Piero estaba muy nervioso, jamás en su vida imagino que haría lo que estaba a punto de hacer esa noche, pero Alena había logrado que hiciera cosas que nunca hubiera imaginado.Había preparado todo para tener una noche romántica junto a ella, aunque se le había hecho muy difícil no responder a sus llamados como lo hacía normalmente, pero tuvo que hacerlo si no quería que ella sospechara nada.
Unas horas antes había recibido un mensaje de Luka comunicándole la apertura de la nueva sede en Tokio, inmediatamente sonrió y un sentimiento de orgullo y admiración por su chica se extendió por su pecho. Y así fue como, unas horas después empezaba los preparativos para sorprenderla.
Gleb le había ayudado entrando a su casa para dejarle a Ale sobre la cama el vestido y los zapatos que había elegido para ella junto a la nota que le había escrito mientras el ultimaba algunos detalles.
Estaba en la playa, en el lugar que había preparado, se encontraba ansioso, sentía como si aquella fuera la primera cita. Su corazón comenzaba a agitarse dentro de su pecho y sus manos temblaban involuntariamente.
Hacia solo unos segundos le había enviado un mensaje donde le dictaba la ubicación exacta donde se encontrarían.
Se levantó de la silla donde reposaba, se descalzó y procedió a despojarse también de su saco para posteriormente arremangar su camisa hasta los codos.
Tratando de que sus pasos no flaquearan se dirigió a su lugar de encuentro.
Le bastaron solo unos minutos para llegar al puente. Se detuvo justo a la mitad y ahí fue cuando la vio: Luciendo aquel vestido que enmarcaba perfectamente los lugares correctos, pero a su vez era tan vaporoso que ondeaba con la brisa. Su cabello ¡Diablos, cuanto amaba su cabello! Aquellas hebras castañas cayendo sobre su espalda eran su delirio.
Contuvo en aliento y lentamente se acercó a ella hasta que solo los separaban unos centímetros.
—¿Enserio creíste que no celebraría contigo, amor?
Justo cuando había terminado de pronunciar aquellas palabras le entregó una rosa que llevaba en su mano izquierda. Pudo notar perfectamente como su sonrisa se ensanchaba y luchaba por contener las lágrimas.
Ver su grado de emoción logró que no pudiera contenerse y acabará con los centímetros que los separaban para llegar hasta ella y abrazarla como tanto estaba deseando hacerlo.
La apretó con fuerza contra su pecho e instantes después sintió como ella reposaba su cabeza en el hueco de su cuello para luego sentir esa zona humedecida por las lágrimas que ella dejaba caer.
Acaricio su cabello y se dejó embriagar por el característico aroma a sándalo y naranja que emanaba, del cual comenzaba a hacerse adicto.
Se separó solo un poco, sostuvo su rostro y con los pulgares seco todo rastro de lágrimas para después obsequiarle un corto beso en los labios.
—No más lágrimas amor, esta noche solo quiero ver sonrisas en tu rostro.
—Gracias por hacer eso —replicó ella aún con la voz un poco distorsionada por el reciente llanto. Estaba tan emocionada y tú eras a quien más deseaba decírselo que cuando no respondiste el teléfono tuve una horrible sensación, incluso llegue a pensar que estabas molesto conmigo por alguna razón.
—Nunca estuve molesto contigo Ale, pero para preparar esta sorpresa debía no responderte porque tú eres muy perspicaz y lo hubieras sabido.
Logró arrancarle una pequeña sonrisa y solo eso bastó para que Piero también sonriera.
Entrelazo sus manos y la instó a seguir sus pasos. Caminaban a la orilla del mar mientras el agua ocasionalmente mojaba sus pies. No hablaban demasiado, no había necesidad, las sonrisas ocasionales que se dedicaban y el fuerte agarre de sus manos lo decía todo.
Sorpresivamente Piero levantó a Alena sobre su hombro y comenzó a correr hacia el mar mientras escuchaba como pequeñas carcajadas salían de su garganta.
—Bájame ¿Qué haces? Estás loco —Vociferaba Ale, pero sin poder dejar de reír.
Haciendo caso omiso a sus demandas no la soltó hasta llegar a una parte más profunda para sumergirse junto a ella.
Salieron a la superficie y al verse vestidos elegantes pero todos mojados volvieron a reírse sin poder ni querer evitarlo. Jugaron en el agua un largo rato hasta que decidieron salir porque comenzaban a arrugarse como pasas.
Se sentaron en la arena. Ale instintivamente recostó su cabeza sobre el hombro de su chico y Piero rodeó su cintura acercándola a su pecho mientras juntos observaban aquella noche estrellada.
—Amo todo de ti Alena Ivanova, adoro como eres tan fuerte y aguerrida como para enfrentarte a mi madre y Tatiana por mí, tu tenacidad y determinación cuando se trata de negocios y como pones a temblar a un tipo de dos metros solo con una mirada —Ale no evitó reír al escuchar eso último. Pero a la vez eres tan sensible como para ponerte a llorar cada vez que vemos esa película de ese perro en la estación de tren, en como cuidas y proteges con tanto cariño a tu hermano, la admiración con la que hablas de tu padre y tu abuelo
Piero debió detenerse al escuchar como Alena comenzaba a llorar nuevamente. Con un movimiento la colocó sobre su regazo y nuevamente seco sus lágrimas con infinita ternura.
—Me has vuelto una sensibilona Piero ¿qué has hecho conmigo?
—Amarte, solo eso y adoro que solo conmigo muestres ese lado tan sensible y hermoso que escondes al resto del mundo. Sabes bien que nada me haría más feliz que casarme contigo, pero respetaré tu decisión cariño.
Alena apretó más fuerte su mano con algo de temor a soltarla, lo miro a los ojos para lograr tomar valor y expresar aquello que celosamente guardaba en su interior
—Muchas personas en mi vida me han fallado cuando les entregue todo de mí, Aleksei, Raisa, mi madre, pero luego llegaste tú y me hiciste cuestionarme todo lo que creía. Pusiste mi mundo de cabeza y todo en nuestra relación se ha dado tan rápido y parece tan perfecto que tengo miedo de que esto un día se esfume. Te has convertido en una persona tan esencial para mí que no podría soportar que tú también me fallaras. Sabes bien lo qué pasó cuando iba a casarme y solo pensar en pasar por todo eso de nuevo y que por algún motivo la historia se repitiera me aterra demasiado.
Alena no pudo soportarlo más y dejó correr las lágrimas que luchaba por retener. No podía detener su llanto, estaba abriendo y entregándole su corazón a un hombre, cosa que juro que jamás volvería a hacer. Mostrando su lado más indefenso y vulnerable, en ese momento no era Alena la mujer de negocios, era Alena, una mujer deseosa de sentir el amor y el cariño que le había sido negado en repetidas ocasiones.
Solo sintió unos brazos rodeándola y se dejó envolver por la sensación de calidez que la recorría cuando estaba entre ellos. Alzo la vista un segundo y se perdió en aquellas orbes marrones y cálida sonrisa. Guardo silencio cuando noto que Piero quería decir algo.
—No puedo asegurar que no habrá peleas o tropiezos en el camino, porque las habrá, así es la vida y son cosas que deben suceder para hacernos más fuertes. Lo que digo es que estaré contigo en cada triunfo y fracaso que tengas, te abrazaré, te aconsejaré y apoyaré cada uno de tus sueños y metas, te haré ver cuando te equivoques o cometas un error, porque es de humanos errar y saber pedir perdón. Para eso no necesito un papel, no necesito un papel para amarte como ya lo hago y mientras reciba lo mismo de ti por mi está perfecto. Pero si algún día cambias de opinión estaré feliz de ponerme un esmoquin y hacerlo oficial frente a nuestras familias, si algún día cambias de opinión y quieres adoptar un niño estaré jodidamente feliz de formar una familia contigo. No sé qué suceda mañana, lo único de lo que estoy completamente seguro es que te quedes conmigo y nunca te vayas, esa es mi promesa para ti. Así que ¿qué dices? ¿quieres seguir este camino llamado vida junto a mí?
—Sí, lo quiero todo si es contigo.
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Derritiendo tu corazón
RomanceLa muchacha de castaños cabellos, caminaba solitaria y desolada por las calles de San Petesburgo mientras sus azulados ojos derramaban lágrimas cuál catarata. Estaba siendo víctima de una de las mayores humillaciones de su vida, hace apenas unas hor...