Un crimen sin pistas, reabre los casos sin resolver atribuidos a un asesino en serie. Una pareja de detectives deberán armar aquel rompecabezas , corriendo contra el tiempo, ya que el viajero está empeñado en dejar su marca.
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El viaje de regreso a la delegación estuvo caracterizado por el silencio. Melisa por su lado evaluaba todo lo que su compañero le había narrado. Si había alguna conexión con "la mujer del parque" entonces estaba frente a una tarea monumental y, quizá, peligrosa. Por otro lado, su involucramiento en la vida de su compañero añadía aristas a la situación ya de por sí delicada. El hombre cómo podía convertirse en su más grande aliado, también podía llegar a ser una fuente de incomodidad que al final obstruiría la investigación al surgir elementos personales entre ellos. Por eso, para ese instante, se aseguraba a sí misma que su relación con Wilmer debía mantenerse dentro de los límites del profesionalismo más puro. Esa sería la política oficial a seguir.
El detective Alpízar por su lado estaba divagando acerca del comportamiento de Mariana, su vecina. Todas las últimas semanas, ella se había mostrado irritable con él, por las nimiedades más intrascendentes. Por ello, trataba de evitarla cuando estaba en casa, o buscaba excusas para llegar tarde al final del día. Imaginaba que todo se trataba acerca de la situación de desempleo de la mujer, que quizá empezaba a cobrarle factura en su estado de ánimo.
Habían sido novios durante la época del colegio, pero luego todo concluyó cuando él entró a la academia policial. Además la joven había estado comprometida para casarse durante la Universidad, pero aquello no llegó a término, debido a la infidelidad del novio, un estudiante de la carrera de ingeniería civil.
En ese momento, la vecina estaba sin trabajo, por lo que usaba mucho de su tiempo libre para cuidar a su madre. Lo cierto era, que Ivette de Alpízar y Norma Cano, soñaban que sus respectivos hijos terminaran juntos algún día.
Pero aquel deseo chocaba contra la realidad, ya que Wilmer no sentía más que simpatía por la chica, y ella a su vez, consideraba al hombre como una caja fuerte emocional. El haberse graduado, la capacitaba para hacer un psicoanálisis básico del sujeto donde había determinado que él preferiría darse un tiro en el pie antes que compartir sus sentimientos, y esto lo hacía descartable como un futuro esposo. Ya que la pareja ideal de Mariana sería el hombre capaz de abrirle su corazón y expresar lo que anidaba en él. Cosa que Wilmer jamás haría.
Una vez llegaron a la delegación, Melisa se bajó del automóvil, y dijo:
— ¡Hey, Will! Tengo que ir a mi carro. Te alcanzo luego...
Alpízar asintió mientras recogía sus cosas y descendía del vehículo. Volvió a ver cómo su compañera se dirigía hacia el sur, en dirección a un automóvil compacto estacionado cerca de una cafetería.
Melisa aprovechó a sacar una bolsa donde guardaba su cepillo de dientes y pasta dentífrica. En esas estaba cuando sintió un ligero escalofrío que recorrió su espalda. La joven salió con lentitud de su carro, y sólo por curiosidad observó a sus alrededores. Y una de sus voces comentó:
— ¿Paranoica, Mel? En definitiva, Wilmer es un narrador de los finos. Te ha transmitido su propio estado de ánimo con respecto al caso... ¡Mucho cuidado!