Todd me llevó de regreso a mi departamento. La noche abrazaba Silicon Valley, así como yo a él, mientras nos despedíamos.
—Fue una linda noche, gracias, Todd — me acariciaba suavemente el brazo, a la par que miraba directo a mis ojos.
—No tiene porqué terminar ahora, si tú quieres, podemos tomar un café en tu departamento.
Solté una silenciosa risa.
—Sabes que la cafeína no me deja dormir
—Lo sé...
No pude evitarlo, dejé entrar a Todd. Después de que él sirviera los brebajes (porque no me dejo hacerlo a mi) nos sentamos en el sofá de la sala principal. Conversamos de nuestro día a día. Él bebía a sorbos, con un porte completamente sensual, debo admitir.
—...no sé por qué Watson tomó esa decisión, yo siempre hice bien mi trabajo ¡Me encantaba!
—Tranquila — dejó su café sobre la mesa y me tomó de las manos. Separé un poco los labios, se sentía... muy bien —. Eres una gran Historiadora. Lo que importa es que disfrutas lo que haces. Con el tiempo, alguien sabrá reconocer eso.
—Eso espero... — musité.
Un silencio (no tan incomodo) se produjo. Noté como Todd miraba fijamente mis labios, con una delicada gesticulación. Hice lo mismo.
Mas temprano que tarde, ambos estábamos acercándonos lentamente... hasta que nuestros labios rozaron. Nos quedamos unos segundos así, estábamos a un par de milímetros, hasta que de pronto ocurrió. Nos besamos tan lento... con tanta pasión que no me di cuenta cuando ambos ya estábamos acariciando nuestros cuerpos. Podía sentir sus manos rozar gentilmente mi cintura.
Nos tumbamos sobre el sofá. Tenía mucho tiempo sin experimentar algo así, pero podía recordar que la forma en que me hacía sentir era exactamente la misma de hace años ¡Su estilo era... exquisito!
Me quitó el abrigó mientras me besaba, a la vez que yo desabrochaba su camisa. Recorrió con besos todo mi cuerpo, desde el cuello hasta mis pies, me quitó los tacones y, muy lentamente, hizo lo propio con mis medias. Le ayudé arrojando mi brasier al suelo.
Me sentía tan viva en ese momento, lo hicimos al menos tres veces. Ni me enteré en qué momento nos desmayamos, literalmente.
Despertamos en mi cama, las cobijas estaban en el suelo, algunas almohadas también, incluso la sabana estaba rota, tenía marcas de uñas, como si un gato la hubiese arañado... pero creo que fui yo.
Parecía como si Todd hubiese muerto. Él tenía las mismas marcas de mis uñas en la espalda. Noté como un par de diminutas gotitas de sangre resbalan de su espalda. Me levanté para llenar una pequeña gasa con alcohol y ponérselas sobre ese intento de homicidio.
Salí de la escena del crimen. Me puse la camisa de Todd (siempre quise hacer eso. Es como en las películas), alimenté a Charly y me senté en el sofá a tejer el regalo de mis padres. Por alguna razón, el mueble se sentía más... gelatinoso.
Pasaron los minutos. Mi momento de tranquilidad tejiendo se vio interrumpido cuando alguien tocó el timbre de mi departamento. No sé en qué estaba pensando en ese momento, ya que, se me ocurrió abrir la puerta literalmente en ropa interior, solo llevaba la camisa de Todd puesta, me quedaba muy larga, pero, aun así, es como abrir desnudo.
No me percaté de eso, hasta que vi a Leon parado frente a mí. Me sonrojé y me crucé de brazos y piernas. Tratando de disimular.
—Leon. Buenos días ¿En qué puedo ayudarte? — pregunté, con una sonrisa falsa.
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La Profecía de ARKADIA
Science FictionElena Glitter, historiadora de 25 años, residente de Silicon Valley, descubrirá que la historia de la humanidad no ocurrió como profesan los libros. Ella, junto a su hermanastra, se embarcarán en una épica odisea por descubrir los secretos de una a...