Capítulo I

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Era el 28 de julio de 1996 cuando en una pequeña casa amarilla ubicada en la zona rural del próspero estado de Green Trees, un joven rinoceronte blanco decide hablar sobre algo que ha estado guardando durante mucho tiempo desde que era adolescente y que está decidido a confesar después de soplar las velas de su cumpleaños.

—¡Ya está! —exclamó Ulises al terminar de soplar las velas entre los aplausos de los asistentes a su cumpleaños.

—Que bien, hijo. Espero que hayas pedido un gran deseo y que se cumpla tal y como tu lo has deseado —dijo sonriente su madre atendiendo a los invitados de la fiesta tras ver a Ulises.

—Yo también espero que así sea, mamá y papá —decía el joven para luego comer el pedazo de pastel que le habían cortado, bebiendo además un vaso de soda con limón.

—¿Y qué fue lo que pediste, campeón? —decía su padre sonriente mientras comía el postre con un tenedor muy entonado y curioso.

—Es algo que sabrán una vez se termine la fiesta, quisiera que ustedes dos se enteraran porque es algo que compartiré solo con ustedes ya que confío en ambos porque son mis padres y los amo mucho —decía el chico esperando hasta que el último invitado de la fiesta partiera.

Después de un par de horas cuando los invitados se fueron, Ulises quedó solo con sus padres y los invitó a tomar asiento en un sofá mientras él se dirigía hacia ellos con algo de nerviosismo, dudas y temor pero decidido a hablar.

—¿Por qué hay tanto hermetismo con saber lo que has deseado, hijo mío? —preguntaba el padre al no entender lo que sucedía.

—Tu padre tiene razón, hijo. ¿Qué es lo que intentas decirnos que más nadie podía saber? —preguntaba la madre quien sacudía de su falda de terciopelo algunos restos de la piñata que habían reventado.

Ulises tomó aire para poner en orden sus ideas y mirando a sus padres, tomó la mano de cada uno para luego dejar fluir las palabras de su mente y también de su corazón, esperando que fuesen cumplidas tal cual como lo había pedido en su deseo de cumpleaños.

—Papá, mamá... lo que les quiero decir no es fácil para mí y es algo que les he estado ocultando por mucho tiempo. Por eso, esperaba el día de mi cumpleaños para ser mayor de edad y afrontar esta decisión con la madurez que antes me faltaba, por lo que no me sentía tan decidido como ahora.

—¿Qué tratas de decirnos con eso, Ulises? —preguntó su padre en tono serio y ladeando su cabeza confundido.

—Lo que les quiero decir es que soy... es que soy... homosexual —dijo el joven ante la mirada atónita de sus padres quienes separaron sus manos de inmediato al escuchar las palabras de su hijo.

—¡Nosotros no te educamos así para que digas semejante pendejada! ¡No faltaba más, tener un marica en la casa! —gritaba enfurecido su padre mientras se levantaba de su lugar y le daba una bofetada al joven rinoceronte.

—¡Ay, Ulises mijo...! Yo pensaba en todo menos en que usté me fuera a salir marica... —decía su madre lamentándose y cubriendo su rostro para evitar verlo.

—¡Dime que esto es una broma, carajo! —exclamaba el padre encolerizado, manoteando bastante y sintiendo su rabia crecer aún más como espuma al ver como el chico admitía negando con su cabeza su decisión a pesar del poco respaldo decidido.

A Ulises todo aquello le había dolido mucho tanto la manera física y agresiva como su padre reaccionó, como la supuesta decepción que generó en su madre. Sin embargo, sobaba su mejilla derecha por el golpe pero aunque tenía su cabeza baja, seguía firme en la decisión que había tomado e intentaba decir algo más pero su padre no lo dejó.

—P-Pero...

—¡No digas nada, ya sabemos que eres un maricón! —exclamaba su padre interrumpiéndolo aún con rabia— ¡Lárgate a tu cuarto, estas castigado!

—Pero... ¿por qué? No he hecho nada malo...

—¿Cómo que no has hecho nada malo? —le respondía su padre contrapreguntándolo— Eres un monstruo siendo marica, ¿qué otra cosa quieres? ¿a caso crees que estoy contento con tener a un puto marica en mi casa? ¡Estás loco, pendejo!

—Eso no es ser malo... Y me lastiman tus palabras, papá...

—¡Claro, así como tienes lastimado el culo también! ¡Grrr... no eres más que un marica! ¡Un maricón de m...!

—¡No te atrevas a decirlo, papá! ¡Ya detente! —exclamó Ulises con sus manos empuñadas en un grito airado.

—¡Ulises, basta! Escucha a tu padre y vete para tu cuarto —decía entre lágrimas su madre decepcionada por todo lo que había escuchado.

—Pero mamá...

—No deseo oírte... me tienes avergonzada —decía la madre entre frases hirientes que terminaron por destruir el poco ánimo que Ulises tenía en aquel momento, hasta que se marchó a su cuarto con sus sentimientos totalmente destrozados.

Sus padres estaban enojados y decepcionados al enterarse de la homosexualidad de su único hijo varón y con el transcurrir de los días, la situación se volvía tensa cuando tocaban el tema hasta el punto en el que Ulises no era solo insultado sino también agredido todo el tiempo por su padre, defendiéndose cada vez que podía pero siendo igualmente regañado por su madre. El joven rinoceronte pensó que había sido un enorme error haberle confesado la verdad a sus padres y cada día vivía un calvario, en el que solo pensaba en cuándo se acabaría. Sin embargo, ocurrió algo impensado que pronto separó a Ulises de sus padres cuando éstos aceptaron una solicitud enviada por la Milicia Nacional de contar con la autorización de ellos para que sus hijos prestaran el servicio obligatorio y tras haber escuchado la confesión de su homosexualidad, no dudaron en enviarlo para ver si su comportamiento se reformaba.

—¡Por favor, no me lleven! ¡No quiero ir al ejército! —exclamaba entre lágrimas el rinoceronte quién veía como sus padres no movían ni un dedo para ayudarlo.

—Es lo mejor no solo para ti, sino para toda la familia. Ojalá eso te sirva para ver si te comportas como un hombre y dejas de andar pensando como los maricas que hay en la ciudad. Si aún te amamos, hacemos esto por tu bien Ulises —dijo su padre estricto en su voz, separándose de su hijo y dando media vuelta se despidió de él.

—¡Mamá... por favor...! —suplicaba el chico al subirse en la parte trasera de una camioneta que los del Ejército Nacional tenían para los nuevos reclutas.

—Es por tu bien, hijo —dijo su madre en tono seco, yéndose junto a su marido.

Ulises estaba muy deprimido y sentía que todo lo que había sucedido había sido su culpa. Al llegar al batallón, él pudo darse cuenta de que el tratamiento que allí había era demasiado estricto y por temor a ser perseguido por sus compañeros o superiores, decidió ocultar su homosexualidad y comportarse de una manera machista como muchos harían. Sentía mucha tristeza y rabia, pero de que para poder sobrevivir en una selva de animales salvajes como los que allí habían, entre tanta testosterona desbordada y tratos rudos en aquel lugar debía fingir que la decisión de sus padres era la correcta, mirar para adelante y demostrar de lo que realmente estaba hecho.

Confesión [Furry Bara] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora