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Me levanté sobresaltado, juraría no haber oído el despertador. Miré incrédulo las manecillas del reloj, evidentemente llegaría tarde una vez más. Me levanté y me duché en un tiempo récord.

En la cocina, mi hermano preparaba su desayuno antes de irse al trabajo. Me sorprendió verle vestido con un elegante traje de Adolfo Domínguez. Al verme Carlos sonrió.

- Como mañana no te voy a ver... ¡Felicidades hermano! Ya te queda un poco menos para jubilarte -dijo Carlos mientras me abrazaba.

- Gracias... –Carlos no me soltaba-. Verás, si me sueltas me harías un gran favor, llego un poco tarde.

- ¡Ah! Es verdad, que te esperan los niños de la Tribu de los Brady... jejeje.

- ¿Tú eres tonto o qué? –dije con una sonrisa burlona-. Mis amigos estarán en el instituto, pero por lo menos no son unos psicópatas en potencia.

- Ufff, no me nombres al Innombrable. Desde la fiesta no he hablado casi con él, me avergonzó tanto su actitud que prefiero no hablarle...

- Claro, entonces esperaremos a la próxima bronca... –dije yo resignado.

- No, no habrá próxima bronca. La noche de la fiesta le advertí que si volvía a suceder algo así, tendría que irse de esta casa. No pienso tolerar ese tipo de comportamientos.

- Apoyo totalmente tu decisión.

- Ayer llamé a Toni para disculparme por lo sucedido, al fin y al cabo Sergio es mi amigo. Como a Humberto no le conozco personalmente te pido que te disculpes en mi nombre .

- Lo haré, gracias. Y ahora te dejo, que se me hace tarde, aún tengo que recoger el coche que he alquilado.

- Bien, no te entretengo más pues. Que vaya bien Juan, y... cuídate.

Carlos se acercó a mí y me miró detenidamente. Se respiraba cierta tensión en el ambiente. Sin decir nada me dio un beso en la mejilla.

- Tú también... –respondí yo.

No podía entretenerme más. Salí a toda prisa hacia la oficina de la empresa de alquiler de coches. Recogí el monovolumen que había alquilado y conduje hasta al estación de tren donde había quedado con Natalia y sus amigos.

A las 10:30 dejaba la calle Aragó y me detenía junto a la estación de RENFE en Passeig de Gràcia. Afortunadamente me estaban esperando fuera. Hice sonar el claxon y tras mirarme sorprendidos se acercaron al monovolumen.

- ¿Qué es esto? –Preguntó Natalia con sequedad.

- Se llama monovolumen, lo inventó Renault en los años 80. Se caracteriza por un interior amplio, una carrocería sobreelevada y la posibilidad de contar con siete plazas en un interior absolutamente modulable...

- Juan ¿me tomas el pelo?

- Sólo bromeaba. Pensé que sería más cómodo que el tren y lo he alquilado para toda la semana. Pero... ¿podéis subir ya? Estoy muy mal aparcado –rogué yo.

Natalia se dio la vuelta para consultarlo con sus amigos, pero no pudo. Damián y Marc ya estaban cargando las maletas, mientras Marta y Humberto se acomodaban en la última fila de asientos. A regañadientes Natalia entró en el coche y se sentó en la fila central junto a Alba.

- ¿No te sientas conmigo? –Pregunté yo perplejo.

- Prefiero quedarme aquí –dijo con brusquedad.

Damián se sentó con ellas y Marc tomó asiento en la parte delantera, junto a mí. Aquello fue el inicio de mi perdición. Dos atléticas piernas bajo un pantalón corto que se ajustaba peligrosamente a su piel al sentarse. Camiseta de tirantes al limite de su elasticidad cubriendo un apetecible pecho, y... dejando a la vista unas morbosas axilas. "Juan ¡deja de mirarle y arranca este trasto!" me dije a mí mismo. Intermitente, pisar embrague, insertar la primera y soltar embrague. No, a pesar de esa visión tan turbadora no había olvidado como se conducía.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora