Capítulo XXVIII

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Al día siguiente Ulises se dirigió hasta su trabajo muy temprano como siempre. En los pensamientos del paquidermo sólo se encontraba el estado de salud de Ramsés hasta que luego llegaron Sara y Jaime para comenzar con sus labores rutinarias, hablando con él y dándole ánimo ante la situación que vivía.

—Espero que hoy te den buenas noticias sobre Ramsés. —dijo Sara para después dedicarse a sus labores.

—Lamento mucho lo que le pasó e igual espero encuentres buenas noticias en la hora de visita, Ulises. —le comentó Jaime.

—Gracias, chicos. Una vez estemos en la hora del almuerzo, aprovecharé para ir y visitar a mi amado tigre.

Sin embargo, cuando Oriano llegó a la empresa los tres hicieron completo silencio. Las miradas de Ulises y de Oriano se cruzaron, como siempre había cierta tensión entre ambos y ese rayo de apatía invisible parecía notarse con más fuerza ahora. El rinoceronte empuñó sus manos y su expresión de alegría cambió a una de cólera pero se contuvo de pronunciar palabra alguna, por lo cual prefirió irse a su oficina. No obstante, estando allí su teléfono celular comenzaba a vibrar y a sonar.

¿Hola? Buenos días. 

—Muy buenos días, Uli. Espero... estés teniendo un maravilloso día, amor.

Ulises se sorprendió mucho por la llamada que le habían hecho. Era Ramsés quien estaba llamándolo y su alegría era plena.

¡Amor, que feliz me siento por saber que estás muy bien! —exclamó el rinoceronte.

Yo estoy más feliz por poder hablar contigo, a pesar que había vomitado demasiado me siento bien ahora y aliviado en gran parte. Espero verte pronto, mi amado rinoceronte. —dijo Ramsés entonado.

Claro que sí, amor. Te veré más tarde porque toda la noche estuve preocupado por tu salud.

Ramsés sonrío ampliamente y se conmovió ante lo escuchado. Suspiró un poco y sintió como si un bálsamo cayera sobre él. 

Te espero, igual de aquí no me voy a mover jaja.

De acuerdo, Ram. Nos vemos más tarde. Te amo. —dijo Ulises retomando sus labores. 

Mientras tanto, Oriano estaba en su oficina a la expectativa de que su plan haya resultado.

Ojalá y Ramsés se enamore de mí de una vez por todas y mande al carajo a ese estúpido de Ulises. —pensaba la pantera merodeando por su oficina como felino enjaulado mientras pasaban las horas sin enfocarse en nada más, hasta que llegó la hora del almuerzo y salió a comer.

Cuando la hora del almuerzo llegó, Ulises salió de su oficina y Oriano marchó hacia donde siempre solía ir a mediodía. El rinoceronte tomó un taxi y se dirigió lo más rápido posible hacia el centro asistencial, mientras Oriano caminaba hasta llegar al restaurante donde siempre comía. Al llegar, Ulises esperó por su turno para visitar al tigre y cuando Ramsés lo vio su cara estaba completamente feliz.

—¡Ulises, llegaste! —exclamó el tigre quien saltó de la cama con mucha alegría.

—Esperé esta hora para venir a verte. Puedo notar que te encuentras muy bien. —dijo el paquidermo sonriente tras el recibimiento que le dio su pareja.

—Estoy mucho mejor y dentro de poco me subirán a pieza. El médico me dijo que dentro de poco me darían los resultados, aún hace falta determinar algunas cosas.

—Lo importante es que todo ha salido bien y que ya estás mejor Ram. —sonreía Ulises junto a su amado Ramsés.

Oriano notó que el lugar donde comía estaba cerca de la clínica en la que Ulises se encontraba tras verlo pasar por allí. Quiso observar un poco más e ir a curiosear pero alguien se lo impidió cuando pasaba por un callejón.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó el tejón anciano que le había hecho la magia negra.

—La pregunta sería, ¿qué hace usted aquí? —respondió la pantera tras ver al sujeto.

—Estoy aquí porque me contrataron para realizar otro de mis trabajos, pero vaya sorpresa es encontrarte en este lugar. —sonrió el viejo maliciosamente.

—Escuche, yo no sé si sus trabajos son buenos porque la verdad es que no he notado que el brebaje haya funcionado.

—No puedo garantizar mis trabajos, así que eso es algo que se me sale de las manos.

—Usted es un tramposo. Siento que perdí mi tiempo y mi dinero con un charlatán como usted. Si Ramsés no es mío, le juro que...

—No jures nada, chico. Y no me ofendas de la manera en que lo haces, no sabes con quien estás tratando. —le advertía el anciano señalándolo con su dedo índice— Más bien consígueme ese cuerno de rinoceronte como paga por mi trabajo.

—¿Conseguir yo? Pfff... su trabajo salió mal hecho así que no haré nada. —respondió la pantera de manera tajante.

—De acuerdo, no lo hagas. Sin embargo, pronto tanto Ulises como Ramsés se enterarán de todo lo que haces y pagarás caro tus estúpidos caprichos. Y da lo mismo hagas lo que hagas, Ramsés jamás se fijará en ti.

—¡No sabes lo que dices, anciano cretino!

—¡Te advertí que cuidaras tus palabras! —exclamó el anciano a la pantera y con un bastón que llevaba en su mano derecha, golpeó con fuerza el abdomen del felino haciendo que cayera de rodillas en el suelo.

—¡Agh! 

—Quizás por eso mi brebaje no funcionó. El amor verdadero es más fuerte que cualquier cosa y contra eso ni la magia negra puede. Eres una estúpida pantera caprichosa e infeliz. Al fin y al cabo no obtendré mi cuerno de rinoceronte pero tú tampoco tendrás nunca el amor de Ramsés. —dijo el anciano para luego marchar mientras que Oriano gruñía por el dolor de aquel golpe y maldecía con sus puños en el suelo a Ulises Moya.

—¡Te detesto, Ulises! ¡Te detesto, hijo de puta! ¡Ojalá te mueras! —exclamaba la pantera quien a raíz de lo escuchado se llenaba de cólera y pensaba lo peor de Ulises.

Mientras tanto, Ulises acariciaba los cabellos del tigre hasta que la hora de visita se terminó cuando al gran felino lo trasladaron hasta una habitación, tras determinar que estaba fuera de peligro.

—El paciente Ramsés estará un par de días más aquí, señor Moya. Hay algunas cosas que debo hablar con el paciente con respecto a los resultados de lo que encontramos en las muestras que tomamos. —le comentaba el médico encargado.

—¡¿Ah sí?! —exclamó Ramsés extrañado— Lo que deba decirme doctor también quiero que Ulises lo sepa.

—Muy bien, les diré. Dentro de las muestras encontradas en los análisis de sangre, saliva y orina encontramos restos de arsénico y algunos componentes tóxicos para el tubo digestivo, por lo cual tenemos la hipótesis de que lo quisieron envenenar.

 Ulises y Ramsés se miraron las caras para luego dirigir sus rostros hacia el galeno nuevamente. 

—Algo comió o bebió el tigre que le produjo un alto grado de toxicidad tiempo después. Por fortuna, no pasó a mayores y pudimos estabilizar su estado de salud. 

—Y agradezco que lo hicieran, me sentía muy mal. —comentaba el tigre tras todo lo escuchado.

—Es hora de regresar al trabajo pero prometo que hallaré a los culpables o al culpable de esto, Ramsés. —dijo el rinoceronte para luego salir del centro asistencial.

El rinoceronte comenzó a pensar en el principal sospechoso de atentar contra la salud del tigre, por tanto no dudo en dirigirse rápidamente hacia su trabajo. Sin embargo, al llegar le notificaron sobre una junta extraordinaria que había y en la que se tomarían algunas decisiones claves para el mejoramiento de la empresa.

Confesión [Furry Bara] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora