Capítulo 22

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Mientras tanto, en una reserva natural de Silicon Valley  cerca de Emerald Lake Hills...

Despues de un largo y tedioso camino, Peter y Leon ya habían llegado a su destino. Era una zona muy hermosa, llena de naturaleza por donde mirases. El barullo de decenas de grillos ambientaban el paisaje nocturno. Peter jamás había estado en esa zona de Silicon Valley, puesto que apenas se limitaba a salir de Oakland y cuando lo hacía era sólo para pasar tiempo con Hope. Se tomó varios segundos para quitarse el casco y mirar perdidamente al cielo porque era simplemente hermoso apreciar las estrellas a través de las hojas y copas de los gigantescos arboles.

—Oye — exclamó Leon —. Niño.

Peter estaba perdido en el cielo estrellado.

—¿Vas a entrar o prefieres ser alimento para lobos?

El chico despertó del éxtasis e hizo caso a las ordenes del malhumorado Leon. Entró a una cabaña de mediano tamaño, de la que ni si quiera de había percatado por estar mirando arriba. Metió cuidadosamente la motocicleta mientras echaba un vistazo: solo había una cama, un armario grande, un comedor para tres persona a lo sumo y un escritorio frente a una ventana con una bella vista de Emerald Lake. El paraíso para todo escritor de la época victoriana.

—Así que, Leon... ¿Aquí viviste todo este tiempo? Solo dime que no estuviste escribiendo novelas cursis de amor, o FanFics con algún artista de moda, por favor.

—Ven a ayudarme a bajar esto, y tal vez te enseñe mis Fanfics de Anne Hathaway — bramó desde afuera, concretamente desde la camioneta.

Peter, una vez más, obedeció a Leon, quien estaba tratando de bajar un enorme baúl de un metro de largo -o más-, aproximadamente. El chico ayudó cuidadosamente con la delicada tarea y ambos hicieron caras graciosas al levantar el objeto simultáneamente, además de escupir bocanadas de aire mezcladas con saliva.

—¿Qué llevas aquí? Mierda... — musitó Peter a bocanadas.

—Medio millón en efectivo — contestó Leon.

Peter enarcó la ceja. Obviamente era sarcasmo, pero esa frase de sonó muy familiar. De cualquier forma, ambos pusieron el pesado baúl sobre un rincón de la cabaña, posteriormente Leon acomodó una laptop sobre la mesa junto a la ventana y la encendió.

—Bien, vayamos al grano, chico. Dime que le ocurrió a Elena.

Peter se lanzó directo a la cama, mientras Leon esperaba la versión del chico de pie frente a la ventana.

—Estábamos en un café los tres: Hope, Elena y yo. Parecía que todo marchaba bien hasta que tuvo que irse a detener a unos ladrones que acababan de robar cargamento de una milicia privada.

—¿BlackEagle?

—Sí... esa milicia privada. Hope y yo siempre nos encargamos de ser sus ojos, es decir, Elena portaba unos lentes especiales que, además de ocultar su identidad, nos transmitía lo que ella veía a través de una Tablet. Así nosotros le advertíamos y la guiábamos. Las cosas se pusieron raras cuando los criminales empezaron a usar armas desconocidas para el mundo. Hablo de Tecnología nueva, como sacadas de un videojuego de acción futurista. Perdimos contacto con ella cuando el comunicador y la transmisión en vivo falló. No sé nada más.

—Mmhh — refunfuñó Leon mientras se acariciaba su descuidada barba —. Continúa.

—Al cabo de unas horas, Hope empezó a sentirse mal: vomitó cosas raras y después desapareció sin más — omitió la parte del secuestro de la chica por mera precaución.

—Esos ladrones tecnológicos, Peter, están al mando de un cabrón llamado Lehner. Aaren mantuvo tratos extraños con él.

Peter se levantó de la cama, haciendo una abdominal perfecta, y abrió los ojos como platos al escuchar dicha información.

La Profecía de ARKADIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora