3. UNA VOZ

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Como la mayoría de las noches al joven cazador Minho le costaba conciliar el sueño, más aún después de la extraña sensación de días atrás mientras volvía del colegio, y como tantas otras noches se encontró en el balcón de su habitación mirando al horizonte mientras el sol estaba a minutos de ocultarse por completo.

—Minho Oppa—. Una voz femenina llamó al joven quien no mostro señal de asombro en absoluto.

Sin despegar su mirada del horizonte respondió a la chica con quien tenía una relación familiar de primos a pesar de ser consciente de que él era adoptado, se podría decir que era... similar a la relación que había forjado con Yoogeun.

—¡Ohh Jiah!... estas aquí.

La joven de piel blanca y largos cabellos sujetos por una coleta alta se acercó a Minho con su siempre confiable caminar, llena de seguridad en cada uno de sus movimientos, los dos jóvenes eran de la misma edad y ambos eran cazadores, por lo que... ¿No había secretos entre ellos?

Jiah era una cazadora al mismo nivel que Minho, sin embargo ella no había sido criada bajo esa casa, en cambio al ser adolescente había sido enviada desde otra casa para apoyar con los vampiros en la zona que habían estado intensificando su fuerza, por lo tanto ella y Minho en ocasiones hacían equipo por las noches para cazar cuando el líder del clan se los ordenaba, aun así, en los pensamientos de Minho siempre rondaba la idea de que era mejor trabajar solo.

—Oppa Sabes que no debes quitártelo—. Jiah dijo al acercarse a él.

Minho volteo hacia la chica que con sus pequeñas y delicadas manos rodeo su cuello, mientras la joven se concentraba, Minho discretamente disfrutaba del agradable aroma que su compañera de cacería poseía, ya que según ella, el hecho de cazar esbirros no tenía nada que ver con su apariencia o cuidado personal.

Y la realidad era, que a Minho las chicas vanidosas le atraían bastante, y una chica a quien no tuviera que esconderle parte de su vida era simplemente irresistible.

Cuando estaba en casa, que eran pocas ocasiones en que no debía estar en el colegio o cazando algún vampiro, le gustaba pasar el tiempo observándola al entrenar, a sus ojos aquella chica era todo un espectáculo, le encantaba como su largo cabello seguía sus movimientos y las ondas en el se intensificaban en lo que parecía un movimiento infinito para finalmente desaparecer.

Mientras ese tipo de pensamientos invadían su mente se vio forzado a apretar su puño para no abrazarla, ya que una vez más, recordó que habían sido presentados como primos, tratar de salir con su prima, al final no era correcto, y menos para él que era un joven profesor amante de las reglas, ética y buen comportamiento.

—Úsalo siempre oppa—. Fueron las palabras de la joven al deslizar sus manos por el fuerte pecho de Minho y dar una pequeña palmada sobre el mismo.

Él debió apretar su puño con más fuerza, si esa chica supiera lo que provocaba con esas acciones, seguramente no lo haría.

Al retirar su mano ahí estaba un rojo amuleto color carmesí, todos en el clan lo utilizaban, según la leyenda contenía una fracción de la sangre de un vampiro ancestral y servía para sellar el despertar del hijo maldito del emperador de los vampiros que estaba bajo resguardo precisamente de ese clan y bajo esa casa.

—¿Quieres ir a verlo?—. La joven preguntó a Minho dedicándole una coqueta y traviesa sonrisa.

Esos dos, a pesar de ser cazadores consumados nunca habían dejado de ser un par de adolescentes traviesos, ya que en cada oportunidad que tenían bajaban a las catacumbas a pesar de estar estrictamente prohibido, es por eso, que lo hacían cuando los superiores dejaban la casa.

Minho se sobresaltó cuando la joven sujetó su mano y dio un pequeño jalón para hacerlo caminar.

—Vamos—. Le respondió sonriendo y terminó siendo arrastrado por la joven como en muchas ocasiones anteriores.

En realidad Minho se sentía muy cómodo cuando tomaba la mano de aquella joven, ya que cuando estaba con ella podía ser el mismo, no debía ocultar ninguna de sus vidas, se sentía "libre"...

El contacto con la delgada y delicada mano de ella siempre abrigaba su corazón y solo cuando estaba con ella se sentía completamente protegido, al principio creía que era porque se sentía cómodo pero con forme los años pasaron se convenció de que en realidad se estaba enamorando de esa chica.

Cuando creyó que nunca sería capaz de amar, esa chica había llegado acompañada de un sentimiento muy parecido al amor.

...

Al llegar a la entrada de aquel lugar donde permanecían los restos de los vampiros exterminados se podía percibir un olor putrefacto, el cual provenía de los cadáveres que no habían sido incinerados correctamente, los vampiros eran verdaderamente criaturas del demonio, si no eran incinerados correctamente y alguna parte vital quedaba, podían regenerarse con el paso de los años... bajo tierra... en las catacumbas.

Así había ocurrido en algunas ocasiones, esas bestias hacían honor a lo atroces que eran al regenerarse lenta y silenciosamente, aguardando el momento para emerger cuando el momento perfecto llegara, salían de las catacumbas y la caza comenzaba nuevamente, esa era la razón por la cual los cazadores más capaces eran designados para patrullar y revisar las tumbas.

Sin embargo ser incinerados correctamente no era suficiente, ya que en ocasiones las almas no eran selladas correctamente, cuando eso sucedía era posible que escaparan en alguna oportunidad.

A los cazadores se les instruía desde el momento en que comenzaban a caminar para que reconocieran a los tres tipos de vampiros que nunca, jamás y bajo ninguna circunstancia debían enfrentar.

El primero era el vampiro que dejaba su forma física, es decir, el alma embravecida de uno de esos esbirros.

Sólo los cazadores realmente capaces podían enfrentarlos... y aun así era mejor evitarlo, ese tipo de vampiros era muy peligroso ya que podían destruir el alma de cualquiera con solo tocarla, incluso eran capaces de poseer o corromper a cualquiera.

Ésa era la principal razón por la cual no estaba permitido ingresar a las catacumbas a cualquiera, sin embargo Minho y Jiah confiaban en sus habilidades lo suficiente como para desafiar las reglas.

El segundo tipo de vampiro que jamás se debía enfrentar era aquel conocido como vampiro noble, aquel que se veía exactamente como los seres humanos, además de ser mucho más fuertes que los vampiros comunes, eran los responsables de la plaga de bestias que se expandía por el mundo.

Según cuenta la leyenda hace milenios y a pesar de no tener la necesidad de consumir sangre humana para sobrevivir fueron los que atacaron a los humanos por primera vez, engendrando esos esbirros que son capaces de contaminar a todo aquel que sea mordido.

Y finalmente los más temibles de esa atroz raza... los sangre pura.

Eran los peores de todos, ningún cazador había sido capaz de asesinar a uno de esos, tampoco había sobrevivientes que pudieran registrar algo sobre ellos, un verdadero enigma, se creían inmortales, algo inimaginable pero muy probable, ya que los vampiros nobles podían vivir cientos de años, incluso miles... no sería raro que los sangre pura vivieran varios milenios.

Sin embargo Minho tenía la firme convicción de que no era así, creía que no importaba la longevidad de esas criaturas, debía haber alguna manera de asesinarlos, el solo hecho de pensar que fueran inmortales era algo que le helaba la médula.

Ese método... el método para asesinar a esas criaturas estaba dispuesto a encontrarlo sin importar qué.

Ésa era la razón por la que bajaba a las catacumbas, en lo más profundo de las mismas, el vampiro que era resguardado y custodiado a pesar de ser un infante, era también un sangre pura.

Minho llevaba años rogándole al anciano Dongwoo para que le dejara experimentar con él, para así encontrar la manera de asesinar a esos demonios.

Podría sonar cruel, pero Minho sentía que era la manera más rápida de avanzar hacia la victoria de esa eterna lucha, sin embargo la respuesta a sus súplicas siempre habían sido negativas.

"No es un prisionero sino un invitado protegido por un pacto ancestral."

Eran las palabras del líder del Clan, sin embargo a los ojos de Minho, si fuera un invitado no estaría inmovilizado y sellado en ese asqueroso lugar.

La enorme puerta que protegía ese escondido lugar se encontraba cubierta por crucifijos y sobre ella había escritos antiguos en lenguas desconocidas, trazados con la sangre del único vampiro noble que habían sido capaces de asesinar después de sufrir numerosas bajas, esa era la única manera de evitar que salieran las almas y bestias que lograban escapar de sus tumbas, esas criaturas instintivas, al haber aunque sea una mínima presencia de un demonio superior, se mantenían a raya, era una barrera invisible que no eran capaces de atravesar.

También funcionaba a la inversa, ya que en ocasiones esos malditos querían destruir las catacumbas, probablemente con intención de llevarse al príncipe, sin embargo no podían ingresar.

Por otro lado según Minho sabía, los collares carmesí que utilizaban tenían una utilidad similar, solo que en ellos había un rastro de la sangre de un sangre pura, que más que como una barrera servía para sellar al príncipe y ocultar su presencia de otros vampiros.

Para Minho y Jiah estar en aquellos pasillos se había convertido en algo habitual, para ese momento ya habían perdido la cuenta de cuantas veces habían estado allí.

Su porte no era perturbado por los gritos de aquellas bestias que trataban de escapar, los pasillos angostos y las antorchas que siempre ardían, todo era familiar para ese par, los vampiros de más baja categoría temían al fuego, además en cada cruce habían bestias enterradas.

El camino para llegar al príncipe era conocido, el único lugar donde no habían otras tumbas alrededor, ya que se creía que aunque el príncipe estaba dormido era capaz de llamar a otros esbirros.

Es por eso que se encontraba tan alejado y en la parte central de una cárcel creada con la sangre de un vampiro sangre pura que fue herido en una ocasión.

Minho y Jiah se acercaron como siempre hasta donde el sello del príncipe llegaba con cuidado de no atravesarlo, a pesar de estar a una distancia considerable podían apenas distinguir la silueta de aquel ser, pero era lo suficiente como para darse cuenta que no había cambiado nada en casi 900 años.

Ese pequeño infante abandonado por los suyos era la única prueba que Minho necesitaba para convencerse que seres así de aterradores en verdad existían.

Era verdaderamente un ser inmortal, no había cambiado en absoluto con el paso del tiempo.

¿Cuántos años deberían pasar para que tuviera la imagen de un niño de un año?

Esa pregunta siempre estaba en su mente, seguida de la imagen de sus alumnos reemplazando esos pensamientos, todos eran niños hermosos y puros a sus ojos.

No podía tolerar la idea de que estuvieran a merced de seres tan despreciables, solo matándolos a todos, era la única manera de que todos estuvieran a salvo.

—Oppa... ¿También sientes eso?—. Jiah le preguntó mientras tomaba su fuerte y marcado brazo producto de ejercitarse diariamente.

—¿Qué ocurre? No siento nada—. Minho respondió soltando el agarre de aquella mano y entrelazandola con sus dedos.

Los ojos de ambos hicieron contacto, Minho sabía perfectamente lo peligroso que era ese lugar, su mano busco en automático una de sus dagas en su cintura.

Las dagas, eran el arma favorita de Minho y estaba dispuesto a utilizarlas, podía sentir el borde del mango de la misma mientras la apretaba con fuerza.

Si debía enfrentar alguno de esos monstruos preferiría no hacerlo en ese lugar, mucho menos con Jiah a un lado, pero no había vuelta atrás.

Minho se encontraba listo para cualquier cosa, todo... menos lo que ocurrió a continuación.

La suavidad en su mano se perdió de pronto y al buscar a la joven junto a él, vio como unos pequeños y rojos labios se aceraron plantando un travieso beso en su mejilla.

La joven que tanto le atraía le había jugado mal a su desprevenido corazón y acto seguido salió corriendo dejando a Minho en la profundidad de las catacumbas.

Minho se encontraba tan impresionado que su única reacción fue llevar su mano a su mejilla mientras veía como la silueta de la otra desaparecía en la oscuridad, se encontraba confundido, ya que como en otras ocasiones su "prima" se había aproximado a él y después simplemente salía huyendo.

Sin poder hacer más, corrió en la misma dirección que ella sin saber que haría cuando la alcanzara, tal vez la abrazaría y le pediría que se hiciera responsable, o tal vez la regañaría por jugar de esa manera con él.

Minho salió de las catacumbas y al pasar por la entrada principal se detuvo para girar sobre sus pies y cerrar la enorme puerta de par en par empujando con fuerza con ambas manos de forma simultánea, sus ojos miraron fijamente como el rayo de luz del exterior se hacía cada vez más delgado al dejar a aquellas criaturas nuevamente en la fría oscuridad.

Era en cierta manera algo divertido, darles una probada del exterior, para luego dejarlas en ese horrible lugar, sin embargo la sonrisa que se había formado en sus labios desapareció cuando escuchó la voz de un infante proveniente del interior, esa voz simplemente lo llamó "Hyung".

Minho cerró sus ojos con fuerza y respiró profundamente, no podía creer que estuviera escuchando esa voz nuevamente.

¿Cuánto tiempo más lo atormentaría?

En realidad no quería escucharla nunca más, dio un último fuerte respiro y mirando con fiereza el interior del lugar cerró la enorme puerta de golpe para girar sobre sus pies y correr lo más rápido que pudo.

Sentía como la respiración le faltaba, como si algo estuviera quitando el aire a su alrededor, se olvidó de la traviesa joven por completo y simplemente siguió caminando para despejar su mente hasta que llegó a un pequeño parque con juegos infantiles.

El atardecer aún estaba presente, era la hora que los vampiros esperaban pasara para comenzar a salir, el último momento de tranquilidad antes que la cacería de esa noche comenzará.

Había pasa un rato por lo que Minho ya se encontraba más tranquilo, al menos ya podía respirar con normalidad si se esforzaba, aunque aún se sentía fatigado y el recordar aquella voz hacía que sus piernas se sintieran débiles.

Al final terminó por sentarse en uno de los columpios del parque meciéndose con suavidad, o eso fue lo que pensó cuando las bisagras rechinaron imitando los gritos de alguna criatura a la distancia.

Parecía como si ese pequeño pero estridente sonido fuera a perforar sus oídos, comenzaba a retumbar dentro de su cabeza, los nervios lo invadieron y sus ojos se apretaron con fuerza, en un intento por bloquear todos los sonidos con ambas manos mientras cubría sus oídos.

Aún así el sonido no se fue.

Segundos más tarde, una extraña calidez se hizo presente en su pecho, como si una llama se quisiera abrir paso desde el interior de su cuerpo, ardiente pero tranquilizadora al mismo tiempo, Minho llevó sus manos a esa zona y sintiendo esa calidez fue como todo lo que lo atormentaba se fue.

En pocos segundos se sintió completamente cobijado y abrigado, pero lo que no sabía era que... la persona dueña de esa sensación... llegaría en un futuro no muy lejano a su vida.

LUNA ESCARLATA (FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora