Capítulo II

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A pesar de que los primeros días no eran nada fáciles en el batallón, Ulises no se desesperó como harían otros chicos de su edad ni tampoco pensó en hacer una locura que lo metiera en problemas, así que él mismo tuvo la suficiente autoestima como para animarse y pensar en algo que le permitiera sobresalir en su estadía en el ejército. Finalmente, lo logró ya que la forma en la que Ulises había decidido comportarse allí le había permitido ocultar completamente su admiración por los hombres, además de que era un soldado obediente y diligente. Sin embargo en algunas ocasiones no podía resistirse ante la presencia de tantos cuerpos varoniles y a veces tenía fantasías que terminaban con eyaculaciones nocturnas.

—¡Grrr... carajo...! —exclamaba el paquidermo al haber manchado las sábanas de dormir en el batallón para luego envolverlas e ir a la lavandería, tomando otras al lavar las que había usado y luego volviéndose a dormir.

A él le resultaba cómodo el tener una lavandería en el mismo batallón puesto que así podía lavar su ropa en caso de mancharla con su semen durante algún sueño erótico que él tuviera, rodeado de tipos grandes y fuertes por todos lados. Sin embargo, muchas veces le era difícil contener alguna erección estando en público y fácilmente pensaba rápido en cómo salir de aquel momento bochornoso. Por la manera en cómo hacía las cosas y todo el empeño que ponía estando allí, había sido uno de los soldados más sobresalientes luego de tener ya unos cinco meses, ganándose la confianza de sus superiores.

—¿Eh? ¿qué le pasa, Moya? —le preguntaba un oso comandante.

—Perdón, mi comandante. Me dieron ganas de ir al baño de repente —dijo el rinoceronte sintiendo su líbido subir al notarse rodeado de machos sudorosos en una sesión de ejercicios.

—¿Otra vez? Pero si hace poco les di tiempo para que fuesen todos a mear, huevón —decía el superior suspendiendo la rutina.

—Sí, señor —decía el recluta quien se acercaba hacia su oreja para susurrar algo— Es que me dio una erección pensando en una de las mujeres que vimos cuando hicimos patrullaje hace un par de días.

—Oh, comprendo recluta ¡Todos tomen un descanso de 15 minutos! —exclamaba el comandante de voz portentosa y sonora a la vez sonreía descaradamente— Se que necesita descargar y no lo culpo, así que hágase la paja rico pensando en alguna y guarde algo para las chicas ya que ellas siempre están sedientas de un hombre que las haga sentir mujer. No se tarde y descargue esas bolas cuánto pueda.

—¡A la orden, señor! —exclamaba el recluta para luego marchar rectamente hacia donde se encontraban los baños.

No obstante, Ulises prefería distraerse con algún recorrido corto o alguna otra cosa que le permitiera calmar sus deseos sexuales ya que tomar aquella actividad de costumbre como lo era masturbarse, le podía acarrear alguna sospecha y eso era lo que él evitaba. Al sentirse ya mejor y mantener sus pensamientos centrados en el ejército y la disciplina que mantenía en aquel lugar, le bastaba para bajar su erección irse a un lugar lejos de aquellos sudorosos machos y retomar todo lo que hacía con esfuerzo, disipando así cualquier tipo de dudas que se puedan generar, viéndose evidenciado un día en el que hicieron el traslado de algunos reclutas al batallón donde él se encontraba y su manera de comportarse se vio sometida a un a prueba.

—¡Hey, Moya! —dijo uno de sus compañeros al terminar sus ejercicios.

—¿Qué pasa, Martínez? —preguntó el rinoceronte mientras bebía una botella de agua y sentía como el sudor caía por su pecho y espalda tras los duros entrenamientos.

—¿Por qué todo el tiempo va al baño? ¿Qué anda con cagalera cada rato o qué es la vaina? —le preguntó el tigre con jocosidad.

—Por fortuna no. Es sólo que a veces me dan ganas de orinar y pido el permiso como lo hacía en la escuela —decía el rinoceronte quien se mostraba tranquilo ante la incómoda pregunta.

—Si así lo pone, le creo —decía mientras el contrario se quitaba la camisa y la sacudía debido al calor que hacía.

Desde que Ulises había visto a Ramsés como uno de los chicos que habían trasladado al batallón hace poco, sabía que en él había alguien con quien hablar ya que ambos eran casi contemporáneos en edad. En ese momento, él observaba el pecho peludo del tigre Ramsés Martínez Zapatero, uno de los chicos más guapos y atractivos que podían existir en el ejército según su punto de vista, del cual el rinoceronte sintió una enorme atracción pero que lo consideró una lejana posibilidad.

—Si que has trabajado mucho tu cuerpo, Ramsés —decía el rinoceronte envolviendo su camisa como especie de una toalla retorcida, azotando el abdomen del tigre con ella.

—¡Ouch! ¡Hijo de puta, eso duele! —exclamaba el felino en un lenguaje soez.

—Ese es el punto. Si eres macho, aguantas el dolor —decía el paquidermo en una leve sonrisa— Y si estás en el ejército es porque realmente te gusta el ambiente de aquí.

—Jaja, me gusta esto. A pesar de que al comienzo no quería estar en el servicio militar, me adapté bastante bien hasta que le cogí el gusto. Al parecer no es tan malo como dicen. Si sigues las órdenes como te mandan los superiores y no te las tiras de pendejo todo estará bien, man —decía el tigre de origen costeño quién prestaba su servicio militar hace ya un año.

—Eso dices porque ya llevas más tiempo que yo acá y pronto saldrás de todo esto —le comentaba el rinoceronte sin dejar de contemplar disimuladamente el cuerpo de su compañero.

—Sí, eso es cierto. Lo que pasa es que esta verga no es para todo el mundo y los que se las tiren de maricas, pues les dan por el culo. Así de simple y clarito es, pelao —decía el contrario para luego ponerse su ajustada camiseta verde y seguir con los entrenamientos— ¿Está cansado o tiene ganas de entrenar más?

—Pa' las que sea, yo no me canso —respondió el paquidermo quien se dispuso a continuar con la conversación con su compañero mientras se ejercitaban.

—¡Así se habla! —exclamó con entusiasmo el tigre quien retomaba la rutina del batallón.

Así fue como comenzó una gran amistad entre el rinoceronte y el tigre que se fortaleció más y más. Los días y las semanas fueron transcurriendo de una manera más sencilla y llevadera para Ulises al tener un compañero con el que compartía los momentos en el ejército. Con Ramsés, Ulises realizaba todo tipo de tareas y lideraba a los otros reclutas con buena disposición en el servicio militar y responsabilidad en sus labores. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo Ramsés terminó su servicio militar con honores y volvió a Sunshine de donde era oriundo, mientras que Ulises se quedó en el batallón cumpliendo el tiempo que faltaba para terminar su servicio militar.

Confesión [Furry Bara] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora