CAPITULO IV

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Noche de luna llena

Después de que Madeline robo la memoria de Helen de los últimos quince minutos, ella y Nathan la llevaron a la enfermería diciendo que sólo se desmayó a mitad del pasillo. Luego de esto, corrieron al lado de Hazel, quien se encontraba inconciente para cuando ellos llegaron en el lugar donde Nathan la dejo.

––Mantente cerca de ella–– dice Madeline ––. Crea una amistad con ella, por ahora, decirle no es una opción.

Él sólo asiente y continúa observando a Hazel recostada en la cama. Parece tan normal, tan delicada y vulnerable. ¿Como es posible que ella sea el Alfa?.

––Debo irme, hay alguien que querrá saber de esto–– avisa Madeline ––. Llevala a la enfermería, ella está bien ahora.

––Bien.

Madeline le da un vistazo por última vez a la jovencita y luego sale de la habitación con un mar de emociones a bordo de su pecho.

Nathan se acerca a ella y con agilidad la toma en sus brazos. Mientras camina hacia la puerta, la mira con detención, admirando lo que sólo esa cercanía le permite.

Sus pestañas están levemente rizadas, sus cejas perfectamente formadas, su piel blanca y suave como la porcelana. Su respiración es delicada, y sus latidos calmados, ella está en una posición llena de paz, alejada de preocupaciones y dolores. Por ahora.

––Es idéntica a ti mamá–– susurra y dibuja una amplia sonrisa en sus labios.

Hazel abre los ojos luego de media hora estando inconciente. Entrecierra los ojos por la intensa iluminación del lugar, mientras se sienta en la orilla de la cama.

Suelta un quejido de dolor y se frota los ojos. Escucha unos pasos acercarse y rápidamente abre sus ojos y toma posición de alerta.

La enfermera se acerca a ella con una carpeta en una mano y una pluma en la otra. Le sonríe ampliamente y pregunta:–– ¿Como te sientes?.

Hazel frunce el ceño y la mira unos segundos. Se soba la cabeza e intenta recordar como consiguió llegar a la enfermería, sin embargo es inútil, no hay nada en su mente, lo último que recuerda es estar en la cafetería con Helen.

––Bien–– dice al fin sin ganas ––. ¿Donde está Helen?–– pregunta examinando cada blanca pared del lugar.

––Ella está bien, despertó hace unos minutos.

Sus ojos van directamente a la joven enfermera frente a ella ––¿Estuvo aquí? ¿Que pasó?–– pregunta desesperada.

––Tranquila, no fue nada grave, ambas están bien, aunque no estoy segura de saber la razón por la que se desmayaron–– suspira y lee algo en la carpeta ––. Todo esta bien, de hecho, tu estas en excelentes condiciones.

Se pone de pie ––Necesito ir a buscarla, supongo que puedo irme ya.

La enfermera la ve y sonríe de lado ––Si, puedes irte–– se limita a decir.

––Gracias–– dice y busca su mochila con la mirada, esta descansa a un lado de la puerta, sobre un pequeño banco de madera clara. Camina a la puerta, toma su mochila y sale de la habitación.

Sin necesidad de buscar a su amiga, ella aparece frente a Hazel con angustia.

––¿Cómo estás? ¿Te sientes bien?–– pregunta con rapidez.

––Si, estoy bien–– responde Hazel con tranquilidad ––. ¿Qué hay de ti?.

Su postura se relaja un poco y deja salir una bocanada de aire que acumulaba desde que supo donde se encontraba su amiga. La enfermera le dijo que no era nada grave, sin embargo su preocupación no desapareció.

Alfa: El gran lobo blanco© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora