✔️7.- Por fin llego el momento

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La voz del Piero tembló, no se esperaba estar hablando por fin con aquella mujer, las palabras no salían de su boca, parecía que su garganta se había cerrado por completo; por lo que se obligó a carraspear antes de poder emitir algún sonido

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La voz del Piero tembló, no se esperaba estar hablando por fin con aquella mujer, las palabras no salían de su boca, parecía que su garganta se había cerrado por completo; por lo que se obligó a carraspear antes de poder emitir algún sonido.

Hola Alena —tomó un respiro antes de continuar— soy Piero Barone, estuviste conmigo el día de mi accidente ¿me recuerdas?

No obtuvo ninguna respuesta por largos segundos, la línea se quedó en silencio tanto tiempo que tuvo que despegar el aparato de su oído para asegurarse de que no se hubiera cortado la comunicación.

Si, —por fin respondió— si te recuerdo Piero ¿cómo estás? ¿Ya estás mejorando?

Si, ya estoy mejor, gracias —torció la comisura— solo unos pequeños moretones.

Me alegro mucho —sonrió—, tuviste mucha suerte considerando lo aparatoso del choque.

Si, al parecer tengo a alguien que me cuida desde arriba —se río un poco— como sea —guardo silencio— umhh ¿crees que podamos vernos? Ya... sab..es para agradecerte personalmente—tartamudeo un poco.

En este momento no puedo —replicó la joven— Es demasiado tarde y mañana a la mañana tengo que ir a trabajar.

Si claro lo entiendo —trato de que la mujer no percibiera la decepción en su voz— será para después.

Espera —la voz de Alena lo hizo detenerse antes de colgar— Puedo verte mañana a eso de las 6 de la tarde ¿te parece bien?

Si —replicó Barone— está bien

Perfecto —Alena hablo— te enviaré un mensaje con la dirección del lugar en donde nos veremos. Hasta entonces.

Y la llamada termino.

Un momento después, Piero soltó de golpe el aire que ni siquiera sabía que estaba reteniendo.

Por un momento pensó que la joven no aceptaría verlo, pero un rayo de luz se encendió al oírla cambiar de opinión.

No podía negar que estaba muy nervioso, un cosquilleo se extendía por todo su cuerpo y su ritmo cardiaco se incrementaba considerablemente. La expectativa del próximo encuentro lo mantenía en vilo. Aunque quería creer que solo la vería para agradecerle por sus atenciones, algo muy dentro de él tenía la creciente necesidad de compartir más de unos minutos con la mujer que se había quedado en su momento más vulnerable.

 Aunque quería creer que solo la vería para agradecerle por sus atenciones, algo muy dentro de él tenía la creciente necesidad de compartir más de unos minutos con la mujer que se había quedado en su momento más vulnerable

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Al día siguiente Piero decidió dar un paseo por la cuidad eran apenas las 13:00hrs, había despertado recién al amanecer, por más que lo había intentado no logro quedarse en la cama por mucho tiempo.

A través de unas pocas indicaciones —en inglés, por supuesto ya que no hablaba ruso— consiguió llegar a una de las avenidas principales de San Petersburgo.

Comenzó a caminar maravillándose poco a poco con la arquitectura moderna que predominaba en la cuidad. Luego de unas horas hora Piero dio por terminado su paseo y se detuvo a descansar en una plazuela cercana.

El sonido de su teléfono celular lo interrumpió, lo sacó de su bolsillo y miró el reloj 17:10 de la tarde.

¿En qué momento había pasado tan rápido el tiempo?

Entro a su bandeja de entrada y se encontró con un mensaje de Alena indicándole la dirección a la que debía ir para el tan esperado encuentro.

No espero más y se dirigió hasta allí.

¡Por fin había llegado el momento!

¡Por fin había llegado el momento!

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Derritiendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora