44

5 0 0
                                    

Días después de que las cosas con David empezasen a torcerse y mi hermano me viese en aquel estado, logré serenarme. Carlos no insistió para que me sincerase con él, supongo que intuyó que era algo realmente importante para mí y prefería no hablar de ello con nadie.

Durante días me repetí a mí mismo que pretender que entre David y yo hubiese algo más que una relación sexual esporádica era una locura. Mi lado racional me repetía que por más que me jodiese en aquel momento, David había tomado la mejor decisión. Mantener una relación con él a estas alturas de mi vida hubiese sido algo imposible. Pero mi lado emocional aún me revolvía el estómago al pensar que no volvería a ver aquellos ojos y aquella sonrisa, que no volvería a sentir su cuerpo... que ni siquiera volvería a escuchar su voz.

Era obvio que David había tomado la decisión más sencilla, la de echarme de su vida. Era obvio que terminar con aquellos tormentosos e incipientes sentimientos era lo mejor para los dos. Pero aún sabiendo todo eso, me jodió que adoptara esa actitud para acabar con lo nuestro, si es que algún día hubo algo llamado "lo nuestro". Pero estaba claro que David había utilizado un recurso fácil, adoptar una actitud realmente negativa y despreciable que provocase un rechazo en mí. Pero no funcionó, David no fue capaz de despertar mi rechazo. Mintió diciéndome que había quedado con otro. Ni si quiera fue capaz de mirarme con sus impenetrables ojos negros, aquella vez tuvo que ocultar su mirada para exigirme que saliese de su casa... de su vida.

Por suerte, a lo largo de los días mi lado racional acabó imponiéndose al emocional y empecé a ver las cosas por el lado positivo. David empezaba a salir de mi vida y con él o sin él, me queda mucho por vivir.

Aunque después de que Carlos me prestará su apoyo aquella tarde, volvimos a hablarnos con cierta normalidad, me repetí que debía hablar con él y disculparme por la discusión sobre Ana. Pero tuvieron que pasar algunos días más para que Carlos y yo tuviésemos la conversación que estaba esperando. Fue en casa de Rosa, cuando nos invitó a comer diciéndonos que necesitaba hablar con nosotros.

El sábado al mediodía, cuando Carlos volvió del club de natación, salimos en mi coche hacia casa de Rosa. Por el camino fuimos escuchando una maqueta del grupo de un amigo de mi hermano, Candymen.

Cuando llegamos a casa de mi madre, ella no había llegado aún de la inmobiliaria. Me senté en el sofá, estaba destrozado después de mi primera semana en el bufete. Carlos fue hasta la cocina y volvió con dos vasos de leche.

- Carlos, creo que te mereces una disculpa por todo lo que te dije...

- Tranquilo, los dos estábamos demasiado nerviosos y dijimos cosas que no queríamos decir –respondió Carlos mientras me tendía el vaso.

- No, no... quiero disculparme. Te acusé de haberte aprovechado de mi ruptura con Ana, de haberte fijado en ella para hacerme daño y de haberme mentido, incluso te pedí que la dejases... me comporté como un estúpido.

- Juan, nada de eso... la culpa fue mía. Fui un imbécil al no decirte que Ana me interesaba y al aplazar mi decisión durante tanto tiempo.

- Cierto, me hubiese gustado que me lo contases tú mismo, pero eso no justifica la forma en que me comporté.

- Bien, no hay duda de que los dos la hemos cagado bastante en este tema...

- Vaya par de idiotas que estamos hechos... jejeje –bromeé yo.

- Jejeje... debe ser la genética.

- Y bien, cuéntame qué tal con ella...

- Pues nos estamos conociendo, ni si quiera salimos... pero como ya te dije en nuestra accidentada conversación, creo que siento algo especial por ella. La verdad es que cuando corté con Sara y Ana cortó contigo, nos ayudamos mutuamente... fue un momento difícil.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora