23. JINKI Y RISA

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[HACE MAS DE 900 AÑOS]

En una blanca y amplia habitación, en uno de los niveles más altos del castillo, adornada con los suaves rayos del sol que se filtraban a través de las cortinas semi transparentes, dando la ilusión de un mundo comparable al mismo paraíso.

Para el hijo mayor del emperador, en esa habitación estaba dispuesta la pintura más hermosa que pudiera ser dibujada ante sus pupilas.

Hilos de luz dorada adornaban una blanca, tersa y pálida piel que solo le pertenecía a él, una piel que sólo él había estremecido con su tacto durante cientos de años.

Esa habitación había sido testigo de innumerables ocasiones en que Jinki y Risa se habían entregado el uno al otro.

Las paredes se encontraban impresas de sus votos y promesas de amor, juradas en un mar de éxtasis y pasión descontrolados en el que se veían atrapados como si de la peor de las drogas se tratara.

Esa habitación que era como su refugio y nido, un precioso lugar solo para los dos, el mismo lugar que sería testigo de la última vez que se harían el amor.

Cuando se enteraron del cruel destino que les esperaba a ellos y sus hermanos, cayeron en la desesperación por intentar cambiar lo que el futuro les deparaba, sin embargo una y otra vez, en intentos desesperados por lograrlo cayeron en un error tras otro y poco a poco en la desesperación.

Y como tantos días entre las sedosas sábanas la joven pareja disfrutó de su encuentro que les ayudaba a superar tantos fracasos y les daba la fuerza y esperanza para continuar intentándolo.

—¿Estás segura de esto?—. Jinki preguntó a Risa mientras la sostenía en sus brazos.

El joven se deleitaba con el calor de la tersa y pálida piel desnuda de su prometida, los largos cabellos de la princesa heredera bailaban ligeramente con el viento proveniente a través de la ventana y acariciaban discretamente la piel desnuda de Jinki mientras depositaba beso tras beso en la extensión de la piel de su amante.

Siempre cautivado por el olor de ella, como si de una droga se tratara, su hermosa y melodiosa voz lograba siempre tranquilizarlo, sus caricias tenían el poder de sostener su alma y cuando hacían el amor era como si se posicionara de su alma y la abrazara, Jinki realmente amaba a Risa.

—¿Por qué no lo pensamos nuevamente?—. Preguntó Jinki en el oído de su amante.

Obteniendo un pequeño gemido de parte de ella y ocasionando que sus manos se apretaran hundiendo sus dedos en su espalda desnuda, Risa llevó su cabeza hacia atrás dejando al descubierto su cuello ante los ojos del primer príncipe.

Para Jinki esa pequeña acción más que cualquier cosa era como una invitación a saborearla y degustarla.

Nuestro primer príncipe llevó su dedo a su propia boca y deslizándolo al interior lo humedeció, sintiendo toda la extensión del mismo salir nuevamente de aquella cavidad terminó por dibujar traviesa mente una "X" en el cuello de su amante.

Una pequeña pero traviesa risa audible salió de la garganta de Risa al sentir el suave y húmedo tacto de su amante en su erógena zona.

Un deseo pasional comenzó a inundar cada uno de los rincones de la blanca habitación, intenso e incontrolable, un deseo que solo podía ser controlado al entregarse el uno al otro, un deseo que... llegaría a ser muy peligroso.

Sin poder contenerse más Jinki se levantó arrojando las sábanas que los cubrían, las ondas de la tela al caer daban la hermosa impresión de tratarse de esponjosas nubes rodeándolos mientras la vista antes sus ojos era lo más hermoso que había contemplado en sus casi mil años de vida.

LUNA ESCARLATA (FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora