Sus labios se buscaban con desespero, ambos buscaban tomar todo del otro, Alena profirió un jadeo al sentir como la lengua de Piero se abría paso en su boca, ella no hizo más que facilitarle la tarea.Gimo al sentir un tirón en su cabello, Piero sujeto su cabeza con firmeza para evitar que pudiera separarse, lo que él no sabía era que Ale no tenía la mínima intención de hacerlo.
Se vieron obligados a separarse cuando sintieron que no quedaba oxígeno en sus pulmones, Piero jadeaba en busca de poder recuperar su respiración y que su ritmo cardiaco volviera a la normalidad. Cuando al fin lo consiguió dedico a la castaña una mirada inquisitiva.
Él le hizo una seña con la mano después de hacerse a un lado para permitirle la entrada. Ale acató la orden implícita y apenas puso un pie dentro se dedicó a observar todo con detenimiento. Era un lugar relativamente pequeño. Al lado derecho lo primero que se vislumbraba era una pequeña cocina, a un par de pasos estaba la sala de estar y luego un pasillo, que supuso llevaba a la habitación.
Piero la dejó solo un momento para ponerse una camiseta.
—Puedes sentarte en el sillón si quieres —Piero señaló el sofá— ¿quieres algo de beber?
—¿Tienes whisky?
—Me parece que sí, ahora regreso.
Piero la miro una última vez antes de encaminar sus pasos a la cocina, de una vidriera sacó una botella de whisky. Tomó el vaso, colocó algunos hielos y vertió hasta la mitad el líquido color ámbar. Para él tomó vaso con ron.
Con ambas bebidas en las manos regresó a la estancia y se sorprendió un poco de ver a la castaña semi recostada en la mullida superficie con los pies descalzos.
Se acercó hacia ella tendiéndole el vaso de cristal. Alena bebió un sorbo del líquido antes de dirigirle alguna palabra. Barone mientras tanto tomó asiento a su lado, con una distancia considerable entre ambos debido a las piernas lechosas de la chica, las cuales se encontraban extendidas.
—Espero que no te haya molestado que me haya quitado los zapatos, aunque estoy acostumbrada a usar tacones los he tenido puestos por más de doce horas y los pies me están matando. Además, en Rusia se acostumbra a quitarnos los zapatos nada mas entrar a casa.
—No tengo problema alguno —Piero le dedico una sonrisa.
Alena se movió, acortando la distancia entre ambos. Y en un impulso colocó sus piernas sobre las de Piero. Lo observo por un momento. El no hizo el menor movimiento para cambiar la posición, al contrario, las acomodó mejor sobre su regazo. No se arrepentía en absoluto, así era ella, cuando deseaba algo iba por ello sin importar nada. Y en ese momento su mayor interés estaba frente a sus ojos.
—Realmente pensé que no vendrías—Piero fue el encargado de romper el silencio que se había creado.
—Para serte sincera dudé mucho en venir, me decidí a último momento
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Derritiendo tu corazón
RomanceLa muchacha de castaños cabellos, caminaba solitaria y desolada por las calles de San Petesburgo mientras sus azulados ojos derramaban lágrimas cuál catarata. Estaba siendo víctima de una de las mayores humillaciones de su vida, hace apenas unas hor...