✔️12.- Mordidas

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El joven Barone se hallaba inmerso en una acalorada discusión telefónica con su hermano Francesco, el cual había retirado una gran cantidad de dinero de la cuenta bancaria que compartían, lo que provocó el enojo de Piero

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El joven Barone se hallaba inmerso en una acalorada discusión telefónica con su hermano Francesco, el cual había retirado una gran cantidad de dinero de la cuenta bancaria que compartían, lo que provocó el enojo de Piero.

Dio una gran bocanada de aire tratando de calmarse, de nada le servía estar enojado.

El mismo no era partidario de tener una cuenta compartida ya que sabía que este tipo de cosas tarde o temprano pasarían. Pero solo claudico gracias a la insistencia de su padre.

Tenía que arreglar ese asunto cuanto antes para evitarse más dolores de cabeza, por lo que solo bastó una llamada telefónica al banco para que todo quedara solucionado.

Dirigió sus pasos hacia el pequeño balcón con el que contaba el apartamento y apoyo los brazos en la baranda, en tanto disfrutaba de la vista.

El cielo estaba despejado, la primavera estaba en su apogeo después de un par de meses de un gélido y duro invierno. Al mirar hacia la derecha pudo observar como un puñado de hojas caían después de una sacudida del árbol.

El ruido que produjo su celular al sonar lo distrajo del escudriño. Lo saco de su bolsillo y se alejó unos pasos para tener una mejor recepción, ya que a causa del viento está tendía a fallar. Sintió su pulso acelerarse cuando vio el nombre de Alena en la pantalla ¿Qué era lo que tenía esa mujer que lo hacía sentirse y comportarse como un adolecente de quince años cada vez que mencionaba su nombre?

Contesto la llamada y se llevó el aparato a la oreja.

Piero soy Alena —Piero se mantuvo en silencio debido al asombro del que no conseguía salir

—¿Piero? ¿Sigues ahí?

El joven Barone se aclaró la garganta y sacudió la cabeza para espabilarse.

—Sí, si aquí estoy —volvió a carraspear— Lo siento, me sorprendió un poco tu llamada.

Alena río, lo que provocó que un estremecimiento lo recorriera al escuchar tan dulce sonido.

—Sí, lo siento he estado algo liada con algunas cosas —la joven Ivanova soltó un bufido— ahora estoy en mi empresa, pero ya casi es hora del almuerzo ¿quieres ir a almorzar conmigo? Conozco un buen restaurante

La boca de Piero se abrió tanto que temía que su mandíbula se desencajara, esa mujer sí que sabía cómo sorprenderlo.

—¿Piero? —la voz de Alena se volvió a oír a través del auricular— ¿Sigues ahí? ¿Está todo bien? Te has quedado callado otra vez.

Repitiendo la acción de hace algunos minutos volvió a aclararse la garganta lo que le permitió salir de sus ensoñaciones.

—Si, lo siento de nuevo —pudo sentir como su voz temblaba y los colores teñían su rostro— Sería un placer almorzar contigo Alena.

Derritiendo tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora