Después de varias horas de un agotador vuelo el joven Barone al fin pisaba tierras rusas. Exhalo con pesadez, sentía todo su cuerpo cansado y además de todo un incesante dolor martilleaba sus sienes dificultándole el pensar con claridad.
Arrastró sus maletas hasta desembarcar del avión y adentrarse en el aeropuerto, el cual se hallaba casi vacío por ser las tres y media de la madrugada. Llegó hasta un mostrador y habló con una señorita para poder realizar de nuevo el chequeo de equipaje y así poder embarcar su vuelo final. Se encontraba en la capital, pero aún le faltaban unas cuantas horas para llegar a San Petersburgo.
Luego de realizar los trámites correspondientes al fin pudo descansar en uno de los asientos. Resoplo y gimoteó un poco al sentir como una nueva punzada de dolor lo atravesaba. Rápidamente se apresuró a tomar un analgésico de su equipaje de mano y tragarlo con ayuda de una botella de agua. No recordaba que sus anteriores viajes a Rusia hubieran sido tan extenuantes. Reviso su celular y se alegró de encontrar un mensaje de la ojiazul.
¿Qué tal va todo cariño?
Suponía que, en Japón, donde ella se encontraba ya era de día.
Acabo de aterrizar en Moscú, me queda un vuelo más para llegar a San Petersburgo, tengo un dolor de cabeza terrible, muero de sueño y te extraño
Ya le queda poco señor Barone, yo aquí entre tipos indecisos que me hacen perder el tiempo por favor llámame o escríbeme cuando llegues, un beso
PD: Yo también te extraño
La postdata del mensaje lo hizo sonreír y olvidarse al menos por un momento de sus dolencias. Los altavoces sonaron, anunciando el embarque de su vuelo por lo que se apresuró en tomar sus maletas y entregar su pase de abordar, y minutos después por segunda vez en 24 horas ya estaba en el aire.
El taxi por fin detenía su marcha después de un trayecto que a Piero se le antojó larguísimo, apenas pudo agradecer al conductor por su desconocimiento del idioma con un precario "Gracias" en inglés.
Con su equipaje a cuestas y cuando apenas había avanzado algunos pasos levantó la vista para encontrarse con una casa con una fachada de estilo colonial, pero se notaba que había sido remodelada en gran parte.
Se tomó unos minutos para observarlo todo con detenimiento, si la propiedad de Ale en Italia le pareció preciosa, está definitivamente le quitaba el aliento.
Recorrió un pequeño camino empedrada hasta detenerse enfrente de la puerta principal, buscó el juego de llaves que Alena previamente le dio y por fin pudo abrir la puerta. En el piso se hallaba un pequeño desnivel antes de entrar a la sala de estar por lo que procedió a quitarse su calzado.
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Derritiendo tu corazón
RomanceLa muchacha de castaños cabellos, caminaba solitaria y desolada por las calles de San Petesburgo mientras sus azulados ojos derramaban lágrimas cuál catarata. Estaba siendo víctima de una de las mayores humillaciones de su vida, hace apenas unas hor...