Capítulo XX

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El corazón de Ulises ahora se encontraba dividido. Paradójicamente, tras ir encontrando nuevamente la felicidad con Ramsés al admitir que seguía enamorado de él, se anteponía a la preocupación que sentía por uno de sus hijos que había sufrido un accidente. Todo contrastaba de una manera caótica en la cual el rinoceronte no se explicaba como podían existir tantos problemas seguidos. 

—¿Es que la vida no se va a cansar de darme por el culo, Ramsés? —le preguntaba al tigre mientras sostenía el teléfono esperando la confirmación de cual de sus dos hijos había resultado involucrado en el accidente.

—No hables así, Ulises. Créeme que ante esta situación lo que hay que hacer es mantener la calma. —dijo el felino invitando al paquidermo a tomar asiento y le daba un abrazo para intentar calmarlo— Sé que la vida de un hijo y su bienestar son importantes, pero si te estresas y pierdes la cabeza, no te hará bien.

—No es fácil sobrellevar tantas pruebas que la vida te pone. Estoy cansado de tener que sufrir tanto. Si fuese otro tipo de persona, quizás ya me hubiese suicidado al tirarme a un camión o atar una soga a mi cuello y suicidarme. —le comentaba el rinoceronte a Ramsés.

—Muchos creen que esas son las únicas salidas, sin embargo admiro en ti la manera como te sobrepones ante tantos problemas y circunstancias que la vida te ha puesto. —dijo el tigre para luego tomar la mano derecha del paquidermo y alzarla hasta sus labios, dándole un beso que de inmediato hizo que Ulises se sonrojara— Y estaré allí para ayudarte, lo prometo. 

—Después de lo mal que te he tratado y la falta de comprensión que te he tenido, aún así estás dispuesto a estar conmigo y a amarme como siempre. —dijo el paquidermo sonriente a pesar de su preocupación.

—Siempre, amor. En las buenas y en las malas, porque tú eres lo que más importa en esta vida. Sé que lo que hice estuvo mal y que debí consultarte antes, sin embargo la preocupación fue más grande que la razón y me equivoqué. —le comentaba el felino quien miraba al paquidermo con arrepentimiento.

—Gracias por estar conmigo y por reconocer este error que no sólo cometiste tú sino también yo. Pero ya no pensemos más en esto, mañana mismo viajaré a Moonwalks para tratar de saber que ocurrió... no quiero que le pase nada a mis hijos... 

—Yo tampoco quiero que les pase nada a tus hijos. Esos dos hermosos rinocerontes merecen siempre buenas cosas y si gustas podría ir contigo. Al estar desempleado, tengo todo el tiempo disponible para poder ayudarte. —dijo el tigre.

—En ese caso, iremos los dos. —dijo Ulises cuando escuchó el tono de su celular y lo tomó en sus manos.

—Hola, Margarita. Perdón por no llamar antes, ¿Cómo se encuentran mis hijos? —preguntó el preocupado y angustiado padre.

—Hola, Ulises. Eduardo está conmigo con su consola y se encuentra bien, Misael fue quien sufrió el accidente y aunque no sufrió fracturas, el impacto le produjo un fuerte golpe, algunos raspones y moretones —le respondía tranquilamente la abada.

—¿Qué fue lo que sucedió?  —seguía preguntando el rinoceronte mientras caminaba de lado a lado por toda la sala.

Lo que sucedió fue que Misael se encontraba jugando con sus amigos mientras que Eduardo estaba pintando con sus acuarelas. Los llamé para darles algo de merendar y todos vinieron corriendo, entre ellos Misael quien cruzó la calle sin percatarse de la motocicleta que venía. Sin embargo, aunque el conductor alcanzó a frenar Misael fue lanzado a algunos metros del jardín del frente, por lo que se hizo necesario llevarlo al hospital para que lo revisaran. —le comentaba la abada estando en el hospital.

Dios...Por eso me llamaron para comentarme de que uno de mis hijos estaba allí pero no me dijeron quién. —comentó el paquidermo mientras Ramsés estaba al tanto escuchando todo.

Confesión [Furry Bara] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora