EPÍLOGO

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En otra vida

El teléfono de la casa de la familia Rogers suena en la oficina del hombre de la casa. Rápidamente se pone de pie y toma la llamada.

––Famila Rogers, ¿Diga?.

La puerta de la oficina se abre dejando ver a la señora Evans, quien viste una bata para dormir. Frunce el ceño y se cruza de brazos mostrando su preocupación. Su esposo la mira con dolor, lo que hace que su esposa solo se preocupe aún más.

––Gracias, estaremos allá lo más pronto posible–– dice con un tono apagado, triste; antes de cortar la llamada.

––¿Que sucede?–– pregunta seria, pues su preocupación a aumentado, su esposo no se doblega, no se rompe y parece que esta a punto de hacerlo.

Baja la mirada ––Es... es Hel...–– susurra.

––¿Que pasa con ella?–– pregunta confundida.

Levanta la mirada. Sus ojos brillan acumulando lagrimas en ellos. Su mirada es triste y cada parte de su rostro muestra solo una pequeña parte del dolor que su ser siente.

––Murió.

Siente un enorme dolor en el pecho y una inmensa falta de aire. Sus ojos no dejan de mirar los de su esposo mientras intenta asimilar lo que acaba de escuchar.

Niega mientras lleva una de sus manos a su pecho y aprieta la tela que está sobre este ––No, no, no–– repite en susurros y da unos pasos hacia atrás mientras con su mano libre, busca algo con que sujetarse, pues el dolor debilita todo su cuerpo.

Él señor Rogers camina de prisa hacia ella y la toma de los brazos.

––¡No! ¡Mi hija no!–– grita con desesperación y dolor ––. ¿¡Como...!? ¿¡Porque!?.

Sus piernas poco a poco se doblan, hasta que tocan el suelo. Su esposo la abraza e intenta consolarla, sin embargo ella solo niega, suplica y agoniza. Le duele el alma, le duele el corazón, le duele la vida, pues una parte de ella murió junto a su hija, una parte de su vida se acabó.

––Lo siento...–– murmura su esposo.

Niega y aprieta una vez más la tela que cubre su pecho ––¡Duele... duele mucho!.

La casa se llena de lamentos, gritos y un incontrolable llanto por parte de la señora Evans, quien a pesar de ser una cazadora profesional, y estar preparada para casi todo, no lo está para esto. Nadie te puede preparar para el dolor tan grande de perder a un hijo, una parte de ti que nunca volverá.

Las horas pasaron llevándose consigo la noche, trayendo el amanecer. Un amargo y doloroso amanecer, que no hace más que recordar la lamentable pérdida de tantas personas.

La policía encontró el cuerpo del director Calvin, tal como lo había planeado Nathan. Harrison y su manada, se acabó, no hay más peligro, sin embargo, hay muchos nuevos miembros en la manada de Emily, quien aún lucha contra la fuerte noticia.

Emily se para frente al largo espejo de su habitación una vez que está lista. Con sus manos alisa el vestido negro que lleva puesto, ese que tanto le encantaba a su amiga. Suelta un pesado suspiro mientras observa su rostro.

Esta derrotada, pálida, sus ojos hinchados y rojos. Aunque sea lo menos visible, su corazón es lo que más lastimado está, pues su mejor amiga, su hermana se a ido, y se siente sumamente culpable ante eso.

Después de lograr acabar con los dos lobos que la atacaban, se reúne al grupo, sin embargo, ya todos los enemigos están derrotados, pero una inmensa pena, tristeza y dolor agobian el lugar.

Alfa: El gran lobo blanco© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora