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David, ¡maldito David! El sábado, cuando había pasado más de una semana desde nuestro encuentro, seguía sin tener noticias suyas. Un extraño sentimiento entre el odio y las ganas de verle se había instalado en mi interior. Estaba en casa solo, estudiando en la buhardilla, con el móvil junto a los libros, perfectamente a la vista. Me repetía mí mismo que me olvidase de ese tío, que lo de aquella noche sólo había sido un polvo, que mi actitud era ridícula. Me repetía mil argumentos para olvidarme de él, pero bastaba volver a reparar en su sonrisa, en sus caricias, en sus besos, en el roce de su cuerpo, para que David lo ocupase todo.

Me levanté, encendí la radio, sonaba el último single de la Oreja de Van Gogh. ¡Dios! que capacidad tienen las letras de este grupo de hacerme sentir un desgraciado. Con esa visión de la amistad y del amor tan endulzada, tan perfecta, tan mística. ¡Joder! ¡La vida es mucho más dura que eso! La vida es romper con tu novia porque tienes la cabeza llena de tíos, la vida es que tus amigos te den la espalda, la vida es cruzarte con una estrecha con un grupo de amigos paletos, la vida es que te tires a un tío que está buenísimo y es encantador y no le vuelvas a ver. La vida es injusta, cruel, dura, pesada, exigente, rencorosa, estúpida ¡absurda!

¡El teléfono! Desconecté el equipo de música y me lancé sobre el móvil, no conocía el número.

- ¿Sí?

- Hola Juan, soy Natalia.

La voz de Natalia me resultó especialmente desagradable en aquel instante. ¿Pero a qué estaba jugando?

- ¿Qué quieres? –Dije con brusquedad.

- Pues saber cómo te va... no nos hemos vuelto a ver desde el día en que conociste a mis amigos.

- ¿Vernos? ¿Vernos para qué Natalia?

- Pues no sé... para hablar de nosotros. –Dijo ella con temor.

- Natalia, no hay ningún nosotros. Hay un tú y hay un yo, pero por separado, nada más. No tenemos nada de lo que hablar. Bastante me has mareado ya.

- ¿Marear? Pensaba que habías estado a gusto con mis amigos.

- Natalia, no te engañes, esperaba otra cosa de aquella cita. –Dije yo hastiado por esa conversación.

- ¿Qué esperabas Juan? ¿Follar conmigo? Sinceramente me he equivocado contigo, te imaginaba capaz de ver más allá de un simple polvo. Tranquilo, no volveré a molestarte.

- Natalia, lo sient...

No pude terminar la frase, Natalia había colgado. Sus palabras me quemaron por dentro. No sólo porque estaban cargadas de verdad, si no porque en otros tiempos yo jamás había simplificado de esa manera mi relación con una mujer. Para mí conocer poco a poco a una chica siempre había sido algo estimulante. Pero ahora parecía que únicamente pensaba en ellas para follármelas, para intentar demostrarme a mí mismo que aún podía cumplir con ellas. Cumplir, que palabra más repugnante. El sexo es mucho más que "cumplir".

Me estiré en el sofá, me avergoncé por haber tratado así a Natalia. Una vez más, me había demostrado ser mucho más madura que yo. Me prometí arreglar las cosas con ella, pero no en aquel momento. Tendido mirando al techo, que se elevaba a pocos centímetros sobre mi cabeza, una sensación de angustia me ahogaba.

¡Basta! Cogí el teléfono. Busqué en la agenda el número de David y pulse el botón de llamada. Perfecto, un tono, dos tonos, tres tonos, y de repente nada. David había apagado su teléfono. La rabia me encendió las mejillas. Intenté calmarme y no empezar a gritar insultos. Necesitaba algo, no, más bien necesitaba a alguien. Algo se iluminó en mi cabeza. Recorrí la agenda del móvil, le encontré y le llamé.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora