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Camino del gimnasio no podía dejar de pensar en qué estaba haciendo. Acaba de pasar por una ruptura de lo más traumática, especialmente para Ana, claro. Una ruptura de la que me había repuesto con una facilidad sorprendente. Seguramente el desgaste que nuestra relación había sufrido durante los últimos meses había propiciado que tras la ruptura me olvidase de mi ex novia con tanta facilidad. Me sentía un poco avergonzado por ello. Pero eso no era lo peor. Lo pero es que volvía a complicarme la vida con Natalia, a pesar de que me había prometido a mí mismo que nadie más debía pagar por mis errores. Pero esa chica me atraía. ¿Dónde estaba el problema pues? Evidente, Marc y Damián eran dos de los exponentes de ese problema.

No sabía que hacer. Me apetecía conocer mejor a Natalia. Seguramente que me hubiese puesto las cosas difíciles en el terreno de lo sexual, hacían que me tomase todo aquello como una especie de reto. Si deseas algo y lo ves como un objetivo difícil de alcanzar, parece que pones más empeño en ello. Eso es lo que me sucedía con Natalia, que no me la podría quitar de la cabeza hasta que no me la tirase. Quizás una actitud muy triste, pero a veces no puedes evitar pensar con la polla. Maldita fuente de problemas.

Entré en el gimnasio pensando en que quizás la solución era la amputación del miembro, pero lo descarté de inmediato... le tenía cierto cariño a mi autónoma amiga. Tan distraído iba que al cruzarme con él no le vi.

- ¡Ey Juan! –Dijo una voz a mi espalda.

- ¡Ah! Hola David... ¿Cómo tú tan tarde por aquí? –Dije yo sorprendido.

- Pues nada que me he apuntado a una clase de Cardiokickboxing y tengo que venir a esta hora. –Dijo él con una sonrisa.

- ¿Ya te vas?

- Pues la verdad es que me iba ya, sí... hace un rato que ha terminado la clase. ¿Y tú?

- Yo... yo... pues acabo de llegar... –Respondí apenado.

- Lástima... yo que pensaba invitarte a cenar...

- ¿A cenar? ¿Y tu novia? –Interrogué yo con recelo.

- ¿Mónica? Está en Madrid, ha ido a hacer un cásting para una serie de televisión. –Respondió David.

- Interesante... –dije yo sin poder evitar sonreír-. Bueno, de hecho es muy tarde ya, el Club no tardará en cerrar... –Vacilé unos instantes. Mi duda fue su ventaja.

- ¿Entonces, aceptas mi invitación? –Su mirada me derrumbó... cuanta seducción en un sólo gesto.

- De acuerdo. –Respondí.

- Pues vamos cada uno en su coche y me sigues, ¿te parece bien?

- De acuerdo... pero ¿a dónde vamos? –Pregunté para saber si conocía el restaurante.

- A mi casa, claro... ¿cómo lo ves? –Preguntó David con esa sonrisa que me anulaba con sólo mirarla.

- Perfecto. –Es lo único que supe decir.

Siguiendo el coche de David por las calles de Barcelona, volví a sentirme abrumado por la situación. No estaba seguro de lo que estaba haciendo. A mi memoria volvían incesantemente la sonrisa de David, las manos de David, las piernas de David, los brazos de David, el culo de David... la polla de David. ¿Qué estaba haciendo? Ni idea, pero ¿qué coño importaba? Lo único que tenía claro en aquel momento es que quería estar con él. Porque si aquella noche me hubiesen pedido que renunciase a lo que más quería en mi vida para no olvidar jamás aquella sonrisa y aquella mirada, lo hubiese hecho sin más.

Llegamos al edificio donde vivía David, en Sarrià. Me indicó que aparcase en la entrada de la propiedad y el condujo su coche hasta el parking. Volvió al portal para abrirme la puerta. Saludamos al portero y entramos en el ascensor. David se acercó lentamente a mí. Cuando parecía que iba a besarme en el cuello se detuvo.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora