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La cabeza me estallaba. El reiterativo y odioso sonido del despertador retumbaba en mi interior. A mí modo de ver no había bebido tanto en la fiesta de ayer, pero mi lamentable estado físico decía todo lo contrario. Me levanté a duras penas y me arrastré literalmente hasta el cuarto de baño. Me quité el pijama y me metí debajo del chorro de la ducha. El agua me revivió lentamente.

Bajé a la cocina. Ni mi hermano ni mi madre daban señales de vida. En la puerta de la nevera había un post it de mi madre:

"Estoy en el club de natación en Sitges con Carmen. Volveré a la hora de comer".

Su reinserción en el mundo laboral había transformado totalmente a mi madre. Me alegré por ella. Cogí un zumo con leche y salí fuera para tomar el aire. En la calle estaba mi hermano, lavando su Alfa. Me detuve aún dentro del pequeño jardín de la parte delantera de la casa. Carlos lleva puestos unos pantalones cortos de deporte y una camiseta sin mangas de Nike. El agua de la manguera le había salpicado. Mi polla se puso completamente dura. La camiseta parecía dos tallas más pequeña de la que debía usar mi hermano y se ajustaba a sus pectorales y a su definido abdomen. Los pantalones debían haberse encogido en la lavadora porque dibujaban fielmente sus piernas de nadador bajo la tela. Y por si no fuera suficientemente provocativa esa visión, como la camiseta era corta se le advertía un prometedor paquete.

- ¿Qué haces ahí parado? -Dijo Carlos devolviéndome a la realidad.

- Tío, no sé porque lavas el coche en la calle, los vecinos se van a quejar por el agua. –Dije yo por decir algo.

- Ya, ya... mamá ya me ha echado broca antes de irse. Ya acabo.

¿Acabar? Por mí podía quedarse allí toda la vida, vestido con esa ropa y lavando su coche bajo mi atenta mirada.

- Bueno, si me ayudas igual termino antes.

- Vale, ¿qué hago? -Dije yo.

- Coge la manguera y empieza a aclarar este lado del coche. Seguro que eso, hasta tú puedes hacerlo... jejeje.

- Que tonto eres chaval... –Bromeé yo.

Accioné la manguera y dada mi poca habilidad y me inexistente experiencia en este tipo de trabajos, el agua salió a presión. Con tanta presión que no sólo aclaró la espuma del coche, si no que dejó empapado a mi hermano.

- ¡¡Qué haces!! Tío eres tonto. –Dijo Carlos cabreado.

- Jajajajaja... –Reí yo ante la imagen de mi hermano con el pelo y la ropa calados.

- ¡Y encima cachondeo! Ahora verás.

Y quitándose la camiseta cogió la manguera y apuntó hacia mí. La visión del cuerpo de mi hermano mojado y sin camiseta me dejó paralizado. Sus pantalones también estaban empapados y todavía se le ajustaban más.

Efectivamente mi hermano disparó. La manguera lanzó un potente chorro sobre mí y me mojó todo, camiseta, tejanos y zapatillas deportivas incluidos.

- ¡Alaaaaaa! Joder Carlos, que lo he hecho sin querer. Ya ves como me has puesto.

- Tranquilo que el agua no encoge. Ahora estamos en igualdad de condiciones... –Dijo Carlos guiñándome un ojo.

- Ufff... voy dentro a cambiarme. –Dije yo.

- Ni hablar niño, ahora me ayudas a terminar.

- ¿Así mojado? –Dije yo.

- Eso tiene solución.

Y tras decir esto, Carlos se acercó a mí, puso sus manos sobre mi cintura y, ante mi perpleja mirada, tiró de mi camiseta y me la quitó. Con ella en la mano me secó el torso.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora