Durante la subsecuente semana Emma había visitado a sus padres en McComb, un mediano pueblo estadounidense en el estado de Mississipi hacia el sur de New York. Además de convivir con sus primas, y amigos de la infancia que aún vivían en el lugar, conoció a Chuck, o Caroline que se ganó su confianza rápidamente, y que además también se iría a New York un par de meses por lo que le gustaba hacer, actuar. Y Emma le había prometido ir a ver alguno de sus shows, así que le dejó su número telefónico.
Emma le había dicho la verdad a su madre, no había regresado con Jim, y le contó todo lo que en verdad ocurrió, quería evitarse problemas familiares.
Lucy en cambio, se había ido con Porter a sabe dónde, sólo le había dicho a su hermana que iba a estar con él un buen tiempo, y que le mandaría un mensaje para confirmar que estaba bien, no sólo a ella, si no a su padre, que al parecer ya sabía que tenía novio. Después supo que se tomaría unas vacaciones con el americano, aprovechando que el siguiente año comenzaría una serie de cursos de filosofía, mientras que él algunas presentaciones, y a obvias razones sería para los dos más complicado verse.
Además, durante aquella semana había hablado con Anton la mayoría de las noches hasta tres horas, y terminaban la llamada debido a que la madre de Emma le pedía a gritos desde el segundo piso que dejara dormir a su padre. Él le comentó que aquellas dos semanas se adelantarían un poco, y podía verla el sábado. Y aquel día era jueves, así que al siguiente día Emma se despidió de su familia y amigos, y partió de nuevo a New York.
Irían a cenar, no sabía a donde. Se había vestido demasiado simple, cuando desglosó la puerta de su armario, buscó y sacó vestidos, jeans, shorts, pero para aquella noche fría donde lo único que quería ella en sí era dormir, no era apta para vestidos o shorts. Así qué optó por unos jeans y un suéter holgado, con botines y un gorro. Después de haber preparado un pequeño bolso, se sentó en su sala, aún no eran las ocho, pero tuvo el ligero presentimiento de que Anton jamás iría. Pero no fue así, a las ocho y once minutos escuchó como golpeaban su puerta, era él. La abrió con lentitud.
-Hola Anton-Le saludó y le depósito un beso en la mejilla. Podía acostumbrarse a su barba toda la vida.
-Hola Emma-Iba vestido como siempre, jeans, una camisa a cuadros, y debajo de esta una blanca, tenis Nike y una chaqueta de cuero negra. Iba ligeramente despeinado-Vamos-Movió su rostro en sinónimo de comenzar a caminar, y alzó su brazo para que ella lo entrelazara. Así lo hizo y cerró sin siquiera poner seguro a la puerta, al fin y al cabo el edificio ya contaba con seguridad.
-¿Cómo te fue?-Le preguntó Emma ya estando en el elevador. Anton retiró el dedo del botón que marcaba Planta Baja, y la observó, aún con su brazo en él.
-Podía haberme ido mejor si alguien hubiera estado conmigo.
-¿Tus amigos te dejaron?-Carcajeó discretamente.
- No, pasé como siempre un muy buen rato con ellos-Pausó y tomó aire-Necesitaba que estuvieras allí-Fue directo-Me haces sentir bien-Emma lo miró, no sabía que responderle. Así qué observó la pequeña pantalla electrónica que marcaba el piso donde pasaban, y faltaban siete de diez.
Cerró los ojos y respiró hondo, sintió la mano de él en su cintura del lado derecho estando él a la izquierda de ella, la giró en un momento rápido, y la estampó contra uno de los lados del pequeño cubo. Emma se tragó su aire, no se habían besado, no por el momento. Los labios de cada uno sólo rozaban, tenían los ojos cerrados, y ella alzó sus manos para acariciar las mejillas raposas de él por consecuencia de su barba.
Se abrió la puerta y se separaron rápido. Una pareja de la tercera edad se adentraba al elevador en el piso cuatro, el matrimonio Roosevelt, los miraron. Emma y Anton intercambiaron una mirada de reojo y echaron unas risillas, los señores los habían alcanzado a ver.
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Contigo [Anton Zaslavski/Zedd Fan Fic]
FanfictionEmma Bradford no era graciosa, mucho menos social. A sus veintitrés años tenía un trabajo que pocas podían haber conseguido. La vida da vueltas, alguna anticipadas, otras inesperadas. Y así como la última, conoció a su dolor de cabeza, su montaña ru...