43

4 0 0
                                    

Salí de casa sin desayunar. Tenía que salir de allí. Aquella mañana no hubiese soportado cruzarme con Carlos. El ambiente en aquel piso se había vuelto irrespirable. A mi enemistad con Sergio había que añadir ahora la ruptura de mi relación con mi hermano Carlos. Aquello fue un gran mazazo.

Posiblemente Carlos es la persona a la que más quiero en este mundo, pero aquella tarde perdí los nervios. Saber que Carlos me había traicionado y había sacado partido de mi propia desgracia personal fue un golpe muy duro. Ni siquiera había tenido la valentía de sincerarse y hablarme de su relación con Ana. Quizás si hubiese sido sincero conmigo, me habría tomado las cosas de otra forma.

Mientras aparcaba el coche en el parking del bufete volví a contener las lágrimas. El resentimiento, el rencor, la rabia y la furia se habían instalado en mi interior. Cada vez que el silencio me rodeaba, las palabras de mi hermano durante su conversación telefónica retumbaban en mi cabeza como si de un diabólico e infinito eco se tratase: "Yo también Ana...", "no entiendo como Juan te dejó escapar...", "Te dije que podríamos pasar parte del mes de agosto juntos..." "Un beso...", "Un beso...", "Un beso...", "Un beso...", "Un beso...". ¿Cómo había podido hacerme algo así mi propio hermano?

Durante toda la mañana estuve prácticamente ausente de las explicaciones del nuevo mentor que me habían asignado. Ni si quiera quise salir a comer, no tenía hambre. A media tarde me encontré a mi padre.

- Hola Juan, ¿cómo va todo?

- Bien, más o menos bien... –dije casi sin ganas.

- ¿Sucede algo? –Dijo mi padre al verme tan decaído.

- Carlos... –murmuré.

- ¿Qué pasa con Carlos?

- Hemos discutido...

- ¿Discutido? ¿Por qué?

- Lo siento... –fue lo último que dije antes de salir corriendo hacia el baño

Tuve el tiempo justo para llegar hasta un compartimiento del baño, levantar la tapa del retrete y vomitar.

Me sentía realmente mareado. Salí del váter y me detuve frente al espejo. Me aflojé la corbata de mi traje Hugo Boss y me mojé las manos y el cuello. Estaba pálido. Una oleada de asco me sacudía. Asco por mi actitud, asco por la actitud de Carlos, asco por todo lo que había pasado. Jamás pensé que una mentira me produciría tanto asco. Me sentía engañado.

Consciente de que en aquella situación no iba a ser capaz de retener ningún tipo de información, decidí tomarme el resto de la tarde libre. Por una salida de tono así me hubiesen despedido de cualquier otro bufete, pero Ricardo era mi padre y Ricardo era uno de los socios fundadores.

Salí caminando del bufete, necesitaba tomar el aire. Crucé la Diagonal y caminé en dirección al campus de la UPC. Poco a poco sentí que empezaba a serenarme y la sensación de angustia fue desapareciendo.

Caminaba tan absorto en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que empecé a cruzar la calle cuando el semáforo para los peatones se puso rojo. El claxon de un coche que tuvo que detenerse bruscamente al toparse conmigo me devolvió a la realidad.

- ¡Juan! –gritó una voz.

Me giré hacia el coche del que provenía aquel grito, era un BMW Z4 gris oscuro. Cuando mi vista enfocó la imagen, pude ver que la autora de la llamada era una vieja conocida... era Ruth.

- Hola –dije mientras me acercaba al coche.

- Hola Juan, cuanto tiempo...

Ruth se había detenido en un lateral de la calle y su coche impedía la circulación de los que venían detrás. El sonido de las bocinas impacientes no se hizo esperar.

the life of anotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora