Despues de una placentera ducha y de lavar la ropa que conseguí en aquel parque donde desperté (pues era lo único que tenía a la mano), Hope y yo charlamos un rato más; recordamos que el cumpleaños de nuestros padres era al día siguiente, por lo tanto debía terminar de tejer sus suéteres. Posteriormente, surgió el tema de Aaren: no sabíamos nada de ella, cosa que me preocupó un poco (Pude notar que a Hope le dio gusto), pero había perdido mi celular en Egipto y Hope borró a Aaren de sus contactos hace ya mucho tiempo.
Aaren siempre fue una chica independiente; a veces duraba semanas sin hablarme, pero el hecho de haber dejado morir a mi mascota y no querer encararme es algo muy bajo.
Minutos después Hope se arregló y se marchó a la clínica. Yo, por otro lado, decidí ir al banco, a tomar uno de esos cajeros automáticos para revisar que tanto dinero me quedaba para sobrevivir mientras encontraba un trabajo.
Podría haber volado durante todo el camino, pero no iba a llamar la atención de esa manera. Tomé un Taxi hasta el banco (imagínate a Superman tomando taxi... es algo así)
En algún otro punto de Silcon Valley, pero no muy lejos, una Van de color café oscuro transportaba a cuatro experimentados ladrones quienes estaban preparando sus armas, poniéndose mascaras de una antipática cara de cerdo y acomodándose la corbata.
—Repasemos el plan — ordenó Todd —. Entramos con fuerza; yo destruyo las cámaras de seguridad a tiros, Crest y Rogers se encargan de controlar a la multitud, Collins mientras tanto colocará la termita en la cerradura de la bóveda. Nada de explosiones ni muertes innecesarias, ¿Entendido?. Al final, Collins y yo bajaremos a la bóveda y llenaremos las cuatro bolsas con todo el dinero para poder sacar al chico de Demarco del trullo.
—Escaparemos a pie, abriéndonos paso a tiros si es necesario. Huiremos hasta la bahía donde estará mi contacto en una lancha esperándonos — agregó Collins.
—¿Preguntas?... — exclamó Todd.
Los demás negaron lentamente con la cabeza.
—Perfecto. En marcha.
El vehículo aparcó exactamente afuera del banco, entonces los ladrones ligaron un silenciador al cañón de sus rifles y patearon la puerta trasera de la Van.
Silicon Valley Bank. 17:22hrs.
Llevaba ya media hora sentada en una muy dura e incomoda silla de metal, con las piernas cruzadas y moviendo mi pie derecho arriba y abajo desesperadamente, pues la paciencia nunca ha sido mi fuerte. En la pantalla gigantesca con publicidad del banco y otras cosas, se leía el turno número 33, luego miré al papel de mi turno y arrugué la cara... yo era era el 48.
Se suponía que solo iba a un maldito cajero automático, pero me tocó la suerte de que ninguno funcionaba. Podría largarme e ir a buscar otro cajero, la ciudad está repleta de ellos, pero nunca me gustó usar los cajeros de los Pay&Save o lugares similares, no por temor a ser asaltada (pues ahora es lo que menos me preocuparía), sino porque pueden estar "trucados", "hackeados", como se diga. Soy precavida, ¿sí?
Espere, espere y espere: crucé mi otra pierna, crucé mis brazos, luego los estiré, me troné el cuello, jugué con mi cabello, y para rematar; una anciana llevaba aproximadamente diez minutos discutiendo con el empleado por razones que ni me enteré. Sentí una banda apretando los bordes de mi cabeza... ¡Ya no lo soportaba!
Pero entonces alguien llegó para salvarme del aburrimiento:
—¡Todos al suelo!
Cuatro sujetos armados, trajeados y con una ridícula mascara de cerdo puesta patearon la puerta del banco y noquearon al guardia de seguridad de la entrada con un porrazo justo en la nuca.
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La Profecía de ARKADIA
Science FictionElena Glitter, historiadora de 25 años, residente de Silicon Valley, descubrirá que la historia de la humanidad no ocurrió como profesan los libros. Ella, junto a su hermanastra, se embarcarán en una épica odisea por descubrir los secretos de una a...