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Salía caminando de la facultad, de mi ceremonia de graduación, bajo un sol aplastante. El verano más cálido de los últimos 30 años según decían en los periódicos. Pero ni si quiera el Sol podía restar un ápice de felicidad aquel día.

- ¡Juan! –Gritó Jordi a mi espalda.

- ¿Qué?

- ¿Te apetece venirte con nosotros a celebrar la graduación? Iremos a casa de Ruth.

- Agradezco tu buena intención, pero no creo que sea lo más indicado. Además, tengo una comida familiar.

- Bien, no insistiré. Si cuando termines con tu familia te apetece quedar, llámame ¿de acuerdo?

- Lo tendré en cuenta...

- Por cierto, ayer fui a ver a Rafa. Está en el hospital de Sant Pau, por si te apetece pasarte.

- Gracias por avisar. ¿Cómo está?

- Mejor, en pocos días le darán el alta.

- Me alegro.

- Bien, tengo que irme Juan, si vas a ver a Rafa salúdale de mi parte. Y... ¡anímate joder! Que ya eres un Licenciado en Derecho... jejeje.

- Estoy muy feliz, de verdad Jordi. Hoy nada puede amargarme este momento. –Dije con una sonrisa algo ambigua.

Volví al coche. A pesar de la felicidad y la satisfacción personal que produce terminar una carrera dentro del tiempo establecido en el plan de estudios y con un expediente brillante, mi felicidad no era completa. Cuatro días después de volver a Barcelona tras interrumpir el viaje de forma tan brusca, no había tenido noticias de Natalia. Bueno, para qué mentir, Natalia no era lo que más me preocupaba. Lo sucedido entre Marc, Damián y yo había revuelto dentro de mí un poso de sensaciones y sentimientos que durante meses había intentado enterrar.

La expresión de Marc durante el camino de vuelta a Barcelona era la misma expresión que se podía leer en mis ojos el día del accidente en el garaje de mi casa, el día en que Toni y yo nos enrollamos por primera vez. Y no es que me preocupase mucho por Marc, que cada cual aguante su propia cruz, el problema fue que todo aquello había revuelto algo en mi interior. Llevaba semanas sin pensar demasiado en el valor de mis actos, en su significado. Si me follaba a un tío ya no me planteaba si hacía bien o si hacía mal, ni si quiera me planteaba si follarme a un tío alteraba mi condición sexual. Pero aquellos días en Deltebre habían vuelto a desatar el temporal.

Dejé el coche en un parking y caminé hasta el restaurante en el que habíamos quedado. En otro capítulo del particular Barrio Sésamo que Carlos escribía cada día de su vida, se había propuesto reunirnos a mi madre y a mí.

- Hola –dije al tomar asiento.

- ¿Todo bien en la ceremonia de graduación? –Preguntó Carlos.

- Muy bien... –respondí.

- Me hubiese encantado estar allí, pero he respetado tu decisión... –dijo mi madre.

- Mejor así. Era un momento demasiado importante para estropearlo con reproches –respondí yo sin mirarle a los ojos.

Después de pedir algo, comimos en silencio. Se respiraba cierta tensión en el ambiente. Antes del postre Carlos decidió precipitar los acontecimientos.

- Ahora vuelvo, voy un momento al baño... –dijo mientras se levantaba y desparecía entre las mesas del restaurante sin darnos tiempo a responder.

- Siento mucho como me comporté... –dije yo sin esperar más.

- Bien, yo también lamentó mucho lo que sucedió. Debí haberte dicho la verdad desde buen principio.

- Cierto, hubiese preferido que no me mintieras. Me dolió mucho tu comportamiento y me dolió aún más verte con aquel hombre...

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora