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El domingo, después del incidente con Toni en la buhardilla tenía claro que no iba estar en mi casa ni un solo segundo, antes de volver a hablar con Carlos debía meditar alguna explicación que quitase hierro a lo que había presenciado. Seguro que encontraría una explicación verosímil, pero para ello necesitaba pensar. Necesitaba tiempo.

Me levanté sobre las nueve. La desaparición de David, la bronca con Natalia, el incidente con Carlos y Toni, los exámenes... aquella mañana me había despertado con un humor pésimo. Sabía que si durante el día un simple detalle me disgustaba, estallaría. En la cocina me encontré con mi madre.

- Buenos días hijo.

- Hola –respondí mientras me servía un plato de cereales.

- ¿Qué vas a hacer hoy? –Preguntó Rosa con brusquedad.

- Pues voy a Barcelona, a la biblioteca. ¿Por qué?

- Bueno, es que tu hermano pasará el día con Sergio para ultimar los detalles de la mudanza, y yo había pensado en que si ibais a estar fuera podría invitar a Victoria y a su... compañero.

- ¿A Victoria? Pero si no la ves desde que conoció a ese imbécil, es más, pensaba que no querías verla, ni a ella ni a su nuevo marido, compañero, novio o lo que sea. –Respondí sorprendido.

- Ya... pero no sé, quizás sea el momento de intentar una reconciliación, al fin y al cabo es mi hermana.

- Tu verás –dije mientras devoraba los cereales-. Yo me voy en cuanto termine de desayunar, prefiero no estar aquí si van a venir esos dos.

Camino de Barcelona seguía sin entender porque mi madre se había decidido a invitar hoy a su hermana. Victoria es la única hermana de mi madre, seis años menor que ella. Entre las dos siempre había existido una relación muy buena, incluso después de casadas, hasta que las cosas cambiaron.

Victoria había estudiado medicina y ejercía en un hospital de Barcelona, allí había conocido a Jorge con el que se casó poco tiempo después que mis padres. De ese matrimonio nació mi prima Lara. La relación de ambas familias era buena hasta que Jorge murió en un accidente de coche en agosto de 1996. Entonces toda la familia se volcó para dar nuestro apoyo a mi tía y a mi prima. Por ello, cuando Victoria anunció pocos meses después del accidente que estaba enamorada de un tal Julián, once años menor que ella y de profesión pintor, todos nos sentimos defraudados. Mi madre jamás le perdonó aquella falta de respeto por la memoria de mi tío Jorge, que se había portado con ella fabulosamente. Ni si quiera Lara se tomó bien la noticia y decidió irse a vivir con mi abuela Mercè a Tarragona. Desde entonces no les había vuelto a ver, sólo algún comentario de mi madre sobre el estilo de vida de Julián, que más que del arte, vivía del cuento, o lo que es lo mismo, de Victoria.

Decidí olvidar el tema, llevaba tanto tiempo sin tener contacto con la familia de mi madre que no me preocupaba demasiado lo que hubiese sido de ellos. Ya en la biblioteca me puse a estudiar otra vez.

A la hora de comer, cuando salí de allí y caminaba en dirección de un Pans & Company para comer algo, me di cuenta de que me había dejado la cartera en casa. Había que ser gilipollas para salir sin la documentación, sin las tarjetas, y lo que era peor ¡sin dinero! No me quedaba alternativa, tenía que volver a casa aun con el riesgo de encontrarme con Victoria y Julián.

Volví a Sitges. El hambre y ese absurdo viajecito me habían puesto especialmente de mala ostia. Intenté aparcar delante de casa pero al parecer alguien había dejado allí un Seat Córdoba destrozado por un patético tunning. No recordaba que mí tía tuviese esos gustos. Entré en casa, a simple vista parecía que no había nadie. Fui hasta el comedor y vi la puerta del jardín abierta, me pareció ver a alguien fuera. Me acerqué a la cristalera y lo que vi me dejó alucinado. Tendido en una de las hamacas del jardín había un tío muy musculado, exageradamente bronceado, cubierto únicamente por un diminuto bañador negro que le marcaba un generoso paquete, pero ¿quién coño era?

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora