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Le llamé desde el coche y concretamos una cita en el restaurante Casa Calvet de la calle Casp. Volví a casa para ducharme y cambiarme de ropa. Como el restaurante quedaba relativamente cerca de casa, decidí dejar el coche en el parking que había alquilado e ir caminando.

Cuando le vi aparecer por la puerta del restaurante vestido con unos pantalones de algodón de Zegna Sport y una camisa de Gucci, algo se removió en mi interior. Al verme sonrió. Llevaba el pelo algo más largo que el último día que nos vimos, y una incipiente y nada casual barba remarcaba su poderoso mentón.

- Hola Juan –me dijo mientras tomaba asiento.

- Hola David, ¿qué tal estás?

- Bien, acabo de volver de Salvador de Bahía, la empresa de Mónica prevé levantar un hotel allí.

- Pensaba que huías de las grandes empresas y preferías trabajar en "la noche" –dije yo algo sorprendido.

- Cierto, pero mis ingresos como Relaciones Públicas del SkyDome y los de Jefe de Nuevos Proyectos en la empresa de la familia de Mónica no son comparables –respondió con una sonrisa.- En definitiva, he vuelto a mi actividad de antes. Digamos que en esta etapa de mi vida prefiero afrontar retos profesionales más ambiciosos.

- Ya entiendo. ¿Y Mónica?

- Pues ella se ha quedado en Brasil, así que nada más poner un pie en Barcelona he pensado en ti.

- ¿Me lo parece o tus ganas de verme son algo cíclicas? –interrogué algo molesto.

- Mis ganas de estar con alguien siempre son variables, no sólo en tu caso. Creía que eso ya había quedado claro –respondió David sin perder su sonrisa, eso sí, esta vez algo forzada.

- Muy claro.

- Bueno, cuéntame qué tal te va a ti...

- Pues bien, me acabo de licenciar. No hay nada que desease más en esta vida que terminar de una vez la carrera.

- Vaya, felicidades –dijo David mientras me acariciaba la mano por encima de la mesa-. Eso tendremos que celebrarlo...

La voz del maître nos interrumpió. David no retiró su mano y la mirada indiscreta del maître no se hizo esperar. Realmente a David no le preocupaba nada más allá de su propia existencia. Retiré la mano con suavidad y le miré fijamente mientras él observaba la carta con detenimiento. Hay personas que con sólo verlas sabes que no esconden nada, que son transparentes, en esos casos sabes bien a que atenerte. Pero hay otras que nunca llegas a conocer realmente. David estaba en el segundo grupo. Y quizás ese magnetismo que provoca el misterio, la curiosidad por descubrir lo desconocido, hacía que me sintiese más atraído por él.

- ¿Y con tu familia las cosas han mejorado? –preguntó David cuando el maître se retiró.

- Bueno, más o menos. Las tensiones entre mi madre y yo se han reducido, pero ahora eso ya no me preocupa. Hace algunas semanas que me mudé con mi hermano y un amigo suyo a un piso en el Eixample.

- Veo que ha habido muchos cambios en tu vida últimamente, me alegro. Quizás puedas enseñarme tu nueva casa esta noche...

- Pues no creo que sea posible, Carlos y Sergio deben estar en casa, mañana trabajan –dije yo resignado.

- Bien, como quieras –respondió David con una sonrisa-. Ya pensaremos un plan alternativo.

Terminamos de cenar mientras me hablaba del espectacular hotel que pensaban construir en la playa de Itapuá en Salvador de Bahía. Cuando salimos del restaurante David propuso terminar la velada tomando una copa en Sitges. Acepté a pesar de que llevaba años sin vivir de cerca la marcha nocturna de la zona. La primera sorpresa de la noche llegó al ver el coche nuevo de David.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora