Capítulo 31

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De vuelta al Santuario, Elena regresó con la cara casi derretida y fundida con baba ácida. No dijo nada a los demás y se dirigió al pedestal del ala médica, se subió desesperada, y la burbuja la engulló para rehabilitar sus heridas. Ya había recuperado la vista desde antes, pero eso no quitó las quemaduras de tercer grado que sufrió. Afortunadamente, el pedestal logró devolverle su suave y joven piel de 27 años.

—¿Se está haciendo más fuerte? — preguntó Leon, en el vestíbulo principal.

—No lo sé... — murmuró Scarlett.

—¿Cómo que no lo sabes? — intervino Peter — Tú eres igual a ella.

La hechicera roja presumía de gestos fríos y pensativos, por el cual tardó en pronunciar su próxima frase:

—Nunca había visto unas habilidades como las de Mystik. Tiene los dotes de una hechicera de mi raza, pero la mayoría de sus "poderes" no los tiene un hechicero Zeer — se acarició la barbilla y tragó saliva.

Por otro lado, y además de arreglarle el rostro, la cámara curó a la perfección, como siempre, a Elena: le dio vitalidad y le devolvió la vista inmediatamente. La chica bajó del pedestal, suspiró exhausta, se quitó la capa (o mejor dicho, la capa se regresó volando hasta su armario) y se tomó unos minutos para hablar con su hermana.

—Hope, ¿Puedes oírme?

...

Elena se mojó los labios y se aclaró la garganta.

—Te extraño más de lo que te imaginas, pero por un lado sé que estas más seguro ahí dentro — se dio media vuelta y abandonó el ala médica.

—Aún quedan dos Sombras — dijo Elena al resto del equipo, con notable angustia en su voz a pesar de que no han sido rivales para ella —. Aaren parece que sabe lo que estamos haciendo, y no le preocupa en absoluto.

—¿La volviste a ver? — dijo Scarlett.

—¡Sí! — gritó innecesariamente —. Parece que ella va dos pasos por delante y yo... yo no sé qué es lo que va a pasar. ¡Tenemos que salir de aquí, salir a buscarla!

Ella empezaba a perder la cordura, su cuerpo comenzó a emanar energía.

—Elena, tranquilízate — pidió Leon, levantando lentamente los brazos.

—¡No me pidas que me calme!...

—Elena... tú nariz — recalcó Peter.

De la fosa nasal derecha de la chica empezó a caer un hilo de sangre morada que resbalaba lenta y espesamente hasta sus labios. Elena se limpió la nariz pasando la muñeca bruscamente.

—Genial — sonrió, nerviosa y con quebradiza voz.

Esas fueron las últimas palabras de la heroína antes de desfallecer contra el piso.

—¡ELENA! — gritaron.

Había una oscuridad profunda. Una tranquilidad única y pacifica. Elena no sentía nada, pero se sentía en paz a la vez, después de mucho tiempo, estaba donde ella quería estar: en ningún lugar. Pronto empezó a sentir los latidos de su corazón e incluso podía escuchar su propia sangre galopar por todo su cuerpo gracias al silencio tan enfermizo de aquel "lugar".

—Hermana — susurraron.

Sus sentidos comenzaron a tomar fuerza, pues ahora la oscuridad era grisasea y un bulto femenino hacía acto de presencia.

—Hermana, ya casi termina todo.

Cuando menos se lo esperaba, esa tranquilidad total desapareció para dar paso a una zona con un cielo nublado; no había nada alrededor más que un eterno charco de agua que apenas y te rozaba los tobillos. Elena estaba recostada sobre este, pero se levantó agresivamente en cuanto recobró la consciencia.

La Profecía de ARKADIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora