✔️23.- Placer

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Piero yo no quiero ni puedo tener hijos

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Piero yo no quiero ni puedo tener hijos.

Esas palabras aún seguían repitiéndose en su mente sin poder llegar aún a procesarlas.

De inmediato se formuló un millón de preguntas ¿Había enfrentado alguna enfermedad? ¿Fue por obligación? ¿Diferencia de creencias? No lo sabía, pero quería tener las respuestas.

—Piero, di algo por favor. Llevas más de cinco minutos callado.

La voz de la castaña lo sacó de las divagaciones en las que se había sumergido.

Piero la observaba aún sin decir nada. Bajo del auto, y lo rodeó para ayudar a Alena a bajar ofreciéndole su mano. La castaña lo miraba y aún con la duda instalada en el rostro la aceptó.

Después de asegurar el coche Piero alcanzó a Ale, quien se había adelantado algunos pasos. Cuando estuvieron a la par Piero se apresuró a entrelazar sus manos haciendo más fuerte el agarre. Quería creer que era para darle apoyo a ella, pero en realidad él era el que necesitaba fortaleza. No sabía si estaba cien por ciento preparado para lo que iba a escuchar.

Caminaron hasta quedar frente a la puerta de la casa de la ojiazul, quien tuvo que hacer malabares para abrir la cerradura con una sola mano, ya que la otra estaba entrelazada junto a la de Barone, quien se había negado a soltarla.

Una vez dentro de la vivienda el pequeño gato de Alena salió a recibirlos, restregándose en las piernas de ambos.

Piero le hizo un gesto a Ale, ella asintió y él se apresuró a tomar al felino entre sus brazos y comenzar a acariciarlo. Minutos después y con un fuerte maullido el gato corrió, desapareciendo de la vista de ambos.

Alena se quitaba su calzado, entretanto los observaba con un atisbo de sonrisa.

—Por favor quítate los zapatos.

El, después de un asentimiento se apresuró a acatar el pedido.

Alena tomó asiento en el sofá y palmeó el lugar que estaba a su lado. Piero tomó asiento unos segundos después y volvió a tomar su mano, entrelazando sus dedos.

Sus miradas se conectaron. Marrón contra azul, no había necesidad de hablar, ellos habían creado su propio lenguaje. Pero el joven Barone esperaba respuestas, solo que aún no se atrevía a hacer las preguntas adecuadas. Trago saliva y le dio una última mirada a su acompañante antes de hablar.

—Creo que la pregunta que haré será demasiado obvia y estúpida, pero, ¿qué te llevo a tomar la decisión de no tener hijos?

Piero observó como la ojiazul lanzaba un suspiro, poco después escuchó el sonido de su voz.

—Desde que era pequeña nunca me comporté como las niñas de mi edad, mientras algunas a los seis años jugaban con muñecas, yo en lo único que pensaba era en la escuela. Siempre busqué destacarme académicamente y lo logré. Tanto que a los dieciocho ya podía dirigir una empresa.
El punto es que nunca fui de esas mujeres que soñaba con casarse y formar una familia, jamás tuve ese instinto maternal que muchas si tienen.
Luego a los catorce años... —Ale tuvo que parar un segundo y tomar un respiro.

Derritiendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora