✔️32.- La mitad de un corazón

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Piero abrió los ojos algo sobresaltado

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Piero abrió los ojos algo sobresaltado. Le tomó unos minutos darse cuenta de que estaba en la cama de su novia y en su casa.

Palmeó su lado de la cama y su ceño se frunció al no encontrarla ahí. Avanzó descalzo fuera de la habitación. La encontró recargada sobre la encimera, Dirigió sus pasos hasta ella para poder abrazarla por la cintura.

—¿Porque no estás en la cama preciosa?

—Hablaremos mañana, ahora solo quiero dormir.

Piero asintió y juntos volvieron a la cama. No pasó mucho tiempo antes de que ambos cayeran profundamente dormidos

Piero despertó y de nueva cuenta se encontraba solo en el lecho, no era la primera vez que esto pasaba, pero no terminaba de acostumbrarse.

Decidió entonces enviarle un mensaje de texto.

—¿Dónde está, señorita zafiro?

—Sesión de judo con Dimitri, me estoy preparando para la segunda ronda. Llegaré a casa en 1 hora.

—Te veré aquí preciosa.

Se levantó de la cama y se dio una ducha, luego decidió preparar el desayuno para cuando Ale llegara.

Comenzó a prepararlo todo. Se encontraba tan concentrado en su tarea que sufrió un pequeño sobresalto cuando unos brazos rodearon su cintura y un cuerpo se fundieron a su pecho.

Seguidamente un característico olor a sándalo y naranja invadió sus fosas nasales haciéndolo sonreír.

Se giró para quedar frente a frente, aún sin deshacer el agarre. La encontró vestida con su uniforme de práctica, la cara sonrojada y sus ojos azules brillando. Utilizó la mano que tenía libre para quitar algunos cabellos que se le pegaban en la frente debido al sudor. Incluso en este estado le pareció preciosa.

La sujetó de la cintura con la firme convicción de apoderarse de sus labios, eso antes de que ella lo sujetara de los hombros, cuestión que le hizo fruncir el ceño.

—No me beses. Estoy sudada y horrible —musito ella con una sonrisita avergonzada.

—No me importa.

Se apropió de sus labios sin acotar nada más. Gruño en el momento en que ella le enterraba las uñas en el cabello de la nuca, causándole un escalofrío. Gimió cuando la seda caliente de su lengua se fusionó con la suya. Piero le apretó las caderas, haciendo que sintiera su excitación.

Se separaron segundos después, sus ojos eran dos imanes que no se separaban. Ambos tenían los labios hinchados producto del reciente arrebato.

—Iré a ducharme.

—Cuando salgas tendré todo listo para comer juntos.

Alena asintió encaminándose hasta el cuarto de baño. Piero se deleitó al observar el suave vaivén de las caderas de su chica al caminar, cuestión que provocó que un escalofrío lo recorriera entero.

Derritiendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora