✔️37.- Promesas Pt I

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Una sonrisa de plena satisfacción surcó el rostro de Alena al colgar el teléfono

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Una sonrisa de plena satisfacción surcó el rostro de Alena al colgar el teléfono. Después de meses de arduo sacrificio por fin había logrado cerrar ese contrato por el que tanto había luchado. Noches de desvelos, estrés y ansiedad, cuestiones que Piero sabía cómo apaciguar.

Tenía las palabras correctas en el momento indicado, así como también sabía respetar sus momentos de silencio en los que no precisaba nada más que un abrazo de sus reconfortantes brazos y su aroma embriagador.

Una mezcla de emoción y adrenalina aún circulaban por el cuerpo de Alena. Sin poder contenerse más tomó de nuevo su celular y marcó un solo número.

Mientras esperaba a que respondiera no dejaba de caminar de un lado a otro sin poder mantenerse quieta en un solo sitio.

Por fin, después de unos segundos que a ella le resultaron demasiado largos su llamado recibió respuesta.

—Papá, lo he conseguido GasProm Ivanov se expande a Asia la inauguración de la sede será dentro de un año en Tokio

—Felicidades querida, sabía que lo lograrías, estoy orgulloso de ti ¿te parece si mañana nos juntamos con Gleb para celebrar.

—Me parece perfecto, gracias por tanto papá, te amo.

—También te amo querida, buenas noches, adiós.

Después de cortar la comunicación dejo escapar un suspiro y volvió a tomar el teléfono, sentía la súbita necesidad de contárselo a Piero.

Realizó el llamado y su corazón se oprimió cuando después de cuatro repiques no recibió respuesta, cuestión que era muy atípica en el italiano.

Volvió a intentarlo, recibiendo la misma respuesta.

Su ánimo decayó en segundos, la euforia que había experimentado minutos antes se esfumó con rapidez. Un nudo se instaló en su garganta y debió parpadear varias veces para evitar derramar lágrimas.

Avanzó con desgano hasta la salida de su oficina. Su reloj marcaba las nueve de la noche, se había quedado hasta tarde trabajando.

Subió a su auto y a pesar de que intentó pensar en otra cosa no lo logró. Treinta minutos después llegó a su casa y todo estaba oscuro. Al parecer ahí tampoco estaba Piero.

Avanzó hasta entrar en su recamara, la cual desde hacía unos meses compartía. Encendió la lámpara de la mesa de noche y se llevó las manos a la boca, ahogando un suspiro al encontrarse con un hermoso vestido negro, zapatillas plateadas y un hermoso collar.

Justo al lado estaba una nota, Ale sonrió al observar la prolija caligrafía de Piero.

Sé que en este momento debes de odiarme, pero todo tiene una explicación, vístete con lo que te he dejado y nos vemos en un rato en la dirección que te he escrito abajo.

Muero por verte cariño

Piero

Ale sonrió y se apresuró a entrar a la ducha y vestirse con lo que Piero había escogido para ella.

Media hora después, Ale se retocaba el labial de tono carmesí en el espejo con una sonrisa en el rostro, un escalofrío se extendió por su espalda, producto de la expectación de lo que su chico hubiera preparado para esa noche.

Dio los últimos toques a su atuendo antes de rociarse perfume para por fin salir de casa.

Condujo durante veinte minutos más. Al detenerse y observar por la ventanilla del auto su boca dibujó una O y sin poder evitarlo sus ojos lagrimearon.

Estaba en la playa. El cielo estaba despejado y podían percibirse los primeros destellos de un atardecer. La arena blanquecina en contraste con el azul del mar combinaba perfectamente.

Lleno sus pulmones de oxígeno mientras por su nariz entraba el característico olor a agua salina. Se quitó los zapatos y enterró sus pies en la arena. Soltó un suspiro al experimentar una intensa relajación.

Un momento después su teléfono recibió un mensaje.

Camina derecho hasta llegar a la mitad del puente Ale, te estoy esperando amor, apuesto que estás preciosa con ese vestido puesto

Tu Piero

Sonrió antes de seguir aquellas indicaciones. Mientras avanzaba el corazón comenzó a latirle con más fuerza en el pecho.

Le tomó solo unos minutos llegar hasta donde debía. A la mitad del puente se detuvo abruptamente y sin poder evitarlo unas cuantas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. A solo unos pasos Piero la observaba con una sonrisa tan deslumbrante que marcaba sus pequeños hoyuelos. Vestía un traje negro de tres piezas, pero se había quitado el saco, el cual ahora colgaba de su hombro derecho, las mangas de su camisa estaban arremangadas hasta sus codos dándole un aspecto de lo más sensual. Además, también estaba descalzo.

Con paso resuelto se acercó a ella, quien aún permanecía en el mismo lugar, sus pies no lograban moverse ni un centímetro.

Piero llegó hasta ella y le entregó una rosa rosa que sostenía en su mano izquierda, de la cual no se había dado cuenta.

—¿En serio creíste que no celebraría contigo amor?

—¿En serio creíste que no celebraría contigo amor?

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Derritiendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora