda. Que me dices si te invito a almorzar... Tal vez comiendo algo, se nos ocurra que más hacer con este caso...

— Parece buena idea...lo de comer. Pero tendrá que ser otro día. Mi mamá regresó del hospital, y por un par de horas tendré que cuidarla...Mi vecina...la señora Norma y su hija...tienen un pequeño inconveniente... y yo debo regresar a la casa.

— ¿Pero vas a almorzar al menos? ¿Desde hace cuánto no comes algo real?

Wilmer se le quedó viendo algo extrañado porque en verdad no lo recordaba, si estaba en la delegación, su almuerzo era comida rápida de algún carrito de ventas en los alrededores. Después le dijo a la chica que si estaba en casa, cenaba verduras hervidas o frutas que constituían la dieta de su progenitora.

— Te propongo algo... Almorzamos en tu casa, yo preparo algo sencillo para los dos. Y sin problema le hago unas verduras hervidas a tu mamá... ¿Tienes víveres en tu casa? O pasamos comprando algo...— dijo la chica animada.

— El fin de semana fui al mercado...tengo algo en la refri aun...De lo otro no sé... ¿puedes cocinar? — inquirió él con interés.

Melisa suspiró con cierta irritación, replicando:

— Mira, Wil. Si esa pregunta es en serio, te voy a dar otro golpe en la barbilla...Yo vivo sola desde los dieciocho. Y esta oferta es algo que a nadie le hecho jamás.

El detective alzó los brazos en señal de rendición, y le abrió la puerta de su automóvil a su compañera. Ya que el vehículo de la joven estaba parqueado en la delegación. Luego de unos minutos partían hacia la casa de Wilmer.

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Una vez en el lugar, ambos detectives entraron a la casa. El hombre le enseñó a su compañera donde se ubicaba la cocina, mientras el subió a la segunda planta donde estaba la habitación de su madre.

En ese rato, Melisa registró la refrigeradora donde encontró las verduras crudas, aunque sin pelar en recipientes plásticos donde supuso que la vecina las guardaba así para facilitar la preparación de las mismas. Por lo que sin prisa buscó un pelador y luego una cazuela para hervir aquellas raciones preseleccionadas.

Por otro lado, halló un par de bistecs que podía preparar para el almuerzo de ambos. El arroz estaba preparado y guardado en una olla al fondo del frigorífico.

Previamente se vistió con un mandil que encontró en la pared y recogió su cabello por medio de una coleta. Luego empezó a cocinar. En esos afanes estaba cuando alguien dijo:

¿Qué se supone que haces, Mel?

— ¡Que no ves!...el almuerzo.

¡Uhmm! Eso me queda claro... Lo que veo raro es tanta dedicación por un tipo que apenas conoces.

Melisa sin querer había iniciado el juego de "las voces" y estas casi siempre, podían ser bastante fastidiosas.

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Capitulo dedicado a @yvenath

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