18

7 4 3
                                    

El sábado me desperté sobre las once. Aún en la cama hice un intento por recordar lo que había soñado. Y le volví a ver. La imagen de David desvistiéndose ante mí parecía haber ocupado un pesado y angustioso sueño. Al despertar me sentía incómodo. Pero aquella sensación de incomodidad era muy real, muy física. Parecía increíble pero me sentía mojado... o más bien húmedo. Estiré mi mano por debajo del elástico del pijama y toqué mi polla. Efectivamente, me había corrido entre sueños.

El calentón con que me había dejado David el día anterior había producido un efecto poco habitual en mí. Que yo recordase sólo había tenido una polución nocturna en mi vida. Pero lejos de sentirme más calmado, aquello no hizo si no acrecentar mi excitación. La imagen de David no se esfumaba de mis pensamientos. Volví a acariciarme la polla y la noté totalmente dura.

Bajé a desayunar después de una ducha relajante, no por la ducha en sí misma, si no por la paja que me hice. Mi madre estaba en la cocina con su amiga Carmen.

- Hola guapo. –Dijo Carmen.

- Buenos días. -Dije yo escapando de las zarpas de semejante leona.

- Hijo, Carmen acaba de darme una noticia fantástica. –Dijo mi madre con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿De que se trata?

- Pues verás. En la inmobiliaria donde trabajo necesitan vendedores y creo que tu madre encaja en el perfil que demandamos.

- Vaya pues me alegro, es una gran noticia, te vendrá bien salir de la cueva. –Dije yo.

- Pues sí, además Carmen me ha estado animando. Me ha asegurado que me formarán perfectamente antes de lanzarme a vender. Creo que estoy un poco oxidada para el mundo laboral.

- Lo harás muy bien Rosa, ya lo verás. Además no os he hablado de lo mejor de este trabajo.

- ¿Aún hay más? –Dije yo sorprendido.

- Jejeje... hay algo más. Lo mejor de trabajar en esa empresa es el vigilante del edificio. Pedazo de hombre de los de verdad. De unos 30 años, musculado, rudo, llano... de los que te dicen "¡Ven aquí guapa! Que los tengo cargados de cariño". Jajajaja... –Dijo Carmen soltando una escandalosa carcajada a la que se unió mi madre.

- Bueno señoras, veo que estos temas ya no son de mi incumbencia, si me disculpan... jeje. –Dije yo mientras salía de la cocina con un bol de cereales.

Dado que Carmen se quedaba a comer en casa y no quería pasarme la tarde aguantando las frases de una cuarentona, digamos, abierta de miras, decidí ir a Barcelona a comer a un restaurante hindú que me había recomendado Pedro.

Durante la comida recordé que aún no había hablado con mi padre de su responsabilidad en la ruptura de Carlos y Sara. Así que después del postre le llamé. Mi padre parecía interesado en saber cómo estaba mi hermano, así que accedió quedar bien entrada la tarde en un café del centro.

Cuando llegué al Starbucks donde habíamos quedado, Ricardo no había llegado aún. Pocos minutos después, cruzó la puerta del local. Iba vestido con un traje de Zegna, tan elegante como siempre, ajeno a lo que le esperaba.

- Hola.

- Hola hijo.

- ¿Cómo has podido hacer algo así? –Le recriminé yo de inmediato.

- Vaya, veo que ya estás informado. –Dijo mi padre apenado. –No voy a intentar justificarme, únicamente puedo decir que lo siento por Carlos, pero no me arrepiento de haber conocido a Sara.

- Pero Carlos es tu hijo, le has hecho mucho daño. No sé como has podido ser tan inconsciente. –Dije yo furioso.

- ¿No te ha pasado nunca que aun sabiendo que no debes hacer algo, todo te empuja a hacerlo?

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora