Dos semanas después
Alena lanzó un suspiro al darse cuenta de que cada vez se acercaba más la hora de citación en la corte. Contrario a lo que se creería no estaba nada nerviosa. Solo estaba a la expectativa de lo que fuera a suceder, ya había conocido los alcances de Olga cuando algo no salía como ella esperaba y en este caso lo que le presagiaba el futuro inmediato no era nada agradable.
Terminó de guardar unas pocas pertenencias en su bolso, se dio un último vistazo en el espejo y se sintió lista para enfrentar lo que se avecinaba.
"Preciosa estoy afuera" La pantalla de su teléfono celular se iluminó con un mensaje del italiano, lo que la hizo sonreír. Le gustaba demasiado que el la llamara preciosa.
Hace un par de noches tuvieron una charla que se extendió hasta altas horas de la madrugada donde la rusa le reveló toda la situación que atravesaba su familia. Piero se mostró muy comprensivo e insistió en estar presente el día del juicio por lo que había tomado un vuelo el día de ayer para poder acompañarla.
Salió de su casa y en la acera se encontraba aparcado el inconfundible Ferrari del joven Barone. Con una sonrisa en el rostro se acercó a el y le plantó un beso que el no tardó en corresponder. Acto seguido el le abrió la puerta del vehículo en un acto de caballerosidad.
El camino transcurrió en total silencio, por fortuna no era incomodo, llegaron a su destino después de media hora.
Piero aparco el auto y luego ofreció su brazo a su chica para conducirla dentro del recinto.
Atravesaron las puertas aún sin deshacer el agarre. Alena observaba todo con detenimiento hasta que a la distancia pudo observar a su padre junto a su hermano. Sonrió, antes de encaminarse hacia donde se encontraban.
—Hola papá —sonrió. El es Piero, mi novio.
—Mucho gusto —Luka extendió la mano, que Piero no dudó en estrechar. Por fin podemos conocernos, aunque lamentablemente sea en estas circunstancias.
—Un placer conocerlo, entiendo que esta situación es algo complicada. Ya habrá tiempo para charlar.
—¿Vinieron solo ustedes dos? —Alena observaba a su hermano fijamente.
—El abuelo está sentado en la tercera fila —Gleb sonrió.
Luka observó a su hija, a través de su mirada le hizo saber que había llegado el momento de decirle la verdad completa a su hijo menor. Alena capto el mensaje.
—¿Piero me permites un momento con mi hija?
El italiano asintió y así Gleb, Luka y Alena se alejaron un poco hasta llegar a un área verde, con algunas bancas. Todos tomaron asiento y Luka se aclaró la garganta antes de poder hablar.
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Derritiendo tu corazón
RomanceLa muchacha de castaños cabellos, caminaba solitaria y desolada por las calles de San Petesburgo mientras sus azulados ojos derramaban lágrimas cuál catarata. Estaba siendo víctima de una de las mayores humillaciones de su vida, hace apenas unas hor...