✔️29.- Punto de quiebre. Pt I

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Alena abrió los ojos, se vio obligada a hacerlo debido a un calor sofocante que recorría su cuerpo

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Alena abrió los ojos, se vio obligada a hacerlo debido a un calor sofocante que recorría su cuerpo.

Al voltear a su lado noto a Piero durmiendo pacíficamente mientras abrazaba su cintura con sus brazos. De ahí provenía el calor que sentía. No debían ser más de las cinco de la mañana ya que la habitación aún estaba en penumbras. Observó el reloj de su mesita de noche y corroboró que en efecto apenas eran las cinco de la mañana.

Con mucho cuidado deshizo el agarre de Piero, se levantó de la cama y fue hasta el baño para comenzar su día con una ducha. Veinte minutos después terminó y se decantó por ponerse ropa deportiva para hacer una rutina rápida antes de ir a trabajar.

Antes de salir le dejo una nota a Piero indicándole dónde estaría y que podía disponer de la cocina para prepararse el desayuno.

Salió de su casa y se dirigió al gimnasio que frecuentaba. Comenzó calentando en la caminadora, después algo de boxeo, para terminar,con levantamiento de pesas. Después fue hacia las duchas donde se cambio por su atuendo de trabajo que decidió cargar en su maleta.

Emprendió el camino hacia GasProm Ivanov. Al entrar saludo a sus empleados e hizo el viaje habitual en ascensor hasta su despacho. Milenka ya la esperaba con la agenda en mano además de una taza de té.

Sin perder más tiempo enfocó su atención en lo que debía además de delegar algunas otras tareas de manera que en cuestión de cuatro horas había terminado todo.

Su teléfono celular la interrumpió cuando una llamada del italiano apareció en la pantalla. Rápidamente respondió.

—Buenos días preciosa—pudo percibir el tono ronco de su voz por lo que supuso que apenas se levantaba.

—Parece que el bello durmiente ya despertó —Ale no contuvo la risa que se le escapó.

—Este bello durmiente quería tener a su princesa cuando despertara.

—Pues lamento decepcionarlo, pero este no es un cuento de hadas y además yo no duermo demasiado, no estoy acostumbrada así.

—En fin, llamaba para despedirme señorita zafiro

—¿Señorita zafiro? —Alena rio.

—Tus ojos me recuerdan a dos bellos zafiros —Piero apenas susurraba, sintiéndose avergonzado. Como sea llame para despedirme, asáltate tu refrigerador y después me preparo para regresar a Italia, hay asuntos de la empresa de los que tengo que ocuparme. —Alena lo escuchó bufar fastidiado lo que hizo que ella rodara los ojos.

—Ay cariño —Ale suspiró— tienes que hacer algo con respecto a eso, te estás amargando gratis además de que cargas preocupaciones que no deberías.

—Sabes que, si quiero hacerlo, pero no puedo dejar todo botado, así como así, además siempre que trato de hablarlo con mi padre se pone mal y prefiero evitarle un disgusto por sus problemas cardiacos.

Derritiendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora