Los días pasaron, la primavera estaba por terminar y el joven Barone no había recibido ninguna señal de la ojiazul.El tan esperado jueves llego, el cielo se cubrió de una tonalidad grisácea, tal vez, solo tal vez, ese era el presagio de que algo terriblemente malo estaba por ocurrir.
Piero remolineó en la cama, enredándose en las sábanas, rehusándose a levantarse. Encendió la pantalla de su teléfono para mirar la hora. Al hacerlo tuvo que cerrar rápidamente los ojos debido a la intensa luz azul que lo cegó momentáneamente. Sonrió al observar el fondo de pantalla. Era una foto de él y su hermana juntos. El la cargaba en su espalda y ambos sonreían, con el bosque de fondo.
Debido al gran tamaño de los números en la pantalla pudo percatarse de que eran las 6:30 de la mañana. Lanzó un gruñido, masculló algo entre dientes y se giró sobre su lado izquierdo para volver a dormir. Cosa que logro al apenas poner su cabeza de nuevo en la almohada.
La insistente vibración de su teléfono celular lo sacó de su profundo estado de sueño. Se restregó los ojos y profirió una maldición al escuchar el crujido que produjeron sus músculos al moverse, debido a la ráfaga de dolor momentáneo que lo atravesó.
Aún con los ojos medio abiertos estiró su brazo y palpó la superficie de la mesa de noche hasta dar con el aparato que seguía sonando sin cesar.
Deslizó su dedo sobre la pantalla para atender la llamada, poniéndolo sobre su oreja.
—¿Quién habla? —su voz seguía enronquecida debido al repentino despertar.
—¿Sigues vivo? —la inconfundible voz burlona de su hermano menor lo recibió— Llevó más de dos horas tratando de localizarte.
—Tuve una noche larga ayer, además aún no me acostumbro al horario ¿Qué quieres Francesco?
—¿El cambio de horario tenia cintura estrecha y piernas largas? —El tono sugerente de Francesco lo desesperó.
Bufó, su hermano era un mujeriego sin remedio, le coqueteaba a cualquier cosa que se moviera.
—Hermano, en serio me preocupas, podría apostar que si nuestra hermana no fuera nuestra hermana también te la cogerías.
—Uy si, algo de incesto nunca viene mal, tal vez hasta haría un trío contigo—seguía utilizando el mismo tono.
El joven Barone arrugo la nariz, asqueado, al tiempo que un escalofrío le recorría la espalda al proyectarse una imagen tan grotesca en su cabeza.
—Eres un maldito degenerado Francesco, dime de una vez que es lo que quieres—su voz denotaba el hastío que comenzaba a sentir.
—¡Uy! Que genio hermanito, ya búscate a alguien que te baje los humos.
— Tienes tres segundos para decirme que es lo que quieres antes de que pierda la poca paciencia que me queda y te cuelgue el puto teléfono.
— Papá me pidió que te dijera que él ya cerró el contrato con los rusos, puedes regresar a casa o quedarte un día más y armas una org....
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Derritiendo tu corazón
RomanceLa muchacha de castaños cabellos, caminaba solitaria y desolada por las calles de San Petesburgo mientras sus azulados ojos derramaban lágrimas cuál catarata. Estaba siendo víctima de una de las mayores humillaciones de su vida, hace apenas unas hor...