Sus pisadas producían un sonido similar a cuando caminas sobre vidrios rotos, neblina blanquecina cubría las ruinas de la antigua ciudad como si las nubes hubiesen bajado del cielo. Ella, taciturna y curiosa, recorría aquel funesto lugar; llevaba encima una armadura hecha de mineral Radak, mismo material que se usó alguna vez sobre esa ciudad.
—Elena — bramó alguien, desde la lejanía, en algún lugar.
La chica desenfundó una enorme hacha fantasmagórica, y se puso a la defensiva.
—¿Quién eres? — espetó al aire. Sus ojos bailaban en todas direcciones, sin éxito en encontrar algo.
Un rastro de energía verdoso, casi idéntico al de sus habilidades, se desprendió del suelo a sus pies, y huyó en una dirección especifica. Por instinto o por cualquier razón, Elena siguió aquel rastro corriendo.
Antiguos monolitos, edificaciones y casas casi irreconocibles pasando a su alrededor mientras ella corría. Era como si un huracán o un desastre natural de proporciones bíblicas hubiese derruido todo... incluso con la población y el sol, pues las nubes abrazaron el cielo completamente, dándole ese toque gris y depresivo al lugar.
El rastro la llevó hasta la entrada de lo que parecía ser la entrada de un antiguo palacio que alguna vez tuvo unas enormes escaleras, pero ahora, lo único que quedaban eran trozos de mineral Radak por todo el suelo. Penoso.
Allí, en medio del desastre, yacía una chica, desnuda, pero parecía que su piel había sido reemplazada por metal o alguna clase de "bálsamos" pues lucía con bastante brillo, incluso artificial.
La extraña mujer le parecía familiar...
—¿Hola? — preguntó Elena.
—Te he estado esperando. Todo este tiempo — respondió y se dio la vuelta, encarando a Elena.
El corazón le dio un vuelco. Se llevó las manos a la boca y sus ojos despidieron un par de lagrimas espontáneamente.
—Aaren, — exclamó — ¡Hermana!
Aaren no estaba como ella la recordaba. Ademas de su piel, su rostro era distinto: sus ojos eran blancos, pero aún podía distinguirse la pupila grisasea si ponías atención, sus labios resecos y no tenía cejas, pero su cabello estaba intacto. Extendió los brazos y sonrió.
—Ven aquí. Te he echado de menos.
Elena corrió hacía su hermana mayor sin pensarlo dos veces. Tenía muchas preguntas, pero primero tenía que sentirla físicamente, solo una vez más. El apretón fue bastante emotivo y formidable.
Ambas chicas guardaron cierto lapso de silencio, hasta que Elena notó que Aaren estaba apretándola de una manera poco... cariñosamente agresiva.
—Me abandonaste.
—¿Qué?
—Elena, me abandonaste aquí. Ni siquiera te molestaste en buscarme.
—Claro que no. Te busque, te busque en todos lados, y ahora por fin te...
—¡Cállate! — gritó. Su voz se volvió macabra y gutural simultáneamente, como si una segunda voz hablase al mismo tiempo que la de ella.
—¡Suéltame!
—Esta vez, Arkadia vive.
Un terremoto hizo acto de presencia, mientras que las ruinas empezaban a reconstruirse solas, mágicamente. El palacio retomó su forma original en menos de 10 segundos y Elena no podía librarse del abrazo de su hermana.
—Aaren, por favor, ¿Qué estás haciendo?
La hermana mayor no respondió, sin embargo, frente a Elena se plantó un sujeto que ella conocía perfectamente, al menos en el físico y en esos hábitos negros y funestos.
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La Profecía de ARKADIA
Science FictionElena Glitter, historiadora de 25 años, residente de Silicon Valley, descubrirá que la historia de la humanidad no ocurrió como profesan los libros. Ella, junto a su hermanastra, se embarcarán en una épica odisea por descubrir los secretos de una a...