Piero se mesaba el cabello como signo de frustración. Desde que había llegado a Italia no había llegado a su casa. La relación con su padre estaba cada vez peor por lo que no quiso llegar a su casa y así empeorar la situación.Además, después de hablar con Ale hace unos días por fin había tomado la decisión de enfrentar a su padre y decirle que no se haría cargo ya del negocio familiar. Debía ponerse firme para poder hacer que su voz fuera escuchada.
Su teléfono sonó, sacándolo de sus divagaciones. Al ver el nombre de su hermana en la pantalla se apresuró a responder.
—¿Piccola (pequeña) ¿qué pasa?
Su pecho se estrujó al escucharla sollozar.
—Piero, papá desapareció y hay un hombre afuera de la casa con una orden de embargo, Francesco no está, no responde el teléfono y mi madre está histérica y a punto de volverme loca.
—Iré para allá, trata de calmarte.
Inmediatamente tomó sus llaves y subió a su auto, condujo prácticamente como un loco. Se saltó varios semáforos además de que rebaso el límite de velocidad permitida, pero poco le importo porque en diez minutos estaba estacionando fuera de su casa.
Rápidamente bajo del auto y no estaba preparado para lo que vería. Al acercarse su hermana pequeña se acercó corriendo hacia donde estaba con el rostro empapado en lágrimas. Sin mediar palabra la estrecho contra su pecho y justos avanzaron hasta la casa donde un par de hombres elegantemente vestidos los esperaban.
—¿Que está pasando aquí? Esta es mi casa —Piero respiro profundo tratando de calmarse.
—Venimos a ejecutar una orden de embargo de esta propiedad —musito el hombre— por una deuda de cinco millones de euros a nombre del señor Gaetano Barone
El joven Barone se quedó pasmado en su sitio al escuchar tal suma de dinero.
—Tiene que ser un error, eso es demasiado dinero.
—No es un error señor, tenemos que proceder ¿hay alguien más en la casa?
—No, mi mamá también está fuera, no hay nadie aquí
No había terminado de pronunciar aquellas palabras cuando un total de seis hombres entraron a su casa y empezaron a sacar todas sus pertenencias.
No entendía que estaba ocurriendo, aún seguía en estado de shock tratando de procesarlo. Intento volver a llamar a su padre para tratar de conseguir una explicación, pero como las otras veces nunca respondió.
Comenzó a alterarse, su respiración se agitó. Se sentía impotente al ver cómo era desalojado de su casa en la que había crecido y ahora todo le era arrebatado como si no valiera nada.
Un sollozo se escapó de su garganta, pero trato de ocultarlo para no preocupar aún más a Mariagrazia quien parecía estar en otro mundo.
—Cariño, vamos, te llevaré a comer, tú no tienes por qué seguir viendo esto.
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Derritiendo tu corazón
RomanceLa muchacha de castaños cabellos, caminaba solitaria y desolada por las calles de San Petesburgo mientras sus azulados ojos derramaban lágrimas cuál catarata. Estaba siendo víctima de una de las mayores humillaciones de su vida, hace apenas unas hor...