Capítulo IV

423 46 15
                                    

Ya en el año 2012 y cuando Ulises se dio cuenta de que podía mantener una relación basada en la confianza y el respeto con su esposa sin problema alguno. Un día, mientras almorzaban plácidamente en la comodidad de su hogar, él decidió comentarle algo a ella al respecto.

—Estoy contento contigo, Margarita. Me haces el hombre más afortunado del mundo al tenerte cerca —decía el paquidermo al cortar cuidadosamente cada bocado de su comida.

—También soy afortunada por tenerte, Uli. Me alegra tanto ser tu mujer. Contigo me siento amada, respetada, querida. Tengo todo lo que una vez quise: un esposo que me ama y dos hermosos hijos —decía sonriente la adaba.

Todo transcurría en total normalidad hasta que el paquidermo está decidido a expresar algo mientras su esposa come y él la mira detenidamente.

—Amor, ¿puedo decirte algo? —preguntó el paquidermo después de pasar el último bocado de comida.

—Claro que sí, amor. Puedes hablar conmigo de lo que gustes —respondió jovialmente su esposa.

—Es que... hmmm... no sé cómo lo vayas a tomar debido a que es algo que he estado ocultando durante mucho tiempo y cuando lo confesé por primera vez no tuve una experiencia grata —dijo Ulises algo preocupado.

—Tranquilo, amor. No te preocupes y confiésame lo que gustes —dijo ella esperando por la respuesta de su marido.

—Ya que lo pones así... tiempo atrás le había confesado a mis padres acerca de mi homosexualidad pero no lo tomaron de la mejor manera. Espero que tú puedas comprenderme mejor —dijo valientemente el rinoceronte ante el espacio que le había brindado su esposa para expresar lo que sentía.

Margarita dejó de comer dejando sus cubiertos en su lugar, tosiendo un poco y abriendo los ojos como los platos de la mesa. Ella no podía creer lo que estaba escuchando de los labios de su marido.

—Perdón por no habértelo confesado antes, pero debía estar seguro de poder hacerlo cuando llegara su momento —decía el paquidermo mirando fijamente a su mujer.

—¿Y esperaste todo este tiempo para decirme eso? Duraste cuatro años para confesarme que eras homosexual... —decía la mujer intentando asimilar cada palabra que su esposo le había dicho.

—Bueno... digamos que soy bisexual desde que te conocí y ahora comparto mi tiempo contigo, Margarita. Puedes estar segura de que me gustan los hombres pero hace mucho tiempo no estoy con uno, desde que te conocí. Si quería una relación seria con alguien, tener familia y ser feliz, debía sacrificar muchas cosas y entre ellas estaba mi condición sexual —explicaba el paquidermo detalladamente.

Margarita no sabía cómo reaccionar ante la confesión de su marido. De un momento a otro, todo pasó de ser un ambiente lleno de confianza a convertirse en un espacio lleno de cólera y emociones encontradas.

—Me siento utilizada, engañada... ¿tú me usaste para tener hijos y no quedarte solo, no es así? —decía ella juzgando la actitud de su esposo.

—No me malinterpretes Margarita, ni tampoco digas eso. Yo a ti te amo a pesar de este secreto que guardé durante años. También amo a Eduardo y a Misael, son mis hijos y me siento orgulloso de ellos.

—Ulises... me siento mal al enterarme de esto... Me siento extraña... Y no metas a nuestros hijos en esto, por favor. Es un problema solamente tuyo en el cual nos has metido a todos.

—No, el problema no es solamente mío. Tú eres mi esposa y esto nos incumbe a los dos, además el que sea bisexual creo que no debe interferir en nuestra relación.

—¡Ja! ¿O sea, pretendes que ahora te acepte un marido? —dijo ella sarcásticamente— Estás loco.

—Tu estás equivocada, no quise dar a entender eso. Solo quería comentarte que me gustan los hombres, es todo. Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua —dijo el paquidermo tranquilamente.

—El que inició esta tormenta fuiste tú. Ulises, ¿por qué no tuviste el valor de decirme esto antes? ¿por qué justo ahora cuándo ya somos felices?

—Lo sé, sé que quizás debí decírtelo antes...

—No. De hecho, ¿sabes una cosa? prefería que siguieras con tu secreto oculto... así no me daría tanto disgusto saber que estaba compartiendo los años que creía más felices de mi vida al lado de un homosexual —dijo ella muy ofuscada.

—Margarita... no digas eso. Yo te amo —dijo él intentando tomar la mano de su esposa pero esta de un movimiento separó su mano de él.

—¿Me amas? ¿Me amas como un hombre o como una mujer? —preguntó la adaba filosamente, mirando fijamente los ojos de su marido.

—Estás equivocada. Yo te amo como un hombre y el que sea homosexual no me hace mujer ni nada por el estilo.

—¡Por Dios... Ulises...! No sé qué pensar con todo esto que tú me cuentas... Necesito tiempo para asimilar todo... esto es un "boom" para mí que no esperaba que detonara hoy.

—Está bien, amor... espero que lo asimiles bien pero pensé que me comprenderías. Eres mi esposa y la mujer que amo, a ti acudí para confesarte esto... —decía el rinoceronte  temiendo lo peor.

—Hubiese preferido que confiaras en  alguien más para decirle esto... esto es un giro inesperado en la relación tan hermosa que llevábamos... ¿Por qué no me lo confesaste antes, dime?

—No se que pase ahora en adelante que ya sabes esto, solo espero que lo asimiles con calma y lo pienses. Y no te lo dije antes porque realmente necesitaba llenarme de la suficiente confianza para hacerlo. ¿Crees que es fácil decirle a tu pareja que eres homosexual cuándo ella te ha visto comportarte de una manera diferente?

—De hecho... se que no es fácil. Aun así, si me lo hubieses dicho antes, te juro que te hubiese comprendido mejor... pero no ahora, ahora no se que pensar ni sentir acerca de ti. Lo mejor que puedo hacer ahora es irme con mis hijos, después veré que otras decisiones tomo —dijo la adaba en dirección a su cuarto para recoger sus cosas y guardarlas en una enorme maleta que había sacado debajo de la cama.

—Margarita... por favor piensa un poco lo que estás haciendo... —le decía el rinoceronte intentando llegar a una solución— Además, si tú misma has comentado que no quieres que nuestros hijos hagan parte de esto, ¿por qué te los quieres llevar?

—No tengo nada que pensar. Tras de eso, no quiero que mis hijos sigan las costumbres de su padre, así que lo mejor es mantenerlos lejos de ti —dijo la abada para posteriormente terminar de recoger todo, llevarse a sus hijos e irse de la casa.

Durante varios días Ulises intentó arreglar todo con su esposa. Sin embargo, con el pasar de los días la pareja se distanció más y más a raíz de la inesperada confesión de él y pasados un par de meses, Margarita pidió el divorcio y Ulises se lo concedió. Ahora, el paquidermo estaba solo en Moonwalks y se sentía culpable por haber destrozado cuatro años de relación con Margarita, tres años de casados y del cual tenían dos hijos como fruto de aquella unión antes de quedarse completamente solo.

Confesión [Furry Bara] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora