33

4 0 0
                                    

Lo más duro ya ha pasado, o al menos eso creo. Después de unos días complicados, principalmente por los exámenes y por la mudanza, parece que finalmente llega la calma. Esta misma semana he hecho el último examen final, y quiero ser optimista, fue sencillamente un examen brillante... aunque siempre puedes errar tu percepción. Ahora sólo queda esperar a las notas... mi futuro depende de ellas. Después de tantos años estudiando sigo sorprendiéndome al ver una cifra junto a mi nombre sobre un papel colgado en un tablón de anuncios. Los mismos nervios enredándose en mi estómago, el mismo temor a leer mi nombre seguido de un suspenso, pero esta vez es diferente, esta vez podría ser la última.

Si los exámenes son ya un tema cerrado, de la mudanza no puedo decir lo mismo. Unos días después de que Carlos y yo nos fuésemos a vivir al piso nuevo, Sergio se trasladó finalmente. Al pasarme tanto tiempo estudiando en la biblio no he podido hablar mucho con él, aunque nuestros breves encuentros me dicen que la convivencia no va a ser sencilla.

Nada más pisar nuestra nueva casa Sergio hizo una detallada crítica: los muebles, las cortinas, la pintura, la distribución, las luces, los electrodomésticos, el suelo, el techo, el olor, los cristales, la luz, las ventanas, las juntas de las baldosas, las puertas, los marcos, la corriente de aire, la orientación... todo. Después de esa oleada de optimismo, estableció sus propias reglas acerca de la música, los invitados, el orden, la limpieza, la privacidad, la televisión, la comida... una lista sin fin. Al terminar su "guía de buenas prácticas", Carlos y yo nos miramos con resignación.

El primero de los roces entre Sergio y yo surgió hace dos días. Yo estaba relajándome en mi habitación al llegar de un examen. En mi equipo de música sonaba "Wake me up inside" de Evanescence cuando la puerta se abrió de golpe.

- Juan, vamos...

- ¿Vamos a dónde?

- Tenemos que bajar la basura, tanta manía con el reciclaje y luego no bajáis ni una puta bolsa.

- Lo haré luego... ahora estoy descansado. –Respondí yo con brusquedad.

- Juan, ahora. Si no mueves el culo, dejo las bolsas en tu habitación.

Me tocaba los cojones que ese chulo me diese ordenes pero, para evitar un enfrentamiento, me levanté y le ayudé a sacar la basura.

Al volver al edificio nos encontramos al vecino que nos cruzamos la primera vez que visitamos aquel piso. Estaba aparcando su moto, uno de esos scooters para moverse por la ciudad. Nada más quitarse el casco nos vio y nos saludó:

- Hola. –Dijo con una sonrisa.

- Hola. –Respondí únicamente yo.

Entramos juntos en el portal y nos dirigimos hacia el ascensor.

- ¿Subís?

- Sí. –Respondí.

- No, mejor vamos por la escalera. –Corrigió Sergio.

Nuestro vecino nos miró con cara de sorpresa. Para evitar parecer unos maleducados tiré de Sergio con firmeza y le conduje al ascensor. Quizás no fui muy discreto, porque nuestro vecino pareció percatarse de mi gesto.

- Si a tu amigo le gusta andar, mejor subimos los dos... –dijo con una irónica sonrisa.

Sergio no dijo nada. Yo simplemente sonreí y entramos en el ascensor. Cuando las puertas se cerraron, miré a mi compañero de piso, parecía realmente inquieto.

- Bueno... ya que vivimos pared con pared, mejor nos presentamos, yo soy Víctor –dijo nuestro vecino con una amplia sonrisa.

- Encantado Víctor –respondí mientras le estrechaba la mano- él es Sergio y yo soy Juan.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora