Anton conducía cerrado en su propio mundo, y miraba de reojo por el espejo retrovisor a Emma quién yacía dormida con su cabeza posada en el vidrio de la puerta en la parte trasera con una chaqueta de él color azul fuerte que casualmente tenía en la parte trasera de su auto deportivo, y que apenas si cubría su desnudo-en totalidad- torso.
Después de que hubiera salido de ella, sólo la observó, se vistió y salió del auto hacia el lado del piloto, Emma se quedó ahí. Con algún sentimiento encontrado hacia él, verdaderamente agradecía haberlo conocido, y él también a ella.
Debían solucionar esa situación como lo dictaban sus respectivas edades, 25 y 23. Además, en lo qué cabe, sólo eran amigos, aunque ninguno de los dos lo sintiese así.
El alemán condujo el auto hacia la cochera automática de la casa donde se encontraría las subsecuente semana, tenía pensado llevarse a Emma a Miami lejos de todo su mundo, quería estar solamente con ella, pero los planes estaban en juego ahora.
Suspiró, y abrió la puerta para salir, caminó del otro lado y abrió la puerta con precaución de que Emma no cayera al suelo. La tomó entre sus brazos, además de su ropa, y su bolso en el que su iPhone en un momento dado no dejaba de sonar.
Subió las escaleras, ella era ligera, ligerísima, y no le costaba cargarla así. La colocó sobre la cama, y le depósito un beso en los labios que ella sintió, y que al finalizar su semblante seguía triste, no había cambiado nada.
Se sentó del otro extremo lado de la cama, frotó su rostro con su mano, cansado y enojado consigo mismo. Debía dejar sus costumbres varoniles ahora más que nada.
Ni siquiera tuvo un cambio de ropa, apagó la luz y durmió. Durmió maldiciendo sus estupideces, a si mismo por vivir al límite y no pensar en el mañana. Se había olvidado de vivir, como alguna vez se propuso.
Emma despertó mal. Con náuseas, mareo, y un dolor de cabeza agobiante. No sabía que hora era, pero aún el sol ni siquiera se alzaba, aún la oscuridad comía a la hora Antes Meridiano.
Se sentó en la cama y subió el cierre de la chaqueta, tenía mucho frío, y los escalofríos no eran la excepción de su estado corporal. Observó su alrededor, estaba oscuro, a no ser de unos rayos de luz artificial que venían del piso de abajo que entraban por la puerta principal. Anton dormía. Recordó lo sucedido como un balde de agua fría. Se había puesto celosa, si, pero era lo que menos quería que Anton se enterara.
<<Somos amigos>> Pensó Bradford <<Somos amigos>> Repitió.
Caminó hacia el baño de la habitación. El taburete del lavamanos era hecho de mármol, y los demás accesorios eran entre colores grises, blancos, y dorados.
Se quitó los vaqueros, y mojó su rostro que después secó con un paño. Salió, él seguía dormido y estaba dispuesta a despertarlo, pero antes debía hacer algunas cosas.
Bajó las escaleras, sin sus botines, en bragas y una chaqueta que no era suya. Se acercó al comedor gris que tenía encima la MacBook Pro de Anton. Se sentó frente a esta, y la abrió.
No tardó más de dos minutos y ya había abierto Safari, y tecleado el famoso sitio de correos Hotmail, que para su sorpresa estaba saturado de correos acerca de su trabajo, y confirmaciones de compras por internet. Y mientras esto, la curiosidad le consumió, dejo lo que leía. Minimizó el navegador, y abrió Fotos. Todo aquello era normal en una mujer, ¿No?
No había nada interesante. Fotos de él con su familia, en presentaciones, con amigos que había visto la noche anterior, y algunas de cuando era un simple infante. Sabía con quien trataba, y ella sentía que desde ese punto, ellos sin decirse y proponerse absolutamente nada, ya eran algo.
Intercambió mensajes con algunos amigos suyos por el famosísimo Facebook, y buscó algo que comer en la nevera. Nada.
Así que sólo regresó por aquella escaleras de caracol, y de nuevo se acostó de lado de Anton.
Cuando hizo eso, sólo sintió como la tomó por la cintura y la abrazó, tomándole las manos, entrelazándolas con las suyas, respirando sobre su cuello.
Emma se volteó para verlo. Miró esos ojos que eran como dos olivos resplandecientes, que contaban toda una historia, y que conservaban, muy dentro, una oscuridad parecida a la de un crepúsculo al atardecer. Le tomó la mejilla, y con su dedo pulgar la frotaba.
-Perdón Emma-Le susurró tan bajito...Sólo le sonrió encarecidamente. Estaba a media cabeza más arriba de él. Era como una madre que tenía a su hijo en su pecho protegiéndolo de la maldades que se avecinaban. Cerró los ojos y lo abrazó con fuerza ligera, sólo miro como se volvió a dormir.
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Contigo [Anton Zaslavski/Zedd Fan Fic]
FanfictionEmma Bradford no era graciosa, mucho menos social. A sus veintitrés años tenía un trabajo que pocas podían haber conseguido. La vida da vueltas, alguna anticipadas, otras inesperadas. Y así como la última, conoció a su dolor de cabeza, su montaña ru...